Por Juan Pablo Garnham Enero 16, 2014

© Francisco Negroni

Nadie discute que se requiere energía, pero el punto, cuando uno se va al extremo, es si la demanda por energía es infinita, ¿vamos a intervenir todos los recursos que tenemos?  ¿No vamos a preservar nada?

Nos da miedo como empresarios individuales emitir opiniones críticas, políticas o que pisen callos. Y la verdad es que hoy día, con los cambios que se perciben en el país, creo que estamos obligados a participar activamente en la discusión

Era julio de 2009 y Víctor Hugo Puchi, en ese entonces uno de los líderes del gremio salmonero, escuchaba con paciencia a los panelistas de Tolerancia Cero. Asentía, miraba hacia abajo, respondía cuando le preguntaban sobre su industria. Tuvo que poner la cara frente a la crisis que, en el caso de la empresa que preside, Aqua Chile, disminuyó su producción de 61 mil toneladas de salmón del Atlántico en 2008 a apenas mil dos años después. “En esa entrevista en particular, obviamente uno no está preparado para un tono tan cuestionador, tan agresivo”, recuerda Puchi, “pero creo que fue algo positivo, aprendí algo de eso”.

-¿En qué cambió esta crisis su forma de ver los negocios? ¿Es el Víctor Hugo Puchi del auge del salmón el mismo de hoy?

-La crisis nos hizo madurar como personas, como empresarios. Nos hizo ser más prudentes. Reconocer que nuestra industria tiene todavía una falta de ciencia, de conocimiento, que hace que caminemos por una ruta un poco frágil. Reconocer esas fragilidades y saber crecer a un ritmo razonable, probando la biología, ir incorporando opiniones de terceros que antes no incorporábamos -hoy Aqua Chile es asesorado por la WWF-, empezar a consultar a otro tipo de gente. Yo creo que ésa es la riqueza que salió de la crisis.

-¿Cree que este aprendizaje se extiende a un tema país?

-Hoy día estamos viviendo una situación donde este clima de desigualdad, de descontento, nos hace pensar de nuevo como ciudadano y empresario qué está mal, qué es lo que genera eso. La falta de educación, la falta de oportunidades, el excesivo énfasis en el crecimiento. En Chile somos campeones en la tasa de crecimiento económico, pero uno empieza a ver que hay otros indicadores que inciden en el clima de armonía, de felicidad y de las buenas relaciones entre la gente. Las crisis sirven para eso. Para cuestionarse, para darse cuenta de que no todo es crecimiento, no todo es volumen de exportación, tenemos que hacerlo bien, más seguro, prevenir y tener una industria y un empleo más predecibles y más estables.

-¿Es este discurso de haber acusado el golpe propio suyo o se expande al resto de su industria?
-No, yo creo que todos, en mayor o menor grado, tenemos esa sensación, ese sentimiento. Pero yo creo que, fuera del aprendizaje que tuvimos nosotros como industria, el país también tuvo un tremendo aprendizaje en cuestionarse en lo liberal que fue, en términos de medidas económicas, de haber tenido una política de libre acceso a la industria, de otorgamiento indiscriminado de concesiones salmoneras, bajo el argumento de que había que tener libre entrada a la industria, plena competencia. Y eso también se acompañó con una política muy liberal en términos de importación de ovas. Ésas son parte de nuestras características como país. A veces nos vamos al extremo de competencia a ultranza, pretendiendo hacer un bien. Pero aquí lo que ocurrió fue sumir a la industria en un riesgo que resultó gravísimo. Esas visiones extremas de Chile fueron, a mi juicio, las causantes del origen del riesgo. Y por eso que es importante que, como país, nos demos cuenta de eso y reconozcamos que, cuando hay industrias que tienen fuertes externalidades, que comparten aguas, la libertad conduce al caos.

EL EMPRESARIO CIUDADANO

Hace unas semanas, Puchi fue invitado por el gobierno suizo a visitar ese país. Viajó junto a otros diez chilenos, empresarios y miembros de organizaciones y de think tanks. “La idea era familiarizarnos con el modelo de toma de decisiones pública en Suiza, especialmente en proyectos que significan afectar grandes zonas”, explica Puchi, quien conoce este tipo de temas por partida doble. Por un lado, fue dirigente salmonero, una actividad que ha sido severamente criticada por su impacto ambiental. Pero, por otra parte, Puchi ha sido público opositor de HidroAysén, lucha que lo ha llevado a acercarse a Douglas Tompkins, quien a su vez se opone a la acuicultura en la zona.

En Suiza, Puchi pudo ver cómo el gobierno ha tomado decisiones de alto costo monetario en pos de otros beneficios, como la opción de cambiar el trazado de una carretera en el humedal de Grande Cariçaie. “Costó mucho más que lo que habría costado pasar por ahí de manera recta, pero ellos dicen que el costo es un solo elemento. ¿Cuánto vale la naturaleza que salvé?”, dice el salmonero.

-¿Qué le llamó la atención del modelo suizo?
-La posición de los dueños del proyecto, en general, es decir mira, lo que nosotros queremos es -y el sistema está hecho así- que uno llegue con una participación temprana, con un proyecto que lo va amoldando y mejorando -y siempre la palabra es mejorando- con las visiones y las opiniones de distintas partes de la sociedad donde yo voy a operar. Al final, nos demoramos harto tiempo, dicen, pero salimos con un proyecto que es relativamente bien consensuado, en donde cada uno ha tenido la oportunidad de opinar y de ser considerado. Eso es lo que le da la solidez, la estabilidad y la legitimidad a los proyectos. Y ése es un cambio notorio respecto a lo que tenemos en Chile.

-¿Es posible relacionar esto con la realidad chilena, que es tan distinta de la suiza?
-Hay que hacer una distinción entre nivel de ingresos. Suiza es tres veces más rico per cápita que nosotros. Pero, aún así, nos decían ‘nosotros tomamos esta decisión de salvar esto cuando teníamos un nivel de ingreso per cápita equivalente al que tiene Chile’. Yo siempre he tenido presente el tema medioambiental, pero al conocer casos como ésos a uno le queda mucho más claro que, como país y como empresarios, tenemos que gastar un poco más de tiempo en tener esta relación con las sociedades donde operamos en forma distinta. Hoy día claramente las comunidades están más informadas, están más conscientes de que tienen poder para opinar y ojalá que nosotros, los empresarios, y los modelos de decisión chilenos empecemos a actuar en forma preventiva y no apagando incendios, que es lo que hoy día estamos haciendo.

-Esta reflexión parece ser opuesta a lo que ha pasado en HidroAysén, tema que le toca muy de cerca.
-Yo creo que es así. A HidroAysén siempre lo vi como un proyecto ajeno a Aysén. Nosotros durante muchos años habíamos trabajado regionalmente para definir cuál es el futuro de Aysén y en todos los planes de desarrollo nunca estuvo presente la hidroelectricidad. Cuando llegó el proyecto en 2005 de parte de Endesa, fue en un estilo de imponer algo bajo el apellido de que es “un proyecto país”, con la amenaza de que Chile iba a quedar a oscuras, habiendo sufrido el corte de gas desde Argentina. Fue el intento de aprovechar un momento político para impulsar un proyecto que de todas formas iba a ser cuestionado. Casos como esos a lo mejor hubiesen sido mucho mejor entendidos por la comunidad si es que hubiera habido una participación que consulte algo que hoy día ya se está considerando en todos los sectores políticos, es decir, que hagamos una planificación de uso de cuencas. Que el país defina, en función de un interés global, y pensando en futuras generaciones, qué recursos naturales vamos a explotar y con qué tecnología. Y que sea  el sector privado el que los explote, pero dentro de un modelo donde el país defina y haya participación de las distintas regiones del grado de intervención que va a haber de sus recursos para los efectos de generar energía. Nadie discute que se requiere energía, pero el punto, cuando uno se va al extremo, es, si la demanda por energía es infinita, ¿vamos a intervenir todos los recursos que tenemos? ¿No vamos a preservar nada? ¿Quién hace ese análisis? La empresa privada sola no lo puede hacer. Tiene que hacerla el Estado con una visión más de largo plazo y eso es lo que falta en materia de energía. Y cuando se sigue insistiendo en la necesidad de energía y con todas las amenazas de entorpecer el desarrollo, yo creo que se da un análisis incompleto. El costo, el riesgo de exponer a una batalla campal en cada uno de los proyectos, genera lo que estamos viviendo.

-Usted ya ha mencionado un par de veces la idea de un empresario ciudadano, ¿cree que estamos frente a un panorama donde, por un lado están los movimientos sociales y, por otro, opuesto, están los empresarios?
-Se ha ido instalando un perfil del empresario de ese tipo, que hemos dejado que se cree por nuestra pasividad y nuestra prudencia. Nos da miedo como empresarios individuales emitir opiniones críticas, políticas o que pisen callos. Y la verdad es que hoy día, con los cambios que se perciben en el país, creo que estamos obligados a participar activamente en la discusión y que pesen los argumentos, que pese la información, que pesen los hechos. Yo siento que si uno ha construido, y no somos los únicos, por supuesto, en generar recursos públicos haciendo trabajo, también tenemos que opinar de la forma en que esos recursos se destinen, para que realmente lleguen a los que lo necesitan. Yo creo que el diálogo, el análisis diverso -y éste es un gran aprendizaje de nuestro viaje a Suiza- permiten entender al otro. Escuchar al otro con paciencia, y eso uno lo ve poco hoy día en nuestra sociedad.

 

MI AMIGO DOUG

Esta actitud dialogante de Puchi es la misma que lo acercó a Douglas Tompkins para evitar la construcción de HidroAysén. Sin embargo, en la edición de Qué Pasa de hace dos semanas, el ecologista estadounidense recordó el punto que originalmente los dividió, diciendo que a la acuicultura habría que eliminarla. Puchi dice que le dolieron esos términos: “Yo creo que Douglas Tompkins ha hecho una gran contribución para el país. Nos abrió los ojos de descubrir el diamante que teníamos en nuestro sur y él lo fue limpiando, lo fue mostrando y nos dio una clase de estética, de preservación que muchos la hemos seguido, pero no comparto este punto extremo donde él le da mucho más valor a la naturaleza y no a la gente”.

-¿Cómo le respondería?
-Ésta es una industria que es un motor muy importante de trabajo, de fuente de ingresos, de bienestar para 60 mil familias, que ha producido una tremenda transformación en el sur. Obviamente estamos preocupados de que el impacto esté dentro de ciertas normas y estándares que el país da, pero no puede pretender él que bajo un prisma de pura preservación esta región quede condenada a la pasividad. Hay mucha gente que vive de esto, que está conectada a la industria del salmón día a día, con todo el movimiento logístico, y que han transformado positivamente sus vidas. Ese balance entre naturaleza y gente tiene que estar en la mesa.

-¿Hablaron después de la entrevista?
-No he hablado -dice riéndose-. Seguramente después de que aparezca lo mío vamos a hablar. Douglas Tompkins es un hombre que le cuesta cambiar de opinión, pero tenemos diálogos francos y constructivos, cada uno en lo suyo. Este tema lo hemos analizado muchas veces. Yo mismo le he dicho que en la estancia Chacabuco hiciera cabalgatas, no trekking solamente. Los gauchos están acostumbrados a andar a caballo. Yo le decía que si se quiere ganar el aprecio de la gente de aquí, haga cabalgatas. Él tiene que adaptarse a eso. Se lo he dicho, porque creo que él podría tener un tremendo apoyo local si efectivamente se adapta más a lo que es la cultura, la tradición del gaucho patagónico.

-¿Siguen compartiendo la misma opinión sobre HidroAysén?
-Sí, yo creo que sí, pero le agrego un elemento algo más constructivo. El estudio de cuencas, este estudio país de cómo explotar los recursos hídricos, hecho por el Estado y con plena participación, aunque nos demoremos tiempo, es la herramienta que debemos usar. Eso nos falta. Y si efectivamente Aysén en alguna magnitud tiene que ser intervenido, y que sea efecto de un plan, con límites, yo creo que es de las cosas que nosotros deberíamos estar dispuestos a considerar cuando haya habido una discusión basada en el interés público y no en sólo empujar un proyecto específico.

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