A nivel internacional la cifra de suscriptores subió de 6 a 8 millones (33% más en un semestre). De ahí se entiende que Orange is the new black haya sido lanzada en Brasil y Canadá, los países donde mayor crecimiento ha tenido Netflix.
Piper Kerman sabía exactamente lo que había hecho y por qué estaba recluida en una cárcel de Connecticut, en la costa este de Estados Unidos. Entendía por qué ya no usaba los vestidos de siempre ni el anillo de compromiso que Larry Smith le había regalado meses antes junto al mar. El inicio de 2004 la despojaba de su pasado feliz y la tenía en medio de la campiña norteamericana vistiendo de naranjo, el color tradicional de la prisión, por los próximos 15 meses.
Mientras estaba tras las rejas pensó que su vida, aquella nueva existencia sin lujos, encajaba perfecto en un guión de cine. Eso cuando no estaba lamentándose por haber sido tan estúpida. En 1993, recién graduada del Smith College, conoció a Vauess, con quien inició una relación lésbica. En ese entonces pensó que le gustaban las mujeres y creyó que a ella sí la amaba. Sin cuestionárselo, le ayudó a trasladar dinero desde Estados Unidos a Europa, no imaginando que era producto de las ventas de la heroína que Vauess traficaba desde África Occidental. Lo supo años después, cuando la justicia se lo comunicó, antes de mandarla a la cárcel por un crimen que estaba a punto de prescribir.
Los meses en cautiverio no sólo le sirvieron para pensar en qué había hecho mal; también fueron útiles para escribir. En 2010 salió a la venta su libro Orange is the new black en el cual cuenta sus penurias y la relación con el resto de las reclusas. Hoy el texto es la inspiración para la serie homónima que acaba de estrenar Netflix, el videoclub virtual creado en 1997 y que hasta fines de 2012 basaba su creciente popularidad en la trasmisión de contenidos de terceros por streaming, a través de Internet. Pero hace seis meses la empresa californiana dio un giro: comenzó una apuesta por desarrollar contenidos producidos por ellos mismos, y el éxito ha sido arrollador. Al poco andar ya acumulan 14 nominaciones a los próximos premios Emmy, en un hecho inédito para series desarrolladas exclusivamente para la web. House of Cards, hasta ahora su producto más exitoso, acumula nueve nominaciones -algo histórico al ser la primera producción online en postular a los Emmy a la par con las series de televisión “tradicional”-, y se ha transformado en el ejemplo perfecto del nuevo estatus de Netflix.
La ex convicta Piper Kerman es parte de ese guión de esta nueva trama.
OTRO MODELO
Fue Jenji Kohan, la creadora de la aplaudida serie de televisión Weeds, quien se hizo cargo de llevar las memorias de Kerman a la televisión por Internet. Naturalmente, la autora quiso ver quién sería su “yo” televisivo, y eso la llevó a estar en el estudio de Nueva York donde la actriz Taylor Schilling comenzaba a transformarse en Piper Kerman.
Hoy, sentada en uno de los salones del hotel Unique de São Paulo, Kerman dice que se emocionó, en parte por los recuerdos y en parte por tomar consciencia de la cantidad de personas que conocería su historia.
Una consideración apropiada, dada la escala que está alcanzando Netflix. Orange is the new black es una de las producciones originales que representan los nuevos aires de la firma. Hasta 2012, Netflix destinaba cerca de US$3.000 millones para comprar licencias de películas y shows de terceras partes. Pero entonces comenzaron a desembolsar aproximadamente un 5% de ese monto (casi US$ 150 millones) en la creación y desarrollo de series propias, como Lilyhammer, House of Cards, Hemlock Grove, la cuarta temporada de Arrested Development, y Orange is the new black. En la compañía anuncian que pretenden duplicar ese presupuesto en los próximos años. La siguiente producción original será la primera serie animada de la firma: Turbo: F.A.S.T.
Con cinco series propias ya al aire, ¿han respondido los consumidores al giro de Netflix? En la plataforma creen que aún es muy temprano para saberlo, pero ya tienen buenas respuestas: todos los productos que han trasmitido tienen confirmadas nuevas temporadas. Y los números hasta ahora acompañan: durante el primer semestre de este año, la empresa logró ingresos por US$2.093 millones, casi 20% más que en el mismo período del año pasado. Y aunque el mercado esperaba incluso mejores números, la utilidad de la primera mitad de 2013 sorprendió: US$ 32 millones, versus el US$ 1,5 millón que obtuvieron el primer semestre de 2012. La causa principal, explican, es la amortización de los altos costos de hacer cinco series, que ahora comienzan a rentabilizarse. De hecho, el grueso de las ganancias estuvieron concentradas en los últimos 90 días: US$ 29,5 millones entre abril y mayo y apenas US$ 2,5 millones en el primer trimestre.
Pero aún es pronto para celebrar, al menos mirando los números. En 2011 la compañía obtuvo beneficios por US$ 370 millones. En su defensa, en la empresa californiana explican que la inversión de 2012 aumentó al doble de lo tradicional. Precisamente para entrar a la nueva era de producción propia.
Lo que sí está claro es que el catálogo comienza a enganchar a nuevos usuarios. Durante los últimos seis meses el número de abonados pasó de 27 millones a 30 millones sólo en Estados Unidos. A nivel internacional la cifra se incrementó de 6 millones a 8 millones (33% más en un semestre). De ahí se entiende que la serie que relata el presidio de Piper Kerman haya sido lanzada en Brasil y Canadá, los países donde mayor crecimiento ha tenido Netflix.
OTRA INDUSTRIA
Piper Kerman, ataviada con vestido lila, camina sonriente por los salones del hotel paulista. Los actores de la serie, entre ellos Jason Biggs y la debutante Danielle Brooks conversan con los medios locales. Los tres son parte del show que mezcla comedia y drama, y cuyos 13 capítulos están disponibles en Netflix desde mediados de julio.
Jason Biggs, un tipo que en American Pie se hizo mundialmente conocido como Jim Levenstein, un adolescente desesperado por perder su virginidad y que luego obtuvo papeles en otras comedias en Hollywood, trabajando incluso con Woody Allen (en Anything Else), vive una suerte de estreno en Orange is the new black. Ésta es su primera incursión en un formato no tradicional y tras la confirmación de la segunda temporada, tiene para rato a cargo del papel de Larry, el prometido de Piper. “Trabajar en esta primera etapa de series originales de Netflix, da más libertad para actuar, sin presiones”, explica.
Y en efecto es así. Al grabar las series completas y estrenar todos los capítulos juntos, Netflix permite que sus productos no se jueguen la vida en la suerte de un primer episodio, como ocurre con los shows en Estados Unidos. En el intertanto, los equipos pueden trabajar sin la presión del rating. “No respondemos a patrocinadores, por lo cual las mediciones de audiencia son menos relevantes para nosotros”, explica Kari Pérez, directora de comunicaciones de Netflix para Latinoamérica.
Tal como lo hizo HBO hace una década y que hoy los tiene cosechando grandes audiencias con series propias como Los Soprano, True Blood o Game of Thrones, Netflix apuesta a convertirse en un gran productor a nivel mundial. Si HBO dominó como nadie la ola de la televisión por suscripción (después de todo, no era televisión, era HBO), Netflix apuesta a ser el triunfador en la guerra de los contenidos por streaming, un mercado donde actores como HBO Go, iTunes, WatchESPN, Hulu, Amazon Prime o BBC iPlayer son parte de los desafiantes. Por el momento, eso sí, el color de moda no es negro ni anaranjado, sino rojo.