Es interesante ver cómo lo que otrora era un oscuro término contable, conocido sólo por los iniciados en las oscuras artes de la auditoría y la planificación tributaria, ha pasado a ser la madre de todas las batallas de lo que seguramente será la discusión de impuestos en el próximo gobierno.
Así, el Fondo de Utilidad Tributaria -o sencillamente FUT- fue el tema central de un interesante debate en un foro convocado por PwC Chile y revista Qué Pasa la semana recién pasada. Al frente, quizás dos de los mejores exponentes de las dos visiones a años luz de distancia respecto a los beneficios y costos de su eliminación. Por una parte, la destacada académica e investigadora Andrea Repetto, presentando la propuesta del programa de gobierno de Michelle Bachelet. Por la otra, el distinguido economista, ex ministro y director de empresas Juan Andrés Fontaine.
Si hay algo que se anticipa es una discusión larga y compleja de lo que promete ser una reforma tributaria con erre mayúscula. Quizás lo más difícil del debate es que se da en planos muy diferentes. No es casual que haya detallado con precisión las experiencias de ambos participantes. Ejemplifican muy bien el choque de posturas que se observa en la discusión acerca del FUT y su eliminación. El choque del mundo de las ideas con el de la realidad. Del mundo cómo quisiéramos que fuera versus el mundo como realmente es. De la utopía contra la praxis.
CONVICCIÓN QUE CONVENCE
Con la claridad didáctica que la caracteriza, Repetto centró su discusión en explicar las razones para suprimir la partida contable que mejor encarna un sistema tributario que convirtió a la reinversión de utilidades en una verdadera religión. No se trata de motivos meramente pragmáticos, como si fuera un menester menor pero necesario para financiar aspiraciones tan nobles como educación gratuita, salud de calidad y mejores pensiones.
No, la motivación es mucho más profunda, pues apela nada menos que a la equidad del sistema tributario y a su efectividad en su rol de mecanismo redistributivo. No se trata de desarmar el FUT para buscar lo que muchos no iniciados piensan que son fajos de billetes amontonados en alguna caja fuerte escondida, para pagar por las mayores demandas sociales que se promete solucionar en un programa de gobierno.
Se trata de algo mucho mayor: de que los más privilegiados de una sociedad sean también quienes contribuyan en mayor medida a ella. Y eso se logra vislumbrar claramente en el brillo de los ojos de quien defiende la reforma, en ese inequívoco destello que alumbra la convicción.
Es precisamente esa convicción lo que logra convencer. En un país que pide a gritos relato, que llora la falta de épica, algo que otrora hubiese sido impensado, como una verdadera batalla ideológica en torno a una partida contable, al menos genera interés, e incluso simpatía.
Más aún, si la eliminación del FUT lleva a un sistema tributario no sólo más justo, sino que más simple y efectivo en la recaudación, que permita financiar los avances hacia una sociedad más moderna, a la cual todos aspiramos.
EL DIABLO ESTÁ EN LOS DETALLES
Sabiendo que era difícil rebatir en el campo ideológico, Fontaine fue astuto en centrar su exposición en sembrar las dudas acerca de la posibilidad de llevar a cabo una reforma tributaria que, con la supresión del FUT, nos lleva a un terreno desconocido. Tanto por lo incierto como por lo irreal.
¿Cómo pasar a impuestos pagaderos sobre ingresos devengados y no sobre efectivamente recibidos? Las pymes proveedoras de supermercados (así como las de hospitales públicos) bien saben que el registrar una venta y recibir el pago son eventos totalmente distintos. La mera existencia de la industria del factoring es una constatación de tal realidad.
¿El financiamiento a costo cero que implica el FUT no es necesario ante el desarrollo de los mercados de capitales? El argumento esgrimido por la posición favorable a la reforma parece no conocer la realidad de cómo opera el financiamiento en nuestro país.
Posiblemente el desarrollo del mercado de capitales haya mejorado las condiciones para empresas grandes, pero las condiciones siguen estando lejos de ser óptimas, especialmente con un sistema bancario que bajo inmejorables condiciones de solidez financiera deja bastante que desear en cuanto a competencia, aun con la presencia de un actor de propiedad estatal.
Si bien la convicción en las ideas convence, el contraste con la realidad siembra la duda. No hay que olvidar que la convicción, sin la experiencia lleva a la dureza. Y, en este caso, el peso de la prueba está sobre la reforma. En la discusión que seguramente veremos muy al comienzo del nuevo gobierno será necesario demostrar no sólo que el cambio al sistema tributario recauda más y genera un sistema más equitativo, sino que sus consecuencias negativas sobre la inversión y el mayor recargo financiero a las empresas bien valdrán el esfuerzo. En síntesis, que no sea un disparo... en el FUT.