Por Rosario Zanetta Febrero 20, 2014

El nombre de Araya generaba reacciones dispares en Banchile. Algunos lo veían como un tipo desagradable, demasiado irónico. Otros lo estimaban.  Lo que varios comparten es que tenía una habilidad especial para encontrar negocios, un olfato privilegiado.

En marzo de 2013, Cristián Araya visitó las oficinas de la SVS. Le pidieron  información de varias operaciones vinculadas con las sociedades cascadas que controlan SQM. “No me acuerdo”, respondió varias veces. En abril de 2012 había sido citado a declarar a la SVS y en esa oportunidad sí recordó. Para entonces era gerente de inversiones de Banchile, y en esa condición declaró.

Un punto clave para la defensa del ejecutivo será la línea argumental que seguirá Banchile en este caso. La corredora también debe presentar sus descargos ante el regulador y eventualmente podría apuntar al rol específico que jugó Araya en las transacciones con las sociedades cascadas.

En 1993, Cristián Araya llegó a Banchile como junior. Tenía 19 años, estaba en la universidad, y su trabajo en la corredora de Bolsa del grupo Luksic le permitía financiar sus estudios. Toda la vida había soñado con ser operador en la rueda, con ir a la Bolsa y transar acciones. Con el tiempo lo logró, convirtiéndose en uno de los ejecutivos más hábiles del mercado. Esos días de gloria y fama, sin embargo, hoy parecen parte del pasado. El 31 de enero, la Superintendencia de Valores y Seguros (SVS) formuló cargos en su contra como parte del caso cascadas. El ejecutivo, que por años se lució generando negocios, está hoy exclusivamente preocupado de preparar sus descargos, de defender su historia.

En las oficinas de Banchile, en el cuarto piso del edificio de Agustinas 975, el nombre de Araya generaba reacciones dispares. Algunos veían al ingeniero de ejecución en computación como un tipo desagradable, demasiado irónico, a veces maleducado. Otros lo estimaban. Él velaba por su equipo y algunos se sentían “protegidos” trabajando bajo su alero. Lo que varios comparten es que tenía una habilidad especial para encontrar negocios, un olfato privilegiado. “Por varios años fue él quien generó los mayores ingresos para la corredora de Bolsa”, comenta un ex miembro de Banchile. Otro ejecutivo señala: “Es un tipo brillante, sumamente inteligente, y en parte eso explica por qué fue teniendo una carrera cada vez más exitosa”.

Los cerca de 18 años que Araya trabajó en Banchile no pasaron en vano. Hasta mediados de los 90 ocupó varios puestos administrativos. Apoyaba la venta de dólares, la mesa de acciones. Era trabajo de oficina, mucho papeleo. A eso se dedicó hasta que se decidió a hacer el curso que la Bolsa de Comercio ofrecía para quienes querían ser operadores. Así empezó su historia en la rueda. 

EL PRIMER SALTO

Un ejecutivo que conoce por dentro el mundo bursátil cuenta que, originalmente, Araya fue destinado por Banchile al redondel tres de la Bolsa de Comercio, donde los operadores compraban y vendían las acciones menos líquidas del mercado, las menos visibles. Era 1995. Lo habitual era empezar ahí y luego pasar al redondel dos y así hasta llegar al uno, el más importante. Pero los directivos de la corredora captaron su pericia y le dieron una oportunidad poco común. Araya dio así el primer salto y, sin pasar por el segundo escalón, llegó directamente a la rueda principal, la más grande, donde se cotizaban las acciones chilenas con ADR en el extranjero y donde operaban los players más experimentados del mercado.

Luego fue subgerente de trading y arbitraje, empezó a manejar la cartera propia de Banchile, las inversiones de la compañía. En la competencia reconocieron su talento y por un periodo breve se fue a Deutsche Corredores de Bolsa a hacer lo mismo, pero ganando más.

Araya volvería a Banchile al cabo de un tiempo, pero en otra categoría. Antes de la primavera de 2006, se había convertido en el gerente de inversiones de la corredora, uno de sus principales cargos ejecutivos, lo que generó roces con otros gerentes y funcionarios. Más allá de los conflictos, quedó a cargo de las mesas de renta fija, de renta variable y de dólares. Las fuerzas de venta de acciones, bonos y monedas estaban bajo su tutela y sus clientes cada vez eran más importantes: interactuaba a diario con los family office, con los clientes de alto patrimonio que eran activos en el corretaje y también con las AFP y otros inversionistas institucionales.

Un ex compañero de Araya en Banchile cuenta que, aunque apenas hablaba inglés, se las arreglaba para conversar con altos ejecutivos de bancos de inversión extranjeros. Que se fue haciendo contactos y que se ganó la confianza de algunos grandes empresarios locales. “La relación, por ejemplo, con Julio Ponce y Aldo Motta -presidente de SQM y el gerente de las sociedades cascadas respectivamente- la llevaba al principio una de las ejecutivas, pero, con el tiempo, Araya se fue metiendo y los fue conociendo”, cuenta un funcionario de la mesa.

Por ese entonces, Banchile lideraba el mercado de acciones y sus utilidades bordeaban aproximadamente los $10 mil millones, varios de los cuales eran, en parte, generados por Araya, a quien sus detractores apodan “Canalla” en el mercado. Fueron estas grandes operaciones las que le valieron más cercanía con la primera línea de la corredora.

“La mayoría de las operaciones que yo efectuaba las informaba a mi jefe directo en Banchile, Jorge Rodríguez, quien era el gerente general”, declaró el ejecutivo según consta en un expediente de la SVS. Eso no sucedió únicamente durante la gerencia de Rodríguez. Entre 2003 y 2008 el gerente de la compañía era Francisco Armanet. Al principio, Araya contaba con su confianza. Sólo al principio.

UNA SITUACIÓN CONFUSA

Para fines de 2007, la cercanía de Araya y Armanet se había terminado. A través de un correo electrónico, que circuló dentro de Banchile, el gerente general tuvo que explicarles a los trabajadores de la corredora una confusa situación que ocurrió días antes. En ese entonces, Araya manejaba la cartera propia de Banchile, una cuenta donde estaban las inversiones que la misma corredora hacía en el mercado. Como lo que estaba en juego eran los recursos de la empresa, los ejecutivos que la administraban debían seguir ciertas normas fundamentales. Una de ellas era no sobrepasar un determinado límite de inversión, es decir, no apostar en el mercado más de un monto predefinido. Por lo menos en una oportunidad Araya quebrantó esa regla, cosa que algunos gerentes supieron. La noticia empezó a circular en Banchile y por eso Armanet decidió llamar a Araya a su oficina. Una vez ahí, le pidió que dejara la corredora, noticia que fue recibida con pesar por algunos integrantes de la mesa.

La salida del ejecutivo se alcanzó a hacer pública. Circuló primero en comunicaciones oficiales, luego en la prensa. Sin embargo, tras anunciar la partida del hombre fuerte de la mesa, Armanet decidió echar pie atrás. Un trader asegura que en el cambio de opinión del entonces gerente general pesó una recomendación del directorio del banco -y en particular de Andrónico Luksic-, a favor de la reincorporación del ejecutivo.

Otra versión es la que sostienen dos ex ejecutivos, quienes apuntan que el directorio, teniendo en cuenta el gran volumen de operaciones que Araya hacía constantemente, decidió hacer vista gorda de la operación y dejó a Armanet en libertad de acción respecto de la reincorporación del  bróker. Lo concreto es que Araya se quedó en la corredora, noticia que fue leída en el mercado como una señal de respaldo a la gestión del ejecutivo.

En 2008, Armanet dejó la corredora, aduciendo problemas personales. Araya siguió operando.

 

APARECIÓ MARZO

La tarde del 14 de marzo de 2013, Cristián Araya visitó las oficinas que la SVS tiene en la Alameda. Tres funcionarios del servicio lo habían citado para interrogarlo, pero fue poco lo que él les contó. Le preguntaron por su carrera en Banchile, le pidieron detalles de su trabajo e información de varias operaciones vinculadas siempre con las sociedades cascadas que controla SQM. “No me acuerdo”, respondió varias veces. Después de las seis de la tarde, Araya se fue. Para ese entonces la institución ya había empezado la investigación por el escándalo bursátil y el nombre del ejecutivo circulaba en la SVS.

Un año antes, Araya ya se había enfrentado al regulador. En abril de 2012 también había sido citado a declarar y en esa oportunidad sí recordó. Para entonces todavía era gerente de inversiones de Banchile y en esa condición declaró ante la SVS. “A fines de marzo de 2011 una de las empresas del grupo Soquimich, esto es Inversiones Global Mining, le encomendó a Uds. vender 5 millones de acciones serie A de SQM. Describa todos los pormenores de esa operación”, le inquirieron los funcionarios de la SVS.

Araya respondió que, según lo que recordaba, había un comprador y un vendedor para ese paquete de acciones. Aseguró que el fondo Linzor “quería hacerse una pasada a un porcentaje bajo y vender las acciones rápido”, acciones que a su vez antes vendería Aldo Motta, entonces gerente de algunas de las sociedades cascadas. Araya, según declaró a la SVS, le comentó al vendedor la idea de Linzor; éste se habría enojado y le habría dado la orden de volver a comprar los papeles, en una operación que se hizo a través de la Bolsa Electrónica.

Los detalles detrás de la compra y venta de estas acciones han sido explicados por los distintos involucrados en la operación ante distintas instancias, dando versiones diferentes sobre cómo se gestó el negocio. Quien también ha declarado al respecto es Ricardo Marín, gerente de operaciones de Banchile, quien sostuvo que Linzor pagó a la corredora un monto en torno a los $27 millones más IVA por concepto de comisión y que a su vez, tras la venta de los paquetes a la sociedad Oro Blanco, ésta canceló casi $34 millones más IVA bajo el mismo motivo.

Más allá de los ingresos que la operación significó para Banchile, es esta transacción la que tiene hoy a Araya enfrentado con la superintendencia, la cual el pasado 31 de enero decidió formular cargos contra el ejecutivo por la presunta infracción al inciso 2 del artículo 53 de la Ley del Mercado de Valores por operaciones hechas en 2009, 2010 y 2011. Según ésta, “ninguna persona podrá efectuar transacciones o inducir o intentar inducir a la compra o venta de acciones (…) por medio de cualquier acto, práctica, mecanismo o artificio engañoso o fraudulento”. Igual suerte que Araya corrieron Banchile, Citigroup, su representante legal, Fabio Gheilerman, y el fondo Linzor y su representante, Canio Corbo. A Aldo Motta, por su parte, la SVS le formuló este y otros cuatro cargos más, unos meses antes.

EN DEFENSA PROPIA

El mismo día en que se hicieron públicos los cargos, Araya hizo otro anuncio al mercado. A las cuatro de la tarde y a través de un hecho esencial, dio a conocer que dejaría la presidencia y el directorio de Tanner, corredora de Bolsa a la cual ingresó como socio en julio de 2012 junto con dos ex compañeros suyos de Banchile: Jorge Lama y Rodrigo Martin.

“A raíz de los cargos que se formularon esta tarde en contra de varias instituciones financieras y hacia mí, como gerente de inversiones de Banchile Corredores de Bolsa por operaciones bursátiles durante los años 2009 al 2011, presenté mi renuncia a la presidencia y al directorio de Tanner Corredores de Bolsa. La misma fue aceptada por su directorio. La decisión fue tomada para dedicarme, en el corto plazo, exclusivamente a la preparación de mi defensa”, argumentó el ejecutivo a través de una declaración pública.

Precisamente este miércoles Araya presentará sus descargos ante el regulador, defendiendo el actuar que tuvo en las operaciones cuestionadas. Según sus cercanos, desde que le formularon cargos ésta ha sido su única preocupación. “Se le ve tranquilo, pero la procesión va por dentro”, comenta un ejecutivo que lo conoce.

Un punto clave para su defensa será la línea argumental que seguirá Banchile en este caso. La corredora también debe presentar sus descargos ante el regulador y eventualmente podría apuntar al rol específico que jugó Araya en las transacciones con las sociedades cascadas. Consultados al respecto, en Banchile no quisieron emitir declaraciones. De todos modos, conocedores del caso aseguran que es poco probable que la estrategia de la empresa del grupo Luksic sea atribuir a Araya toda la responsabilidad de las polémicas operaciones.

Por lo pronto, Araya ya fichó al abogado Manuel Garrido para liderar su defensa, en un proceso que podría durar meses. Durante ese tiempo ha preferido mantenerse fuera de la rueda, aunque la Bolsa, según comenta uno de sus cercanos, la sigue llevando en la sangre.

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