“Mientras la producción agrícola cae, pasa a ser más cara. La carne tiene un costo cada vez mayor y la proteína vegetal, por ejemplo, debe competir con los biocombustibles”, señala Andrés Barros, de la Fundación Chile. “Ahí el mundo acuícola se presenta como una gran oportunidad”.
Cuando este 1 de abril se dio la alerta de tsunami en el norte de Chile, para la empresa Ecosea fue una oportunidad de demostrar su trabajo. Ese día, frente a la costa de Caldera, la jaula que tienen con ejemplares de seriola -un apetecido pez también conocido como palometa o yellowtail- se hundió quince metros bajo el agua, para evitar las posibles olas. El sistema, que se puede activar desde un celular o computador, funcionó sin ningún problema. “Nuestra tecnología está hecha con mallas de aleación de cobre”, explica Rodrigo Sánchez, gerente general de la empresa. Este material mejora el proceso de mantención, pero, además, las jaulas de Ecosea tienen otros beneficios. “Se pueden sumergir y así hacer cultivos costa afuera”, dice Sánchez.
Lo de tener jaulas con peces en costas abiertas es algo que en Chile casi no sucede, pero podría cambiar. “Hoy toda la acuicultura está atochada en la X, XI y XII regiones, pero se están desaprovechando cinco mil kilómetros de costa”, dice Sánchez. Estos miles de kilómetros tienen el problema de que no están tan protegidos, pero la necesidad podría obligar a aprovecharlos.
“La acuicultura está siendo la actividad productiva alimentaria con más crecimiento a escala global. Comparada con la ganadería bovina, la agricultura o la producción de cereales, tiene un ritmo que supera a cualquier otro sector”, dice Alejandro Flores, especialista en el rubro de la FAO. Sólo en peces comestibles, en 2012 se llegaron a producir 66,6 millones de toneladas a nivel mundial, equivalentes a más de 137 mil millones de dólares. A pesar de que este crecimiento no es nuevo, ya que la acuicultura ha ido superándose año a año en toneladas obtenidas y en ventas desde hace décadas, para los próximos años se espera un gran hito: de acuerdo a la FAO, el consumo per cápita de peces de cultivo subiría en un 4,4% en 2014 respecto al año anterior, llegando a 10,3 kilos anuales. Esto implicaría que, por primera vez, la presencia de éstos en hogares y restaurantes superaría a los peces salvajes, cuyo consumo bajaría en un 1,5%. “Y América Latina tiene el potencial de expansión más importante en el mundo, por su superficie”, explica Flores.
“Para entender este fenómeno, hay que llevar esta discusión al terreno de los alimentos: la acuicultura se tiene que hacer cargo de la carencia de proteínas que va a haber en el mundo en las próximas décadas”, dice Andrés Barros, gerente de Alimentos y Biotecnología de Fundación Chile. “Tenemos un escenario bastante amenazante como humanidad”, advierte. De acuerdo a la FAO, la producción de alimentos deberá aumentar entre un 50 y 60% de aquí a 2050 para satisfacer las necesidades que tendrá el mundo; sin embargo, la superficie agrícola ha ido cayendo año tras año. “Y, mientras cae, la producción pasa a ser más cara. La carne tiene un costo cada vez mayor y la proteína vegetal, por ejemplo, debe competir con los biocombustibles”, señala Barros. “Ahí el mundo acuícola se presenta como una gran oportunidad, porque sí existen las tecnologías para su desarrollo y, al mismo tiempo, la pesca extractiva está cada vez más agotada”.
Mientras tanto, empresas como Ecosea están a la espera de que estas tendencias también impliquen un cambio en la industria. “Nosotros nos hemos ido adelantando a los tiempos, porque sabemos que el cultivo de los peces se va a tener que dar de manera mucho más intensiva, no sólo en Chile, sino en el mundo”, dice Rodrigo Sánchez. “Y vamos a tener que estar en zonas expuestas. Se va a tener que cultivar cinco o seis millas hacia afuera”.
LA EXPERIMENTACIÓN CHILENA
Haber cambiado el verde del sur por el desierto del norte no fue lo único que Daniel Elton transó cuando con su familia y sus socios decidieron instalarse en la Tercera Región. También cambió la especie con la que trabajaba: después de casi treinta años en los salmones, su hijo Daniel, quien es ingeniero en pesca, le aconsejó trabajar con la seriola. Cuatro años tuvieron que pasar desde que vendieron su empresa Salmones Andes a Ramón Eblen para que finalmente en 2006, junto con la familia Lacámara, formaran Acuinor en Caldera. Como Elton era experto en los salmones, peces de agua dulce traídos desde Alaska, tuvo que comenzar estudios profundos en la seriola, una especie nativa de Chile. La Universidad de Antofagasta y la Fundación Chile en Tongoy ya habían realizado cultivos de este pez, pero sólo a nivel experimental. Acuinor fue la primera empresa privada en meterse en este rubro. “No nos dio susto porque también fuimos pioneros en el salmón. Somos empresarios y los empresarios toman riesgos”, explica Elton. Actualmente, se encuentran en la etapa de reproducción, en la que se producen juveniles de un gramo y se exportan a Alemania. Además, están construyendo estanques en tierra, donde pretenden engordar a los peces chicos hasta que lleguen a pesar 4 kilos y medio, el cual es el tamaño comercial.
Presente en toda Latinoamérica, Sudáfrica y Australia, la seriola cumple con las características básicas para que sea exitosa, según explica Andrés Barros, de Fundación Chile: “Primero, es una especie que tiene mercado desarrollado, se consume; segundo, es endémica de varios países, lo que hace que, tanto desde el punto de vista del comprador externo como del exportador, tiene alternativas para ampliar la producción; y, tercero, tiene un nombre universal”. Lo que se daba perfectamente con el salmón -conocido en gran parte del mundo con el mismo nombre-, pasa también con la seriola, aunque en los sushi bars del primer mundo es llamado yellowtail.
El trabajo con la seriola es uno de muchos intentos en Chile por ampliar el campo de la acuicultura nacional, hasta hoy centrada en el salmón. Éste llega a representar el 63,7% del valor total de las exportaciones pesqueras y acuícolas en el país. “Estamos trabajando con Corfo en materias de diversificación de especies. Tenemos que desarrollar las investigaciones necesarias para disponer de más especies que estén en condiciones de ser cultivadas por los pescadores artesanales en los distintos lugares del país”, sostiene el subsecretario de Pesca y Acuicultura, Raúl Súnico.
Los expertos de la Fundación Chile son líderes en esta experimentación. En 1981 impulsaron la consolidación de la salmonicultura, y ahora quieren repetir la historia incentivando a que se desarrollen cultivos de otros pescados. En el centro acuícola de Tongoy se está trabajando con tres especies de pescados y un marisco. “Una es la corvina”, explica el director ejecutivo de este centro, Axel Klimpel. “Se inició oficialmente en 2011. Faltan todavía seis años y la idea es que esté la tecnología lista para entregárselo al sector privado”. Con la seriola, por su parte, ya se podría hacer la transferencia tecnológica. También han experimentado con congrio dorado, el cual lograron reproducir en cautiverio hace dos años por primera vez en el mundo. En cuanto a la navaja, se está realizando un proyecto de producción y engorda.
Otras instituciones están realizando trabajos similares. Por ejemplo, la Universidad Católica del Norte comenzó en 1989 a estudiar el lenguado; una vez que lo terminó, logrando la reproducción de ellos sin problemas, comenzó a buscar otro pescado, pero que fuera del gusto de los chilenos. La cojinova fue la opción. Los programas de cultivo de ella están redactados, por lo que cualquier interesado ya la puede cultivar.
La Universidad Austral de Valdivia también ha incursionado en esto, experimentando con la centolla, el pulpo y las macroalgas.
Con todo lo anterior, la transferencia tecnológica a las empresas aún está por verse. Para Klimpel, la industria acuícola plantea complejidades: “La agricultura es algo conocido, está en nuestro ADN. Cultivar olivos o arándanos es algo mucho más fácil de entender: si estoy preocupado por ellos, voy al campo y los veo. La acuicultura genera incertidumbre, es más desconocida”. Sin embargo, Klimpel es optimista sobre lo que viene: “La demanda está buena, siempre va a existir y con el tiempo va a ir avanzando. Lo que necesitamos ahora son empresarios que se metan acá en el norte y les vaya bien”.
En el centro de investigación de la Fundación Chile, en Tongoy, están desarrollando la seriola y la corvina (arriba y abajo a la derecha). A la izquierda, las mallas de cobre de Ecosea.
“SALMONICÉNTRICOS”
Cuando los científicos de la Universidad Católica del Norte (UCN) quisieron tirar una balsa en la bahía de La Herradura, en Coquimbo, las cosas no fueron fáciles. Pero el problema no estaba en cultivar una especie como la cojinova, que aún no se trabaja a nivel comercial. El primer problema fue la burocracia. “Hay una serie de trabas para poner una balsa en el mar”, dice Héctor Flores, académico de la UCN. “Nosotros nos demoramos dos años para que nos autorizaran, y eso que era sólo una experiencia… El tema es que toda la legislación chilena es para salmones y con la misma vara que miden a los salmoneros, quieren medir a todos”.
En la Subsecretaría de Pesca están conscientes de este problema. “La normativa que hoy existe en Chile fue diseñada en función de los grandes salmones y fue potenciada en base a la crisis del virus ISA, lo que hizo que fuera muy exigente”, reconoce el subsecretario Súnico. “No está adecuada a una acuicultura de mediana escala”.
Entre septiembre y octubre, el gobierno espera tener una propuesta para que en el Congreso se cambie esta situación, con la idea de potenciar a medianos y pequeños acuicultores. Incluso ven a la pesca de cultivo como una posible solución a las dificultades que viven los pescadores artesanales. “Estamos haciendo un proyecto de ley que recoja las realidades de cada región”, comenta Súnico.
La regulatoria no ha sido la única influencia del éxito comercial y la masividad del salmón. Según los expertos, el empresariado espera de estas nuevas especies las mismas propiedades y beneficios que tuvo con los salmones. “Creo que estamos muy salmonizados”, sentencia Andrés Barros, de la Fundación Chile. “Ésta es una industria muy grande, lo que te lleva a sacar ciertas conclusiones, muy sesgadas por la escala que ha tenido el salmón. Pero es importante acordarse que también existe la acuicultura de nicho. Se puede ganar escala en más de una especie. Ahí se puede lograr volumen”, advierte.
Mientras tanto, Acuinor sigue trabajando en la seriola y en Fundación Chile dicen que han tenido acercamientos con varios empresarios. En la Universidad Católica del Norte, en tanto, con esa pequeña y solitaria jaula en la bahía de La Herradura, dicen que no les ha ido mal. “Nosotros, con ayudantes y estudiantes, somos capaces de producir una tonelada y media por año”, dice el profesor Héctor Flores. “¿Cómo una empresa no va a ser capaz de producir más si va a estar dedicada sólo a eso?”.