En el mundo político han pampeado triunfantes fórmulas carísimas para que se invierta en plantas ineficientes, eólicas y solares, de bajísimo rendimiento.
Varios dilemas enfrentará Michelle Bachelet, y uno de ellos será la crisis eléctrica. ¿Qué crisis? Bueno, la energía es el combustible del motor de la economía, y en Chile está muy cara. Por lo tanto, somos menos competitivos que antes y crecemos menos de lo posible.
¿Y qué importa crecer poco? Gracias al crecimiento Chile ha logrado un gran triunfo disminuyendo dramáticamente la pobreza, aunque aún no se pueda cantar victoria. La correlación estadística entre PIB y pobreza es de 94% (negativa). O sea, gracias al crecimiento se han generado más y mejores empleos pagados y ello, junto a más financiamiento público para políticas sociales, ha ayudado a disminuir la pobreza. Por su parte, la correlación entre consumo eléctrico y PIB es de 99%. Con esto, uno puede entender la correlación entre consumo eléctrico y disminución de la pobreza, que no casualmente es de 96% (negativa). Con electricidad cara el PIB crece menos y la lucha contra la pobreza es más difícil.
La mayor carestía de la electricidad, que la población aún no percibe por estar abastecida con contratos antiguos, sí es conocida por las grandes empresas mineras e industriales bajo régimen de precios libres. Ella se debe a la escasa inversión en generación eléctrica convencional, hidroelectricidad y carbón, donde a pesar de existir proyectos medioambientalmente satisfactorios, sus procesos se han judicializado y politizado. Este rezago de la inversión ha provocado una disminución en el crecimiento del PIB que ha sido estudiada por expertos de la academia, del sector eléctrico y últimamente del Banco Central. El estudio de la Universidad Alberto Hurtado y Synex determinó que los atrasos de inversión en electricidad eficiente ocurridos entre 2007 y 2011 afectarán en un 6% de menor crecimiento acumulado del PIB entre 2012-2019. El Banco Central hace depender este efecto de la elasticidad de sustitución de la energía por otros factores productivos que, sabemos, mientras más baja es más dramático el resultado. Por ello es que la menor competitividad hace que inversiones que pudieran hacerse en Chile migren hacia donde la electricidad es más barata y las condiciones políticas y económicas son similares.
En breve, el bloqueo a nuevas fuentes eléctricas baratas ha encarecido el fluido porque está aumentando la demanda, pero no así la oferta en igual proporción. Impedimentos exógenos al sistema eléctrico encarecen la electricidad, provocando una oferta subóptima. Ello está afectando negativamente al crecimiento económico y con ello al empleo y a la lucha contra la pobreza, lo cual no se ha notado porque, paralelamente, hemos vivido un ciclo de boom minero y de materias primas. Ahora que este ciclo declina lo comenzaremos a notar.
LA CRISIS OCULTA
Uno de los factores que han mantenido irrelevante la naturaleza del caso en la agenda política ha sido el rezago entre el alza de costos de producción eléctrica y el ajuste de los precios al consumidor final. En verdad, mientras el problema no se refleja en los precios, no existe. ¡Peor aún! En el mundo político han pampeado triunfantes fórmulas carísimas para que se invierta en plantas ineficientes, eólicas y solares, de bajísimo rendimiento y que al interrumpir el suministro por baja de viento o de exposición solar obligan a operar a las plantas más caras del sistema: el costo promedio resulta más alto que mantener plantas hidroeléctricas o a carbón operando. Como nada de esto va aún a precios de los consumidores pequeños, los electores son todavía indiferentes. Estas plantas tecnológicamente aún poco comerciales son promovidas con subsidios cruzados que terminarán pagando los consumidores que no saben lo que viene (Ley 20/25).
Lo que está directamente afectando a muy pocos consumidores (grandes empresas) no se ha traspasado con fuerza al mundo de la política. Sin embargo, a partir del 2015, cuando sí se impacten los precios por la renovación de contratos regulados y los políticos se vean confrontados a arreglar el problema, ya será tarde y el país estará pagando con menos PIB, menos empleo y más pobreza de la que pudiera tener si se hubiera permitido que operara el mercado eléctrico según las normas legales y ambientales vigentes.
UNA FALSA EXCUSA
No hay solución masiva posible a la crisis eléctrica con las propuestas ineficientes de plantas eólicas y solares. Ellas se promueven ofreciendo mayor seguridad de abastecimiento, lo que es falso porque Chile goza de plena seguridad. Ya superamos el affaire del gas natural argentino. Además, apelan a la lucha contra el calentamiento global. Dado que hay consenso internacional en que esa lucha deben financiarla los países desarrollados (Protocolo de Kioto), carece de todo sentido que un país aún pobre pague con retroceso económico y social por algo que no es exigido a todo el mundo. Además, Chile está ampliamente por debajo del promedio por habitante de emisiones de CO2, dada su abundante generación hidroeléctrica (que grupos supuestamente ecologistas muy bien financiados se encargan de boicotear), y por su patrimonio forestal que consume CO2. Por último, de cada millón de dólares que gaste Chile en esta campaña recuperará apenas 0,2% del beneficio climático que se logre, porque las mejoras no son locales sino mundiales.
HACIA DÓNDE CAMINAR
Desde el punto de vista político, la población chilena no incluye el calentamiento global entre sus prioridades, y es curioso que a nivel del Parlamento sea tan relevante. Por ello es que hay que transparentar a los consumidores que tales propuestas se manifestarán en mayores precios.
Los países se gobiernan a través de sus políticos (de gobierno y oposición), y lo que está ocurriendo en nuestro sector eléctrico está amparado por ellos. Algunos avances para mejorar la construcción de líneas eléctricas se han logrado. Es bueno seguir agilizando trámites. Sin embargo, mi intuición me dice que nada pasará antes que se sinceren los precios a los consumidores. Salvo que la nueva presidenta tome las riendas y asuma el problema con sus verdades y auténticos costos. El problema trasciende su período, pero Chile entero agradecerá si lo aborda con la crudeza del caso.