Por Rosario Zanetta Abril 24, 2014

© Maglio Pérez

(Arriba en la foto) De izquierda a derecha, los socios de Vai: Mauricio Perelló, Juan Ignacio San Martín, Andrés Swett y Juan José del Río.

Perelló suscribió un contrato de exclusividad con NatureWorks, una firma estadounidense que vende alrededor del mundo una resina hecha 100% con materiales renovables.

Apostarán también por llegar a clínicas y empresas mineras, donde no sólo se consume gran cantidad de agua, sino que además existe la posibilidad de recuperar las botellas para luego reciclarlas. De ahí que esta semana aprovecharan la vitrina de Expomin para presentar su producto.

Si año a año los geeks del mundo peregrinan a Las Vegas para asistir a la Feria Internacional de Electrónica de Consumo (CES) en busca de lo nuevo en tecnología, los devotos del plástico hacen lo propio cada tres años y parten en romería a Düsseldorf. La ciudad alemana organiza desde hace cuatro décadas la Feria K, un encuentro en el que miles de asistentes se empapan de las novedades del caucho y su proceso de fabricación.

En octubre de 2007,  Mauricio Perelló (38) estaba cursando un MBA en el Instituto de Empresa en Madrid y decidió asistir a la feria pensando que ésta le serviría para su tesis de posgrado. Por su formación como ingeniero agrónomo estaba interesado en temas agrícolas, y en particular quería enterarse de lo último sobre fábricas que desarrollaban resina útil para generar envases más sustentables. Llevaba meses estudiando el tema: pensaba hacer algo similar cuando volviera a Chile. Ya en Düsseldorf se dio cuenta que las compañías que producían este producto requerían de inversiones por varios millones de euros. No los tenía, y por eso decidió darle una vuelta a la idea. Pero volvió a España no sólo con el material necesario para su investigación, sino que además con un plan que, pensaba, podría convertirse en un emprendimiento personal: vender agua purificada y envasada en botellas hechas a partir de materias primas 100% renovables, como por ejemplo el maíz.  Ese emprendimiento está hoy ad portas de salir masivamente al mercado, tiene contratos firmados con cadenas del retail y se apronta para competir con los grandes.

De hecho, el agua Vai, el negocio que Perelló impulsó junto con otros tres socios, ya tuvo una especie de debut. El agua purificada y envasada en botellas especiales que comercializan fue la que tomaron los artistas que participaron en la última edición local del festival Lollapalooza. La ciencia no está sólo en el tratamiento del agua: los envases que las contienen tienen una cualidad especial: compostan en 80 días. En otras palabras, en cerca de dos meses esas botellas que, a simple vista tienen el mismo aspecto que una botella normal, pueden degradarse completamente y terminar convertidas sólo en agua, humus y dióxido de carbono.


EL SECRETO DEL MAÍZ

Agosto de 2013 fue un mes clave para el proyecto. Ya en Chile, Perelló recibió una noticia que ahora, dice, fue el puntapié inicial de Vai. Ese mes, el empresario suscribió un contrato de exclusividad con NatureWorks, una firma estadounidense que vende alrededor del mundo una resina hecha 100% con materiales renovables. Según explica la compañía, con sede en Nebraska, mientras los envases de plástico tradicionales se fabrican a partir del petróleo, la resina PLA que ellos comercializan está fabricada, entre otras cosas, con derivados de azúcares de plantas de maíz, caña de azúcar y residuos vegetales. El detalle fundamental consiste en que mientras las botellas tradicionales tardan incluso 500 años en degradarse, éstas sólo demoran 80 días en descomponerse.

Perelló, en realidad, prefiere decir que la suya es una “botella compostable”: un envase que en determinadas condiciones tiene la capacidad de degradarse completamente, como cualquier otro residuo orgánico. Para eso se requiere, eso sí, que la botella se someta a un tratamiento de compostaje industrial, un proceso que implica una temperatura estable de 60 grados y una humedad relativa del 80%. Bajo esas características y según lo avalan certificaciones internacionales con las que ya cuenta, la botella con la que está trabajando iniciaría su proceso de fragmentación en un plazo de 15 días y lograría su completa degradación en cerca de dos meses.

Ésa es la principal bondad de la resina PLA. La segunda, es que permite que el agua envasada sea libre de sodio y de algunos aditivos como los ftalatos y BPAs, compuestos químicos que se usan para darle mayor flexibilidad al plástico y en determinadas cantidades pueden resultar nocivos. Mientras los ftalatos están asociados, según la Clínica Mayo, a problemas de fertilidad, los BPA pueden incrementar el riesgo de cáncer. Por eso en algunos países, como en los de la Comunidad Europea, la presencia de estos elementos está regulada; en Chile, no.

El problema es que precisamente por sus atributos, la resina PLA es más cara de producir que el plástico, lo que para el proyecto suponía un desafío a la hora de competir en precio con los otros agentes del mercado. Aun así quisieron arriesgarse, sobre todo porque si bien el valor es mayor, también es cierto que hace diez años el precio de esta resina era tres veces más alto que el que tiene hoy. Esa caída en el costo, según cuenta Perelló, está relacionada, por una parte, con economías de escala en la producción de la resina, pero también con una mayor demanda de la misma.

LA SOCIEDAD DEL AGUA
El proyecto ya tenía la materia prima que necesitaba; era la hora de buscar socios dispuestos a arriesgarse. Perelló, quien ya estaba totalmente dedicado al negocio, empezó a pensar en quienes conocía y tenían experiencia en las distintas áreas que tendría que crear. Fue así que contactó a tres amigos: Andrés Swett (38), Juan José del Río (38) y Juan Ignacio San Martín (37). Swett, gerente comercial de Emel; Del Río, gerente de Inversiones de Inder, y San Martín, abogado de Urrejola y Asociados; se sumaron como socios a Perelló y crearon un pacto de accionistas. Al poco andar realizaron el primer directorio de la empresa y resolvieron un tema fundamental: sabían que necesitaban financiar el proyecto, y eso requería del aporte de cada uno (cuyo monto los socios prefieren no revelar). Además, lograron que un banco les otorgara financiamiento por $90 millones como capital inicial.

De ahí en adelante vinieron meses en los que trabajaron no sólo en la estrategia de negocios, sino también en probar que la calidad de la botella se ajustara a lo que buscaban. Además, necesitaban un nombre.

Convencidos de que la característica principal de su negocio sería la sustentabilidad, buscaron palabras que se asociaran, por una parte, al medioambiente, pero, por otro lado, a lo local. Pensaron en distintas lenguas autóctonas: querían algo entre místico y ambiental y así fue como eligieron “vai”, término rapanui que significa agua.

EL SALTO A LA CANCHA
Por estos días, los socios de Vai se encuentran en etapa de negociaciones. Ya cerraron contrato con las tiendas Castaño y Ok Market, que comercializarán botellas de 500 cc sin gas en sus góndolas. Además, esperan concretar otros acuerdos para posicionarse en distintas cadenas de retail. Las metas van más allá: el proyecto espera lograr utilidades dentro de los próximos seis meses y cerrar 2014 con dos millones de botellas vendidas.

En esa línea, apostarán también por llegar a clínicas y empresas mineras, donde, según explica Perelló, no sólo se consume gran cantidad de agua, sino que además existe la posibilidad de recuperar las botellas para luego reciclarlas. De ahí que esta semana aprovecharan la vitrina de Expomin para presentar su producto y captar in situ el interés que genera.

Y aunque por ahora prefieren ser cautos, aseguran que el contar con la resina debiera además  permitirles a futuro explorar otro tipo de envases. También otras partes del país: llegar a las distintas regiones es otra de las intenciones del grupo.

Estos planes de reciclaje son en todo caso ambiciosos: en Chile, según datos del Ministerio del Medio Ambiente, las cifras de reciclaje de desechos son poco alentadoras. Según el órgano estatal, en el país se generan al año 16,9 millones de toneladas de residuos, de los cuales 6,5 millones de toneladas corresponden a desechos municipales. En parte por esto, uno de los focos estratégicos del ministerio ha sido la gestión de residuos sólidos, iniciativa en la que la cartera ha trabajado fomentando la política de las 3R: reducción, reutilización y reciclaje.

Una vez que el proyecto se afiance, los socios esperan poder expandirse a otros terrenos y no comercializar sólo agua purificada, sino que también incursionar en el negocio de las aguas saborizadas, los jugos y las bebidas isotónicas. Por ahora, están esperando ver los resultados de su debut. La siguiente preocupación será organizar una pequeña celebración. El brindis, seguro, será con agua.

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