Por Rosario Zanetta Octubre 23, 2013

Era la cumbre empresarial del año. Cerca de las cuatro de la tarde del jueves 17 de octubre, Michelle Bachelet llegó a CasaPiedra para participar de Enade 2013. Acompañada en todo momento por el jefe programático de su comando, Alberto Arenas, y el jefe de comunicaciones, Álvaro Elizalde, la candidata llegó al centro de eventos. En las afueras la esperaban el senador Ricardo Lagos Weber y el ex presidente del Banco Central José de Gregorio, quien había llegado momentos antes por su cuenta.

Dos meses antes de Enade, el panorama era distinto. El 6 de agosto, la candidata de la Nueva Mayoría anunciaba la incorporación de figuras liberales como la del propio De Gregorio o la de René Cortázar a su staff de asesores. Éstos trabajarían con el resto del equipo, integrado también por Guillermo Larraín, Andrea Repetto, Óscar Landerretche, Eduardo Bitran, Eduardo Engel, Ricardo Ffrench-Davis y Andrea Bentancor, siempre con el ex director de Presupuestos, Alberto Arenas, a la cabeza.

El gesto fue leído como una señal de Bachelet hacia sectores más moderados: se habló incluso de un giro de su campaña. Quienes apostaban por un segundo gobierno de Bachelet, esta vez más alineado a la izquierda, veían con escepticismo la llegada de los nuevos rostros. Los empresarios, por el contrario, comentaban en privado, y con cierto alivio, la posibilidad de que De Gregorio se convirtiera en el futuro ministro de Hacienda.

Con todo, el gran y diverso contingente de economistas en la candidatura de la Nueva Mayoría fue aplaudido: consideraban una fortaleza de Bachelet su capacidad para convocar a gente con sensibilidades tan distintas. Sin embargo, en el mismo hecho se daba origen al centro de futuras batallas.

Las críticas que había generado la figura de Alberto Arenas, incluso al interior del comando, alimentaban las expectativas respecto al rol que podría jugar De Gregorio en el equipo de asesores. Sin embargo, desde entonces, bastante agua ha pasado bajo el puente.

Por carril paralelo, otros economistas liberales, como René Cortázar o Eduardo Bitran, se han mantenido cerca del resto del equipo de trabajo, cultivando el bajo perfil y aportando desde dentro al debate, incluso a pesar de sus diferencias ideológicas.

SALIDAS DE LIBRETO

El primer conflicto de De Gregorio fue público. A fines de julio, el economista dio una controvertida entrevista a La Tercera. En ella, cuestionó una de las propuestas centrales de Bachelet: la del acceso universal y gratuito a la educación superior. “Darles gratuidad a todos los estudiantes es partir al revés”, dijo entonces De Gregorio. Además, si bien sostuvo que Chile requiere una reforma tributaria, aseguró que era necesario analizar el impacto que ésta tendría en el crecimiento económico.

Sus dichos generaron malestar al interior del comando y el llamado de atención no se hizo esperar. Dos semanas después, el mismo economista defendió la reforma tributaria de Bachelet a brazo partido, en una columna publicada en El Mercurio. “La candidata Michelle Bachelet ha propuesto un alza de impuestos de tres puntos del PIB, algo que a mi juicio se justifica plenamente”, escribió entonces. A pesar del acto reparatorio, las confianzas estaban minadas.

De Gregorio no fue el único DC que tuvo que rectificar sus declaraciones. Alejandro Micco, quien llegó al comando tras participar de la campaña de Claudio Orrego, también debió matizar públicamente sus dichos. El 1 de agosto dijo en una entrevista en La Segunda que había que revisar la idea de eliminar el FUT. “Se está viendo si existen mecanismos que puedan ser perfeccionables”, dijo, y agregó que era necesario analizar si existía “alguna alternativa mejor”. Tres semanas después, en un debate en la Sofofa sostuvo: “Nadie ha planteado que hubiese algo mejor o una mejor solución a la eliminación del FUT”.

A pesar del patrón común, el impasse fue mucho más costoso para De Gregorio. Las discrepancias entre él y el resto del comando empezaron a hacerse cada vez más patentes. Mientras Bachelet insistía en la gratuidad universal de la educación, De Gregorio abogaba por una etapa de transición para llegar “a una mayor gratuidad”. Temas como la creación de una AFP estatal o la conveniencia de convocar una asamblea constituyente para reformar la Constitución también han generado roces: De Gregorio no comulga con esas ideas, promovidas por Arenas al 100%.

DE GREGORIO EN RETIRADA

La mañana del 29 de agosto un hecho esencial enviado a la Superintendencia de Valores y Seguros causó extrañeza al interior del comando. En él, EuroAmerica anunciaba la incorporación de De Gregorio al directorio de la Administradora General de Fondos de la compañía ligada la familia Davis. La decisión del ex presidente del Banco Central generó sorpresa.

A sólo seis meses de la llegada de un nuevo gobierno a La Moneda, la incorporación del economista al directorio de EuroAmerica fue leída como una clara señal de alejamiento. “No es que haya cerrado la puerta a la posibilidad de ser ministro de Hacienda, pero sí la juntó”, comenta un cercano a Bachelet.

Era la primera vez que De Gregorio aceptaba ser parte de una institución financiera desde que dejó la presidencia del Banco Central, en diciembre de 2011, por lo que su decisión y el timing con el que la tomó no tuvieron dos interpretaciones. A esas alturas, el mismo De Gregorio era consciente de que sus posibilidades de ser el responsable del erario público eran cada vez más bajas, y así lo confesó al aceptar el nuevo cargo.

FUT A TODA COSTA

A mediados de mayo, una visita de Alberto Arenas al Centro de Estudios Públicos encendió las alertas. Ante unas 200 personas, el economista dio una charla privada que recibió duros cuestionamientos por parte del empresariado. Sus palabras generaron preocupación entre los asistentes. Hoy, Arenas ha recuperado terreno. Las críticas que alguna vez generó, incluso al interior del comando, se han aplacado. En el grupo de asesores económicos reconocen que él es uno de los hombres fuertes del círculo de hierro de Bachelet.

Prueba de esto es que fue el propio Arenas quien, en apenas 48 horas, redactó los 50 compromisos de campaña que la candidata de la Nueva Mayoría adquirió para los primeros 100 días de su gobierno. Ahora, trabaja codo a codo con Bachelet en la definición de los últimos puntos del programa de la candidata, el cual sería presentado mañana sábado.

Pero la principal victoria del ex director de Presupuestos se resume en tres letras: FUT. Desde el comando, aseguran que si bien en la arena política los grandes temas están todavía abiertos, algo diferente ocurre en el frente económico. La futura eliminación del incentivo tributario para las empresas es el mejor ejemplo. La medida, que al principio generaba críticas incluso dentro del equipo de asesores, hoy es defendida por éstos en forma unánime.

La reforma tributaria, el acceso universal y gratuito a la educación superior, la creación de una AFP estatal son otras de las ideas que Arenas ha logrado instalar.  Una fuente del grupo más cercano a la candidata lo resume en una frase: “Arenas ha ganado todas las peleas”.

Asimismo, agregan que es él quien lleva las riendas en los herméticos encuentros del equipo económico. “Participa en todas las reuniones, escucha, no habla, toma apuntes, y luego es él quien corta el queque”, comenta un cercano al grupo de asesores. Mientras tanto, De Gregorio se ha dedicado a dar varias charlas económicas. El lunes pasado expuso en Enagro, y el miércoles sería el moderador del seminario anual de EuroAmerica.

Más allá del apoyo que Arenas concita en el bacheletismo, el economista genera visiones encontradas entre los empresarios. Algunos critican su “modo apático”, su “carácter desconfiado”. Otros, sin embargo, consideran que es la figura que Bachelet necesita para el nuevo momento. “Es una pieza clave”, asegura un empresario tradicionalmente ligado a la Concertación. Si se convertirá o no en el nuevo ministro de Hacienda, en todo caso, es una pregunta que aún no se responde.

Relacionados