Por Emilio Maldonado, desde Montevideo Marzo 27, 2014

© Christián Rodríguez

Comenzó a imitar el modelo rioplatense en las rutas entre Escocia e Irlanda, Francia e Inglaterra, Dinamarca y Noruega, y en el mar Báltico. En España unió las rutas Barcelona-Palma de Mallorca y Algeciras, al sur de la península, con Ceuta, al norte de África.

Entre sus planes está consolidar la ruta aérea y comenzar a sumar nuevos destinos en Sudamérica. Colombia y Perú aparecen como potenciales destinos. “Queremos ser una compañía importante”, dice López Mena. “Si eso me toma otros 35 años, se hará así”.

Asiento 1 A. El vuelo BQB 613 transita sin contratiempos sobre Argentina con rumbo a Santiago de Chile. Al interior del Airbus 320, con capacidad para 200 pasajeros, pero que hoy vuela con apenas unos cincuenta, va sentado en primera fila, y junto a la ventanilla,  Juan Carlos López Mena (72). Desde que la aerolínea BQB inició operaciones entre Montevideo y la capital chilena a fines de 2013, el septuagenario empresario cruza regularmente la cordillera. No por placer, sino por trabajo: apenas sube al avión saluda a las auxiliares de vuelo, les pide hablar con la tripulación y, una vez en la cabina, se presenta como el dueño de BQB.

Luego de varios intentos por armar una compañía aérea, finalmente en 2010 el empresario argentino, radicado en la capital charrúa desde hace 18 años, formó BQB, la aerolínea de bajo costo que une Uruguay con Brasil, Paraguay, Argentina y recientemente, con Chile. 

En este último lugar, mercado dominado por LAN Airlines, la firma uruguaya es aún desconocida. También lo es la historia de su fundador, un empresario que partió como aseador en una fábrica de camisas a los 13 años, y que hoy es dueño de la mayor flota de transbordadores que recorren el Río de la Plata entre Argentina y Uruguay, Buquebus; una empresa láctea en Uruguay, un astillero y un imperio de turismo que incluye rent a car, flota de buses, agencias de viaje y, recientemente, un brazo inmobiliario que pretende cambiar la cara al borde costero de Montevideo. Todo en manos exclusivamente de su familia, pero que en el corto plazo podría cambiar, si prosperan los planes de abrir parte de la propiedad a la Bolsa.

UN EMPRESARIO ADOLESCENTE

Cuando el padre de Juan Carlos López murió, él apenas tenía 13 años. Siendo el mayor del clan debió abandonar el colegio y buscar empleo para mantener la casa familiar. Lo encontró en una fábrica de camisas de Buenos Aires, donde partió como junior a cargo del aseo. Con el correr de los años fue ascendiendo, hasta que a los 19, y ya habiendo llegado al cargo de gerente general, decidió renunciar y armar su propia empresa en el mismo rubro. En eso estuvo cuatro años, hasta que su antiguo jefe le ofreció comprar la propiedad de la camisería donde se había formado. Él, con ahorros en sus bolsillos, se quedó con la fábrica por los próximos 15 años.

Luego vendría el golpe de Estado en Argentina. Hoy, desde su oficina en Montevideo desde donde domina la bahía, recuerda que ése fue el origen de su imperio naviero. Con los militares en el poder, Argentina liberalizó su economía, abriendo las fronteras a las importaciones. “Comenzaron a llegar camisas que a nosotros nos costaba hacer 30 pesos y entraron al país por cinco. No sólo mató a la industria de camisas, sino que vino el cierre de industrias, astilleros, etc. Mirando ese panorama, pensé que lo único que se iba a salvar eran las empresas de servicios”, recuerda López Mena.

En uno de sus tantos cruces a Colonia del Sacramento, en Uruguay, donde tenía un campo, se fijó que podía iniciar una nueva empresa. Decidió vender la firma textil y comprar una embarcación de 1938 que estaba a punto de ser desarmada.

Así nació, hace 35 años, Buquebus.

Mientras él ayudaba en la navegación del ferry, que en ese entonces no transportaba a más de 40 personas por fin de semana, su madre y hermana se encargaban de la comida; su esposa de vender los tickets y otros cinco empleados fueron los responsables de la operación de la empresa. Hoy son más de 1.700 los trabajadores, la mitad de sus diez hijos (López Mena ha tenido tres matrimonios) ya están involucrados en la administración, y de 40 personas transportadas pasó a más de 3,5 millones por año. El Río de la Plata es hoy una de las rutas fluviales más demandadas del mundo y Buquebus, el mayor actor.

Pero dominar las aguas del Río de la Plata no fue fácil. Con la construcción de un puente sobre el río Uruguay muchos competidores de López Mena se salieron del negocio, apostando por el transporte terrestre, que prometía ser más rápido que los antiguos barcos. Él no optó por uno u el otro: tomó los dos. Compró una flota de buses y los subió a los ferry: cruzar de un país a otro se transformó en un medio rápido y más seguro que el tránsito por carretera y más barato que los vuelos desde Aeroparque hasta Carrasco, sede del terminal aéreo charrúa.

 De ahí la historia del adolescente fabricante de camisas se transformó en la de un navegante. Comenzó a imitar el modelo rioplatense en las rutas entre Escocia e Irlanda, Francia e Inglaterra, Dinamarca y Noruega, y en el mar Báltico. En España creó Buquebus España y unió las rutas Barcelona-Palma de Mallorca y Algeciras, al sur de la península, con Ceuta, al norte de África.


A la izquierda, Juan Carlos López Mena en la cubierta del yate “Doña Francisca”. Arriba, a la derecha, el buque Francisco Papa, el más moderno de la flota de Buquebus. Abajo, parte de la flota de aviones de corto alcance con los cuales BQB une Montevideo con el sur de Brasil, Asunción y Buenos Aires.

 

EL DESPEGUE

Mientras Juan Carlos López Mena repasa su historia empresarial, a pocos metros de su oficina, en una de las dársenas del muelle, cinco trabajadores pulen la cubierta de un lujoso velero. De fibra de carbono, para hacerlo más liviano, y forrado en madera de caoba, el “Doña Francisca” -en honor a su abuela materna- se prepara para ser entregado a su dueño. López Mena se saca sus zapatos negros y, pasando por un costado de los trabajadores, recorre la cubierta. Ésta será su embarcación más preciada. No por su costo, sino por su significado: el “Doña Francisca” será el primer producto que el nuevo astillero de López Mena botará al mar. “Me gusta navegar y quise hacer un velero con todos los lujos posibles. Éste no se hizo para mi uso, sino para mostrar a los interesados, a los empresarios de todo el mundo, de lo que somos capaces de hacer. Tiene una eslora de 52 metros y está equipado con la última tecnología. Si alguien quiere comprarlo, que nos llame”, remata el argentino, también nacionalizado uruguayo, que rehúsa anunciar el precio de venta. Tampoco habla de cuánto factura su holding al año, aunque cifras extraoficiales van desde los US$ 200 millones hasta los US$ 500 millones, al incluir todas sus compañías en los distintos rubros.

Donde no esquiva preguntas es sobre su más reciente adquisición: un ferry, capaz de hacer la ruta Montevideo-Buenos Aires en apenas dos horas. Totalmente propulsado por gas natural, el buque “Francisco Papa” no sólo es la insignia de la flota naviera (costó unos US$ 150 millones), sino también marcará el debut del grupo en este tipo de combustible. “Nos hará más eficientes, porque no sólo contaminará menos; también bajará los costos de combustible”, explica.

El barco trae consigo un nuevo negocio para López Mena: entrar al rubro energético. En San Vicente, en la provincia de Buenos Aires, Buquebus construye una planta para licuar gas natural e inyectárselo a la flota. La apuesta es que todas las embarcaciones de la empresa operen con el nuevo combustible.

Y si el astillero y renovar la flota naval ya sumarán más trabajo al empresario, la línea aérea tampoco se queda atrás: a fin de mes llegará a Montevideo el nuevo Airbus 319, con el cual pretende cubrir las dos frecuencias diarias entre Santiago y la capital uruguaya. Luego del éxito -asegura que están en números azules- de sumar Chile a su portfolio, López Mena decidió comprarse un Airbus y dejar de arrendar el actual A320 a la española Vueling, con el cual está viajando entre ambas capitales. Entre sus planes está consolidar la ruta y comenzar a sumar nuevos destinos en Sudamérica. Colombia y Perú aparecen como potenciales destinos. “Queremos ser una compañía importante. Si eso me toma otros 35 años, se hará así”, bromea el empresario, fanático de salir, de vez en cuando, a andar en bicicleta por las calles de Montevideo. Ante la pregunta de si esquivaría a gigantes regionales como Latam y Avianca-Taca, dueños del tráfico aéreo sudamericano, López Mena es categórico y lanza un dardo a uno de sus rivales: “No me molesta la competencia, mientras no esté subsidiada por el Estado”, dice en clara alusión a Aerolíneas Argentinas.

El vuelo toca Santiago. López Mena entra a la cabina, se despide de los pilotos y baja las escaleras. Son las nueve de la noche y todas las mangas de Arturo Merino Benítez están ocupadas y el recién llegado debe detenerse alejado del terminal. Lo que sería visto como un inconveniente, para el empresario es visto como un sinónimo de que mucha gente viene a Chile. “Ustedes están haciendo bien las cosas. Ojalá no existiera la cordillera y así se nos pegara un poco de eso en Argentina”, remata López Mena. De fronteras, y de cómo cruzarlas, claramente sabe.

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