Por Rosario Zanetta Noviembre 6, 2014

Hasta las oficinas del Ministerio del Trabajo, en la esquina de calle Huérfanos con Teatinos, han llegado en las últimas semanas varios líderes de los principales grupos económicos del país. Queda sólo un mes y medio para que se cumpla el plazo -autoimpuesto por el gobierno- para que el Ejecutivo presente su “agenda laboral”. Por esto, en las últimas semanas la ministra de la cartera, Javiera Blanco, ha fijado en su agenda -y bajo estricta reserva- encuentros privados con cada uno de ellos para escuchar sus posturas y aprensiones respecto de lo que algunos consideran la cuarta reforma del gobierno de Michelle Bachelet.

Uno de los últimos en acudir a la torre del ministerio fue el presidente ejecutivo de Sigdo Koppers, Juan Eduardo Errázuriz, quien se reunió con la ministra la semana pasada. Sin embargo, el empresario no ha sido el único. Otros, entre ellos el presidente de Bicecorp, Bernardo Matte; el vicepresidente del Banco de Chile, Andrónico Luksic; el gerente general corporativo de Cencosud, Daniel Rodríguez; y el director ejecutivo de Forus, Alfonso Swett, han intercambiado opiniones con la ministra. Incluso, algunos de ellos, lo han hecho en más de una oportunidad. A ellos se suman las constantes reuniones con el líder de la CPC, Andrés Santa Cruz, y de la Sofofa, Hermann von Mühlenbrock.

Quienes se han reunido con ella aseguran que les ha confesado estar empeñada en un solo objetivo: lograr tender puentes entre el empresariado, los gremios y los sindicatos para que el borrador de la agenda laboral -que actualmente redacta el abogado Roberto Godoy (PS), ex jefe de gabinete de Osvaldo Andrade- esté respaldado por el mayor consenso posible. El gobierno busca evitar un nuevo frente de conflicto, sobre todo en tiempo de turbulencias, cuando la desaceleración económica y la caída en la aprobación de la presidenta se han apoderado de los titulares.

Por esto ha ido construyendo una relación con el mundo sindical. En la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), destacan que en los múltiples encuentros técnicos que han sostenido con ella y su equipo, han podido hablar con franqueza a pesar de tener visiones encontradas en algunos puntos fundamentales. Pero más allá de su buena llegada, hay una pregunta que los distintos actores involucrados todavía no se atreven a responder: cuál será finalmente el contenido del proyecto del Ejecutivo, qué matices recogerá y, por lo tanto, cuántas de las promesas que la titular de la cartera ha hecho, tanto en público, como en privado, se verán reflejadas en el texto que el gobierno enviaría durante los próximos días al Congreso.

MOLESTIA EN LA CUT
Cuando Michelle Bachelet nombró a Javiera Blanco como ministra del Trabajo, su nombre no fue del todo bien recibido al interior de la CUT. “Su trayectoria profesional no era de mi agrado”, comenta hoy Nolberto Díaz, vicepresidente de la entidad, en alusión a su trabajo como directora ejecutiva de la Fundación Paz Ciudadana -ligada a Agustín Edwards y donde conoció a varios de los grandes empresarios- y a su falta de experiencia en los temas laborales. Sin embargo, actualmente Díaz reconoce que Blanco logró sensibilizarse con los asuntos del sector. “Es aplicada, seria y responsable”, comenta el dirigente.

La relación de Blanco con la organización poco a poco fue prosperando, hasta lograr los niveles de diálogo que mantienen hoy. En la CUT aseguran que la titular de Trabajo tiene contacto permanente con las distintas facciones que coexisten al interior de la multisindical y que en más de una ocasión se ha reunido de manera simultánea con sus tres líderes: su presidenta, Bárbara Figueroa (PC), Arturo Martínez (PS) y el propio Díaz (DC).

Blanco tiene claro el rol gravitante que tiene la CUT. En sus encuentros con los empresarios, les ha planteado que si bien en algunos casos la entidad tiene posturas diferentes, éste sigue siendo el mejor canal para entenderse con los sindicatos. De hecho, uno de los empresarios que ha participado de los encuentros con la ministra, asegura que a ésta le preocupa el surgimiento de grupos anarco-sindicalistas, que puedan controlar sindicatos importantes como ya ha ocurrido en algunos puertos. Por ello insiste en reforzar las relaciones con la CUT.

Pese a la lectura de la ministra, en la entidad sindical están conscientes de que la reforma que promueve el Ejecutivo no es la que ellos habrían impulsado: Michelle Bachelet comprometió nueve puntos clave a perfeccionar en el mercado laboral, mientras que ellos han puesto sobre la mesa una agenda más ambiciosa, con 25 propuestas que implicarían una reforma más amplia al Código del Trabajo.

Ello explica los ánimos crispados que hay entre ambas partes desde la semana pasada. En una conferencia organizada por la Universidad Adolfo Ibáñez, la ministra, según comentó luego la presidenta de la CUT, instaló dudas sobre los temas que la multisindical daba por zanjados con el ministerio, como por ejemplo, la negociación interempresa. Si bien en la Central valoran que el gobierno avance en la línea de fortalecer a los sindicatos y la negociación colectiva, aseguran que los cambios laborales son un “avance en la medida de lo posible” y no una reforma de fondo al Código del Trabajo.

Pese a estas diferencias y a las críticas de sectores que esperaban una postura más audaz por parte de la titular de la cartera, su figura continúa siendo una de las mejores evaluadas del gabinete. En la última encuesta Adimark su aprobación llegó al 60%, mientras que sólo un 34% de los consultados dijeron rechazar su gestión. No es el único respaldo con el que Blanco cuenta. Y aunque algunos aseguran que mantiene diferencias con el titular de Hacienda, desde el gobierno comentan que, por el contrario, la ministra es cercana a éste, como también a Álvaro Elizalde, con quienes compartió funciones mientras se desempeñó como vocera del comando de Bachelet durante el segundo semestre de 2013.

Más aún, incluso hay quienes sostienen que Blanco fue una de las primeras cartas elegidas por Bachelet para integrar su equipo ministerial, no sólo por su desempeño como delegada presidencial en Tocopilla tras el terremoto de noviembre de 2007, sino que también su gestión como subsecretaria de Carabineros durante la primera administración de la mandataria. Prueba de la cercanía de Blanco con Bachelet es que la ministra fue uno de los nombres que la candidata barajó para convertirse en la generalísima de su campaña, cargo que finalmente asumió el actual jefe del gabinete, Rodrigo Peñailillo.

Otra muestra de la buena sintonía entre Blanco y Bachelet se dio el 27 de septiembre pasado, cuando la secretaria de Estado fue una de las pocas invitadas a la celebración privada de cumpleaños de la mandataria, realizada en su casa en La Reina.


Andrónico Luksic, Bernardo Matte y Alfonso Swett, son algunos de los empresarios citados por Blanco.

COMPLICADO DEBUT
El viernes 14 de marzo lo recuerda bien Javiera Blanco. A las 11:30 de la mañana, un grupo de dirigentes portuarios llegó hasta la torre del ministerio. Tres días después de haber asumido la secretaría de Estado, Blanco vivía su primer conflicto: los sindicalistas exigían que el nuevo gobierno cumpliera con el proyecto de ley que establecía el pago retroactivo de un bono por media hora de colación, que venían negociando desde enero con la administración de Sebastián Piñera.

El ex presidente les había prometido que habría una solución a través del Parlamento. Blanco, sentada frente a una decena de portuarios, tuvo que poner la cara: les dijo que el ex gobierno no había cumplido y que, a esa fecha, no había proyecto de ley. Fue un momento tenso, recuerdan hoy en el ministerio. Además de tener a los sindicalistas amenazando con un nuevo paro, en La Moneda se le abría el primer flanco a la debutante: no todos en el gabinete estaban convencidos de que había que asumir ese costo. Algunas carteras, como Hacienda e Interior, entendían esto como un conflicto entre privados, y por ende, que no había que desembolsar recursos públicos. Finalmente, Blanco logró sortear el conflicto y pactó un nuevo acuerdo con los sindicatos portuarios. Ésta fue su primera muestra de poder al interior del gobierno.

Quienes conocen a la ministra aseguran que en ese episodio se desplegaron dos de sus cualidades más características.

Según el senador Hernán Larraín (UDI), integrante de la comisión de Trabajo en la Cámara Alta y quien fue su profesor en Teoría del Derecho en la UC, Blanco era una alumna brillante, que llegaba con todo preparado a clases. Esa cualidad, de documentarse sobre cada tema, la hizo enfrentar a tiempo el conflicto portuario.

Otra cualidad demostrada fue su gusto por tender puentes y aunar posiciones. Tanto en el ministerio como en el Congreso aclaran que la ministra es de buscar equilibrios. Fue así como convenció a sus compañeros de gabinete que había que honrar el acuerdo de Piñera. Lo mismo al recibir constantemente a los portuarios, demostrando que sus oficinas en Huérfanos estaban abiertas para ellos.

En la Cámara ha mostrado la misma política, y gracias a la buena relación que mantiene con los miembros de las comisiones de Trabajo en ambas salas, Blanco ha logrado que diez de sus proyectos ya sean ley en menos de ocho meses. Sin excepción, la ministra viaja todas las semanas a Valparaíso. Por lo mismo, Blanco ha construido buenas relaciones con todos. Hernán Larraín afirma que la ministra cuenta con la confianza de la UDI, ya que “no es una secretaria ideologizada y entiende que se necesita a los empresarios y a los trabajadores unidos”.

Lo mismo opina el diputado de esa colectividad, Patricio Melero. El ex presidente de la UDI  valora la búsqueda de acuerdos que ha mostrado Blanco. “Ha logrado un buen diálogo con trabajadores y empleadores. Pero también una buena afinidad con Hacienda, cautelando entre ambos los derechos laborales, pero también la productividad”, precisa Melero.

Sin embargo, con el único de los parlamentarios que mantiene una relación distante es con Gabriel Boric, diputado que ha emplazado al gobierno a profundizar los ajustes en la agenda laboral. “Hay un trato formal, cordial, pero cuando se trata de incidir en proyectos, o de modificar el rumbo de ciertas propuestas del Ejecutivo, no ha habido mucho espacio”.

 En el ministerio precisan que a la secretaria de Estado le incomodaron las declaraciones del diputado magallánico cuando se despachó la llamada “Ley de nanas”, que regulará el trabajo de las empleadas de casas particulares. En esa oportunidad, Boric votó en contra del proyecto de la ministra, catalogándolo como “timorato” y un “avance en la medida de lo posible”.

PIZARRA EN MANO
La relación fluida con el Parlamento, con los empresarios y con sus propios compañeros de gabinete en La Moneda, también la ha cultivado con su equipo más cercano.

Los subsecretarios de Trabajo, Francisco Díaz (PS), y de Previsión Social, Marcos Barraza (PC), se han transformado en sus escuderos. Blanco los invita a cada reunión. Como señala Barraza, “tiene un liderazgo inclusivo, de que estemos al tanto de todo”. Según el subsecretario, que los tres tengan casi la misma edad, ha facilitado el entendimiento. En el gobierno subrayan la cercanía entre la ministra y sus subsecretarios, cosa que no necesariamente ocurre en otras carteras.

El mismo trato ha querido tener con los gremios. Tanto con la Sofofa como con la CPC mantiene canal abierto. La ministra se ha encargado de recalcarles a sus dirigentes, Hermann von Mühlenbrock y Andrés Santa Cruz, que pueden contactarla cuando lo necesiten. Y así ha sido. En ambos gremios reconocen que constantemente están llamándola o visitando sus oficinas en el centro. Sin embargo, pese a esa cercanía, aún existen ciertas dudas en cómo terminará esa relación: la agenda laboral ha sido vista por los empresarios con cautela, por el impacto que pueda tener en el empleo y en la productividad.

Por eso, y en medio de la elaboración del borrador de lo que será esa agenda laboral, la ministra reforzará su presencia en terreno, tal como les solicitó Bachelet a sus ministros el martes pasado. Según sus cercanos, Blanco siempre ha tenido una afición pedagógica, por lo que el llamado de la presidenta de salir más a la calle, no debiera ser una tarea difícil de cumplir. Más aún, en su entorno aseguran que es usual verla explicar temas complejos con pizarra en mano. Sea a trabajadores o a grandes empresarios.

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