Por Emilio Maldonado Diciembre 4, 2014

“Además de la expansión de la clase media, Brasil fortaleció su economía y sus instituciones a lo largo de los últimos diez años. Actualmente, tenemos un país maduro, más estable, con logros económicos y sociales bien establecidos”.

Este no será un año para celebrar en Brasil. Al menos no en lo económico. 2014 se cierra en el gigante sudamericano, principal economía de Latinoamérica y séptima a nivel mundial, como el de peor desempeño en los últimos cuatro ejercicios. Las cifras no dan tregua: el crecimiento proyectado para el cierre de año apenas supera el 0%, la inflación se escapa de la meta impuesta por el Banco Central y sobrepasa el 6,5%, y el déficit fiscal no afloja y ya equipara los magros resultados de 1997. En septiembre pasado los números rojos en la balanza fiscal alcanzaron los US$ 10.390 millones.

Con estas credenciales, la presidenta Dilma Rousseff enfrenta la transición a un nuevo período, el cual comienza el próximo mes. De cara al segundo tiempo, la mandataria ya ha mandado señales a los inversionistas: luego de doce años al mando del Ministerio de Hacienda, Rousseff anunció la salida del cuestionado Guido Mantega. En su reemplazo puso al banquero Joaquim Levy, proveniente del Bradesco, el segundo mayor banco privado de Brasil. Los habitantes de Itaim Bibi, el barrio de negocios de São Paulo, evidenciaron su esperanza en un nuevo giro hacia un mayor dinamismo. El Bovespa registró sucesivas alzas apenas se dio a conocer la noticia.

Atentos a las señales que dé el gobierno, y el nuevo ministro de Hacienda, están todos los empresarios. Entre ellos, los ejecutivos del banco más grande del hemisferio sur, el Itaú. Para Ricardo Marino (41), vicepresidente de la entidad financiera y parte de la familia con mayor número de acciones, el gobierno de Rousseff debe ajustar la política fiscal y necesita, según declara, promover las inversiones para retormar la senda de crecimiento, que Brasil parece haber abandonado en 2010, su último año de descollante desempeño.

Pese a estar poniendo sus fichas por casi todos los países de la región, con especial énfasis en Chile, mercado que maneja más de la mitad de los activos financieros que tiene el Itaú en Latinoamérica, Brasil sigue siendo el plato fuerte para Itaú. Y si el país anda bien, los resultados del banco también.

-¿Cómo enfrentan como Itaú este período de bajo crecimiento en Brasil?
-Tomando como referencia el crecimiento económico actual, Itaú Unibanco tiene una estrategia muy bien definida con tres prioridades. La primera, es el crecimiento sustentable, donde se destacan los negocios con menos riesgos, es decir, en carteras con garantías. Luego tenemos un foco en ingresos por servicios y seguros y, por último, controlamos los costos. Esta estrategia está teniendo éxito, ya que logramos reducir la volatilidad de nuestro resultado y alcanzamos niveles de rentabilidad superiores al 20%. Por lo tanto, pretendemos seguir actuando de esta forma en el futuro próximo.

-¿Cómo definiría el actual momento económico que vive su país?
-Brasil pasa por un período de políticas económicas en respuesta a importantes cambios en las condicionantes de su desempeño económico. Fuera de nuestras fronteras vemos un fuerte descenso del precio de los commodities que afectó a los dos principales productos en nuestra matriz de exportación: hierro y soja. También se suma una perspectiva de política monetaria más restrictiva por parte de la Reserva Federal (EE.UU.), en respuesta a la mejora de la economía estadounidense. Ambos factores están acordes con la devaluación del real. Internamente, la desaceleración del crecimiento tuvo un impacto negativo sobre el equilibrio fiscal. El gobierno se comprometió a mejorar el superávit primario, lo cual resulta necesario para fortalecer las finanzas públicas.

-Luego de la elección presidencial, el mercado está apostando a cambios de timón en las políticas económicas. ¿Cuáles debieran ser esas transformaciones para que Brasil reactive su economía?
-Ante un escenario externo menos favorable y la necesidad de ajustar la política fiscal, la economía brasileña necesita más inversión y un aumento de la productividad, para reavivar el crecimiento.
Una estrategia que reúna un ajuste fiscal que preserve la capacidad de inversión pública, mejoras en el marco regulador que faciliten la inversión privada, una devaluación controlada del real y un ajuste de los precios relativos que reduzca nuestro déficit externo tendrán muchas posibilidades de reactivar la economía sobre una base de crecimiento sustentable.

-Y ustedes, como sector bancario, ¿cómo se ven en ese escenario de cambios?
-El desarrollo del sector bancario requiere un ambiente institucional adecuado. Es decir, reglas simples, claras y que se implementen. En ese sentido, hay que seguir tomando medidas que reduzcan la burocracia y aumenten la seguridad jurídica. Tales medidas no benefician solamente a los bancos, sino a toda la economía.

-Cuando usted observa el Brasil de hace una década y el de ahora, ¿cuál es el mayor cambio en términos económicos?
-Además de la expansión de la clase media, Brasil fortaleció su economía y sus instituciones a lo largo de los últimos diez años. Actualmente, tenemos un país maduro, más estable, con logros económicos y sociales bien establecidos. El país obtuvo el grado de inversión. El régimen de metas de inflación está consolidado; la deuda pública viene siguiendo una trayectoria a la baja; la balanza de pagos está equilibrada y el cambio se encuentra libre para fluctuar. La gran puesta a prueba de la solidez de la economía brasileña se dio durante la crisis de 2008, de la que el país fue uno de los primeros en recuperarse.

-Respecto al surgimiento de la clase media en Brasil, ¿cuál es su pronóstico para el comportamiento de ese segmento en el futuro cercano?
-El nacimiento de la nueva clase media en los últimos años se debe a tres factores fundamentales: una mejora en los niveles de educación, gracias a la universalización de la enseñanza primaria y el aumento de los años de estudio. En segundo lugar, al crecimiento económico -resultado de reformas a nivel nacional y a un ambiente internacional favorable- que condujo a la expansión del mercado laboral y al aumento de los salarios reales; y en tercer lugar, a la introducción de los programas sociales que permitieron que una parte de la población tuviera acceso al mercado consumidor. Estos logros son permanentes y en ese terreno no habrá retroceso. Sin embargo, la mejora futura será más gradual. Primero, por cuestiones demográficas: la expansión de la fuerza de trabajo será más pequeña debido a la reducción del ritmo de crecimiento de la población. Segundo, la economía crecerá a un ritmo más lento.

-Chile, al igual que Brasil, está viviendo un lento desempeño económico. ¿Cuál es su análisis?
-La economía chilena viene pasando por un período de fuerte expansión a lo largo de los últimos años, en gran medida impulsada por inversiones en la minería y sectores afines. Además del alto precio del cobre, la liquidez internacional ayudó a componer las condiciones externas propicias para ello. Ahora el mundo está menos favorable. Con la desaceleración de China, el precio del cobre viene bajando. Además, es posible que las tasas de interés de Estados Unidos de largo plazo suban debido a la recuperación de la economía, y con ello se reduzca el flujo de capitales hacia América Latina. En ese contexto, la inversión en Chile se contrajo 7,8% durante los tres primeros trimestres de 2014, tras un crecimiento promedio de 8,8% en los tres años anteriores. Ese cambio provoca un impacto relevante en el empleo y la renta, y acaba por interferir en el consumo de las familias.

-En una de sus últimas presentaciones, habló de que uno de los negocios que quiere potenciar Itaú es el crédito hipotecario en la región. ¿Cómo ve las perspectivas de esa área?
-El negocio del crédito inmobiliario tiene gran potencial. En Brasil la relación entre la cartera de crédito inmobiliario y el PIB es tan sólo del 10%, muy por debajo del promedio de países desarrollados, en los que esta relación es superior al 40%. En otros países de América Latina, el porcentaje es aun más bajo, como en Colombia, donde se sitúa en el 4%. El mercado chileno, por otro lado, va por delante con un índice de penetración del 22%. Y aun así, presenta buenas oportunidades de crecimiento. Lo que está claro es que se trata de un negocio que seguirá creciendo por encima de la media de otros negocios durante los siguientes años.

-Itaú ya es el mayor banco del hemisferio sur. ¿Cuál es el próximo desafío?
-Nuestra meta es consolidarnos como actor regional en América Latina. En Brasil somos líderes entre los bancos privados y, una vez que se materialice la fusión con Corpbanca, adquiriremos representatividad en mercados estratégicos como Chile y Colombia. En el corto plazo, queremos integrar nuestras operaciones en ambos países. En el mediano plazo, continuaremos estudiando oportunidades de expansión en la región, y nos centraremos en el crecimiento orgánico en los lugares donde ya actuamos.

-Tras la fusión de Corpbanca, ¿cuáles son los planes para Chile y Colombia?
-Nuestra prioridad será la integración de los dos bancos. Enfrentaremos el gran reto de consolidar estas dos operaciones. Itaú Corpbanca será un banco con mayor escala y un excelente nivel de capital, lo que a nuestro entender nos permitirá crecer de forma sólida en Chile y Colombia.

-Anteriormente ha dicho que están atentos a oportunidades de expansión y ha hablado de mirar el mercado mexicano. ¿Tienen algo definido?
-Estamos poniendo en marcha una operación de corredora bursátil y banca de inversión en México. Nos interesa marcar presencia en un país que tiene un mercado con gran potencial de aumento de la penetración bancaria. De momento, estamos comenzando a operar con clientes institucionales y atentos a oportunidades futuras que puedan surgir para expandirnos en el segmento minorista.

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