“Las expresiones ciudadanas mayoritarias son siempre legítimas. Éste es un problema, pero un problema bueno y todas esas necesidades se pueden resolver si te pones un plazo suficientemente largo. Si me dices ‘lo queremos resolver todo de aquí al próximo año’. Eso sería un despelote”.
“El DL 600 jugó un rol importante en la década de los 90. Ahora, los países más desarrollados no tienen ningún mecanismo equivalente. Ésta era una iniciativa para que un país exótico, como Chile, pudiese atraer inversión desde el mundo desarrollado. Pero Chile ya no es más un país exótico, ahora pertenecemos a la OCDE”.
No a la educación universitaria gratuita para todos, un fondo de acumulación con las ganancias del cobre, una nueva ficha CAS para diseñar políticas certeras para la clase media son algunas de las medidas que propone Manuel Marfán Lewis (60) para enfrentar lo que él denomina una “encrucijada”. “La sociedad en Chile cambió, pero las instituciones no evolucionaron de manera de poder abordar este cambio. La clase política estaba acostumbrada a razonar de otra manera”, explica.
El ex ministro de Eduardo Frei cumple en diciembre una década en el Banco Central, pero esta vez el aniversario tendrá gusto a despedida, ya que antes del 17 de ese mes el presidente Sebastián Piñera debe proponer un nuevo nombre al Senado para sucederlo. Aunque el suyo ha sonado como una de las alternativas para seguir como consejero, él dice que le gustaría emprender nuevos caminos.
Sus palabras hablan del fin de un ciclo. Marfán recuerda que cuando el presidente Ricardo Lagos lo nominó para integrar el consejo, él se encargó de avisarle a quien quisiera escuchar que no quería el cargo, que prefería dedicarse a la vida académica, que es lo que lo apasiona. Habló con Nicolás Eyzaguirre y con José Miguel Insulza, pero finalmente aceptó. Hoy, sin embargo, comenta que su paso por el Central superó todas sus expectativas. “Es un lugar de excelencia y merece el prestigio que hoy tiene”, dice. Pero inmediatamente agrega que la institución tiene un “lado B” no menor, que es la discreción y el bajo perfil que debe mantener un consejero. “Mi espectro de interés es bastante más amplio y lo he tenido que callar durante 10 años”, dice con un poco de resignación.
El economista socialista comenta que al principio no fue fácil para él mantenerse al margen de la contingencia. Recuerda que durante sus primeros meses en la institución dio algunas entrevistas fuera del ámbito económico, lo que le valió un llamado de atención de parte del PS. “No corresponde”, le reprochó un dirigente.
Hoy, en cambio, se siente nuevamente en libertad de opinar, de plantear temas y generar debate. “Si yo estuviera candidateándome a la reelección no daría esta entrevista”, dice.
-¿Y si su nombre sonara para el Ministerio de Hacienda, si es que Bachelet vuelve a la presidencia?
-No. Yo no he tenido participación en nada de eso...
-Eso, incluso, podría ser considerado una ventaja. Ha estado al margen de la discusión entre liberales y conservadores en el comando...
-Nunca ha habido un ministro de Hacienda de 60 años. Es como si un equipo de fútbol contratara a un jugador de 40 años.
-El futbolista alemán Lothar Matthäus jugó hasta casi los 40... ¿Le gustaría ser ministro?
-Pero si ya fui ministro de Hacienda (durante el gobierno de Eduardo Frei, por un periodo de tres meses, tras la renuncia de Eduardo Aninat).
-Entonces, ¿qué le gustaría hacer tras dejar el Central?
-El ideal para mí sería estar en un lugar en el cual pueda elucubrar mis propuestas, ideas, planteamientos. En algún lugar donde haya cierta instancia de decisión y donde se escuche.
-Le pregunto de otro modo: ¿Quisiera participar de un próximo gobierno de la centroizquierda?
-Me gustaría participar. Sí, en la medida en que yo pueda aportar con una opinión. Si me llegaran a mandar de presidente del BancoEstado, no, porque eso es más bien un tema de gestión. En cambio, si alguien me pone megáfono, yo feliz.
-Vamos para allá entonces, ¿qué temas le preocupan?
-Creo que Chile hoy está en una encrucijada. A fines de los años 80, se conoció la primera encuesta Casen, que arrojó que más del 47% de la población vivía bajo la línea de la pobreza, es decir que había más de cinco millones de pobres. Eso fue como una bofetada y llevó a que legítimamente se privilegiara a los pobres a la hora de asignar los recursos. La prioridad estuvo allí y era impresentable ponerse en la fila antes que ellos.
-Hoy la pobreza ya no es el tema central en las políticas públicas…
-Sí. La primera vez que masivamente un grupo que no pertenecía a la pobreza puso sobre la mesa otra agenda temática fue con los pingüinos y luego con los movimientos estudiantiles. Sus demandas eran de clase media: pedían igualdad de trato y no más abusos. El problema es que esta irrupción de demandas de la clase media dejó perpleja a la clase política y a las instituciones. Pasamos de ser un país de pobreza masiva a uno de clase media. Y respecto de ésta se hizo muy poco, porque Chile no tiene las instituciones para abordar ese tema. No hay una ficha CAS de la clase media. Entonces, las soluciones son al bulto y no existe la forma de llegar a ella de manera selectiva.
-¿Cómo enfrentar esta encrucijada que supone la irrupción de la clase media?
-La encrucijada es cómo se va a abordar esto, problema que es propio de los países de ingreso medio. Uno puede resolver las demandas ciudadanas sin pensar en el progreso o intentar conciliar los dos. Las decisiones que se tomen hoy van a ser cruciales para los próximos 20 años y cómo se resuelve esto hará la diferencia entre llegar a la cima o quedarse en el camino.
-¿Para ello sería necesario cambiar de rumbo y romper un poco con lo que se venía haciendo?
-Esto es como subir escaleras. Si tengo que subir este peldaño no necesito desandar el que ya anduve. Lo que sí es evidente es que la sociedad chilena está demandando un cambio de rumbo, pero una cosa es que sea un cambio de rumbo bien pensado y otra que sea espontáneo.
-A su juicio, ¿hacia dónde hay que apuntar? ¿Hacia un Estado del cual esa clase media reciba más soporte? ¿Salud pública de mejor calidad, educación pública de mejor calidad, apoyo a las pensiones?
-En Chile la gente está de acuerdo con todas esas cosas. El problema es si es que estamos dispuestos o no a financiarlas. Si me preguntas qué es más importante, la salud o la educación, yo no te voy a responder. Lo que digo es que la demanda por bienes públicos que existe hoy es propia de la clase media. Y las expresiones ciudadanas mayoritarias son siempre legítimas. Éste es un problema, pero un problema bueno y todas esas necesidades se pueden resolver si te pones un plazo suficientemente largo. Si me dices “lo queremos resolver todo de aquí al próximo año”, eso sería un despelote. Lo importante es entender que las urgencias no sólo requieren soluciones de corto plazo. En todo caso, creo que mientras antes se aborden estos temas, mejor.
ENTRE LA SALA CUNA Y LA UNIVERSIDAD
-Una de las grandes demandas ha sido la del acceso gratuito a la universidad. ¿Cuál sería su propuesta?
-Pienso en el caso de un joven de 18 años, que es inteligente, pero no quedó en la universidad: su problema empezó desde el día en que no fue a una sala cuna. Es todo un proceso… A mí me parece muy bien que todos los que son capaces de entrar a la universidad puedan hacerlo y, que si el sacrificio económico es demasiado grande, se les pueda dar una solución. Ahora, el problema es cómo identificarlos, porque, le reitero, no tenemos instrumentos, no existe una ficha CAS para la clase media. Y el uso de los recursos debe ser dirigido para que la eficacia por peso gastado sea la más alta posible. Esto no se resuelve con soluciones masivas. Para los jóvenes que ya están marcados por un background de muy mala educación secundaria, básica y prebásica -porque van a seguir saliendo de los colegios-juegan un rol las universidades de los 450 puntos. No pienso que las universidades que no están acreditadas vayan a formar periodistas o ingenieros comerciales, pero sí pueden servir para completar una educación incompleta. Y así cuando un joven de 18 años lea algo pueda ser capaz explicar lo que leyó.
-¿Pero ése no es un rol que debieran cumplir los colegios?
-Por supuesto. Pero esto es para aquellos que ya es tarde. Hay una transición que uno tiene que pensar. En Chile no existe igualdad de oportunidades y eso se gesta en las salas cuna. Ahora, ¿tiene que entrar a la universidad el 100% de los jóvenes de 18 años? No. No se puede.
-El acceso a la universidad ¿tiene que ser gratuito y universal para todos, como propone Michelle Bachelet?
-Tengo la impresión de que esa solución es muy cara y que, por lo tanto, el costo de oportunidad de esos recursos es muy alto. Es como darles pase escolar gratuito a todos los estudiantes. ¿Es malo? No, no es malo. Pero si gastas los recursos en eso, no los puedes gastar en otras cosas.
-Entonces, ¿cuál es la solución?
-Yo creo en la priorización. Y esa priorización no la puedes hacer mientras exista el riesgo de que la beca la gane el amigo del funcionario. Cuando decides subir la pensión asistencial, por ejemplo, todos saben quién la va a recibir porque tienes toda una institucionalidad del Estado. Pero ahora que las necesidades son distintas, uno tiene que ver de qué manera los recursos lleguen donde tienen más potencia. Si esos recursos llegan donde el impacto es bajo, se está dejando de hacer algo que puede ser importante. Siempre las soluciones en democracia tienen que tener lógica económica y consistencia política. Por eso el ámbito de las soluciones tiene que estar en la intersección entre las dos.
-Si la reforma educacional es muy cara, como usted dice, ¿ve un riesgo de que se estén comprometiendo recursos que no se sabe si van a estar en el mediano plazo?
-Es que si la solución es sólo de corto plazo, pero no es una solución para los universitarios de cinco o diez años más, entonces no es solución. En todo caso, no creo que sea así, porque pienso que en los comandos hay gente que es muy capaz.
FUT y DL 600
-Uno de los planteamientos polémicos de Bachelet es la eliminación del FUT. ¿Qué le parece esta medida?
-No es que me guste o no me guste. La idea tiene luces y sombras. Claramente la parte buena del FUT es que ha servido de incentivo para el ahorro de las empresas, los que representan más del 40% del ahorro nacional bruto. Si se elimina, las compañías tendrán que tributar por las utilidades reinvertidas y para una misma inversión tendrán que endeudarse más.Una de las luces de la propuesta es que el FUT ha sido utilizado por algunos como un mecanismo para la elusión de impuestos. Ese tipo de uso y de abuso -que es muy difundido- requiere ser revisado a través de reformas tributarias frecuentes. Evitar la elusión es como un bonsái: hay que cuidarlo todo el tiempo, y hace muchos años que aquí no se cuida.
Una segunda luz de la medida es que la capacidad de ahorro que tienen las empresas habla también del futuro. Los que más ahorran hoy son los que más aumentarán su riqueza en el futuro. De no modificarse el sistema actual, la reinversión de utilidades de las empresas va a seguir siendo creciente, lo que genera un problema relevante: se sigue ampliando una brecha. Detrás de todo esto hay un problema macroeconómico que se debe solucionar. Porque si el Estado va a recurrir a los ahorros de las empresas, entonces el Estado también debería ahorrar, y para eso hay distintas alternativas.
-¿Qué tipo de medidas propone usted como complemento a la eliminación del FUT?
-En Noruega, descubrieron petróleo hace muchos años. Ser muy rico en recursos naturales es una bendición y una maldición. Ellos pensaron que el petróleo era un recurso muy importante, pero que se extinguiría. Entonces tomaron una decisión: explotarlo de la forma más eficiente posible, vender todo lo que se pueda y luego ahorrar el 100% de esos ingresos. Así formaron un fondo soberano que hoy es el más grande del mundo. Hoy lo que ellos gastan es la rentabilidad de ese fondo y lo que ellos dijeron es que si la rentabilidad de éste, por ejemplo, era de un 4%, eso sería lo que gastarían. Como se trata de un fondo de acumulación, éste seguiría creciendo y sólo gastarían sus retornos.
-¿Propondría replicar el fondo noruego en Chile a través de la explotación del cobre?
-Hoy Chile no tiene un fondo de acumulación, sino uno de estabilización. El país ahorra cuando el precio de éste es bueno, y gira cuando el precio es malo. Pero a la larga el fondo es neutro. Hoy los ingresos del cobre en Chile dependen mucho del precio del mineral. Pero, en promedio, éste representa entre el 2% y 3% del PIB. Eso es algo menos de lo que podría recaudar la reforma tributaria proveniente del ahorro de las empresas. Por eso creo que no sería una mala idea transformar los fondos del cobre en un fondo de acumulación y no de estabilización. Hoy éste tiene más o menos US$ 20.000 millones, por lo que su 4% es algo más de US$ 800 millones. Es harta plata, pero no la suficiente para resolver los temas ahora ya.
-Pero sí es una alternativa de largo plazo…
-Sí. Esto tiene una promesa: que va a seguir creciendo. Es un ingreso permanente. Salvo que ocurra un cataclismo, es algo que permitiría financiar a largo plazo. A modo de ejemplo, se podrían destinar tres puntos de esos cuatro a pagarles anualmente un bono a los pensionados de Chile. Todos los que tengan una pensión podrían recibir el mismo bono, porque el cobre es de los chilenos. En 40 años más esa política seguiría vigente, con más recursos y autofinanciada. Otro punto, por ejemplo, puede ir a la educación superior. Ésta es una solución que no hay que ser economista para darse cuenta que es permanente y creciente. No es la panacea y no quiero sobrevender la idea. Sólo estoy diciendo que es el tipo de temas que nos tenemos que poner a pensar con cierta urgencia.
-Otra de las medidas planteadas el domingo por Bachelet es la eliminación del DL 600, el mismo que ha dado certeza jurídica a la inversión extranjera. ¿Usted apoya la iniciativa de su eliminación?
-Hasta donde yo sé, el Grupo Tantauco tenía la misma idea. El DL 600 jugó un rol importante, especialmente en la década de los 90. Ahora, los países más desarrollados no tienen ningún mecanismo equivalente. Ésta era una iniciativa para que un país exótico, como Chile, pudiese atraer inversión desde el mundo desarrollado. Pero Chile ya no es más un país exótico. Ahora pertenecemos a la OCDE y somos importantes inversionistas en el exterior, por lo que este decreto ley, que en su momento fue bueno, ya no se justifica. Los instrumentos no exóticos para atraer la inversión extranjera y promover la inversión chilena en el exterior son el “Trato Nacional”, los acuerdos para evitar la doble tributación y los acuerdos de protección de inversiones (API), temas en los que Chile ha avanzado bastante, aunque no lo suficiente.