Por Rosario Zanetta Enero 8, 2015

© José Miguel Méndez

Ya en el cargo, comenzó a experimentar en primera persona el rechazo que generaba la industria. “Felicitaciones por tu nuevo trabajo, pero a tu isapre la demando todos los años”, le dijo una vez una tía suya en plenas vacaciones a propósito del alza en los precios de los planes.

Un mensaje de texto anónimo intrigó a Gonzalo de la Carrera (52). “¿Todavía te gusta la U?”, decía. El ejecutivo le dio un par de vueltas y llegó a la conclusión de que el remitente tenía que ser un viejo amigo suyo. Para comprobarlo, respondió en clave: le mandó la alineación con la cual jugó la Universidad de Chile en el último partido que ambos habían visto juntos, varias décadas atrás.

El mensaje dio resultados. Efectivamente, al otro lado del teléfono estaba Carlos Heller, su ex compañero de colegio en el Craighouse -a quien había visto por última vez en octavo básico, cuando De la Carrera se fue de la institución-, y que ahora estaba convertido en un conocido empresario. El entonces director y hoy presidente de Azul Azul captó la respuesta y citó a su amigo de la infancia a una reunión a las 7 de la tarde en sus oficinas de la Torre Titanium. Irían a ver un partido de la U por la Copa Sudamericana y luego se pondrían al día con sus vidas.

Era marzo de 2012 y el ingeniero comercial de la UC estaba empeñado en volver al mundo laboral. Quería superar los durísimos años que se sucedieron tras la muerte de su hija Trinidad en Putre, mientras participaba del viaje de estudios del Colegio Cumbres. Necesitaba reinventarse. Para eso había conversado con algunos headhunters, les había contado de su experiencia como presidente para América Latina de Oriflame. Sin embargo, los procesos no estaban dando los resultados esperados. Se empezó a preocupar porque, aunque a esas alturas su familia tenía un buen pasar, sentía la necesidad de volver a trabajar.

Por eso en su reunión con Heller fue directo. “¿En qué estás?”, le preguntó el presidente de Bethia. “Buscando trabajo”, dijo de inmediato De la Carrera. Ese mismo mes se incorporó como gerente de Finanzas de Mega, canal que Heller había comprado sólo un par de meses atrás. “Desde el primer día de trabajo tuvo la humildad de decir que no sabía nada de televisión, pero que estaba dispuesto a aprender rápido y por eso pedía el máximo de información para ponerse a tono pronto”, cuenta una persona que trabajó de cerca con él en Mega.

Por un breve periodo, De la Carrera debió asumir interinamente la dirección ejecutiva del canal, antes de la llegada de Mario Conca. Cuando Heller fichó al ejecutivo de televisión, De la Carrera dejó la estación y se incorporó a Bethia, el holding familiar, como gerente de Nuevos Negocios. Ahí lo describen como una persona trabajadora e intensa, incluso algo hiperquinética. Dicen que es dueño de un buen sentido del humor, pero también un hombre exigente, que espera respuestas inmediatas y cuya principal virtud es la de construir equipos.

En eso estaba, cuando un día fue al cumpleaños de Patricio Jottar, quien, junto con Heriberto Urzúa, Andrés Osorio y Patricio Parodi, es uno de sus amigos más cercanos de sus tiempos de estudiante en la Universidad Católica. En la celebración del actual gerente general de la CCU, a De la Carrera le ofrecieron la posibilidad de que Carlos Heller incursionara en un nuevo negocio.

La familia Trucco quería vender su participación en la isapre Colmena y contactaron al hijo de Liliana Solari para plantearle la idea. Heller mostró interés de inmediato. En adelante, vinieron cinco meses de negociaciones, hasta que en enero de 2013, y a través de un fondo de inversión privado administrado por LarrainVial, Bethia compró en cerca de US$ 500 millones la matriz de la isapre.

“Quiero hacer un gran aporte a la salud. Contribuir a hacer la diferencia”, le dijo Heller a De la Carrera una vez concretado el negocio. “Carlos quería cambiar la imagen de las isapres”, cuenta una persona que conoce de cerca al presidente de Bethia. Así fue como éste le planteó el difícil desafío a su ex compañero de colegio, y De la Carrera no lo pensó dos veces.

CRUZADA ÉPICA
El ejecutivo conocía lo que era tratarse en el sistema público. Un mes antes de que muriera su hija, su hermano Jaime falleció de cáncer. Él no tenía isapre, ni recursos. El tratamiento lo llevó a cabo en la salud pública y fue así como De la Carrera se enfrentó con una realidad que hasta entonces le era ajena. Esta experiencia fue la que lo motivó a involucrarse en el tema, aunque tenía claro que se estaba comprometiendo con una causa compleja.

A esas alturas, Colmena era la cuarta isapre del mercado según su número de cotizantes y el entorno era cada vez más adverso para la industria. Había crecido el descontento con el sector. Prueba de ello es que sólo en 2013 se triplicó el número de recursos de protección presentados por los usuarios contra las isapres en la Corte de Apelaciones para evitar alzas en los costos de los planes. El mismo año, el sector tuvo utilidades por $38.401 millones.

Ya en el cargo, comenzó a experimentar en primera persona el rechazo que generaba la industria. “Felicitaciones por tu nuevo trabajo, pero a tu isapre la demando todos los años”, le dijo una vez una tía suya en plenas vacaciones a propósito del alza en los precios de los planes. Sus  hijos también sientieron el peso de que su padre trabajara en un sector con una reputación a la baja. “No es fácil liderar una de las industrias más cuestionadas”, comenta una de sus amigas.

El presidente de Colmena hizo un diagnóstico y se dio cuenta de la desinformación que existía entre los cotizantes y también de cómo muchas veces las personas tenían altas expectativas respecto de sus planes, las cuales difícilmente se cumplían. En reiteradas ocasiones planteó las falencias del sistema ante la Asociación de Isapres e insistió en puntos clave, como la dificultad que tienen los usuarios para cambiarse de empresa cuando tienen preexistencias, o la ausencia de aranceles únicos que permitan comparar los precios de planes de isapres distintas.

“Las isapres cumplieron un ciclo y hay que construir una nueva institucionalidad”. “Lo que ocurre es que la Asociación de Isapres agrupa isapres y clínicas”. Han sido algunas de las frases que ha dicho el ejecutivo y que dejan en evidencia las divergencias de fondo que mantenía con la asociación.

El 28 de noviembre de 2013, el quiebre definitivo al interior del gremio fue inevitable. “Ante la imposibilidad que hemos confirmado de poder lograr acuerdos al interior de la Asociación respecto de concordar algunos cambios medulares que permitirían a las isapres adaptarse a las demandas ciudadanas (…) el directorio de Colmena Golden Cross ha acordado el retiro de esta institución”, decía la carta enviada al presidente de la asociación, Hernán Doren, firmada por De la Carrera. Las discrepancias dentro de la industria cada vez se volvieron más patentes y los roces más habituales. De hecho, meses después, la isapre Masvida también decidió dejar la asociación argumentando que se requerían “cambios profundos al sistema”.

Su postura le ha valido duros cuestionamientos. Algunos incluso atribuyen su apasionada lucha a supuestos intereses comerciales. El ex ministro de Salud Jaime Mañalich sostiene que dado que Colmena no está integrada verticalmente, como otras isapres,  juega en un terreno distinto al de sus competidores, los cuales maximizan sus beneficios participando del negocio de las clínicas, lo que a su juicio hace que los planteamientos de De la Carrera sean interesantes para el sector. “Creo que ha tomado el tema con coraje y heroísmo”, destaca.

Sin embargo, en más de una ocasión sus dichos han generado incomodidad y han tenido repercusiones. “Muchas personas se han molestado con él pues su discurso no es el de la mayoría de los actores de la salud”, sostiene su amigo de universidad Andrés Osorio. “Probablemente amigos y gente del mundo de las isapres hoy no lo saluden como antes”, comenta Osorio haciendo alusión al rechazo que el estilo de De la Carrera ha generado en antiguos miembros de la industria, sobre todo entre quienes participan de ella hace más años, e incluso en algunos cercanos del ejecutivo que se han alejado de él. “Lo más doloroso ha sido el fuego amigo”, ha confesado De la Carrera a miembros de su círculo más íntimo. A pesar de los costos personales, el ingeniero comercial optó por pasar al siguiente nivel y comenzó a urdir un plan de acción.


UN NUEVO QUIEBRE

Las reuniones se iniciaron en enero de 2014. El presidente de Colmena contactó a la agencia de comunicaciones B2O para que lo ayudaran a delinear qué había que hacer para cambiarle la cara a la industria. Necesitaba una tribuna desde la cual pudiera ser escuchado e instalar la idea de que las isapres podían ser “socias” de los cotizantes y no sus enemigas. Que estaba dispuesto a hacer cambios a un sistema sumamente cuestionado, con tal de instalar una nueva percepción sobre la salud privada.

Al poco andar, el ejecutivo recibió una invitación que vio con entusiasmo: la Presidenta de la República lo convocó a integrar la Comisión Asesora Presidencial para la Reforma del Sistema de Salud Privado. Le pareció que era la instancia perfecta para proponer desde dentro modificaciones al sistema y aceptó de inmediato ser parte de la iniciativa. Su grupo de apoyo redobló los esfuerzos. De paso, el ejecutivo creó una especie de think tank en el que les pidió a varios trabajadores de Colmena estudiar los sistemas de salud de países como Alemania, Suiza, Holanda y Bélgica, entre otros. Una vez al tanto de las bondades de cada uno empezó a hacer propuestas a la comisión.

En paralelo, De la Carrera decidió hacerle una delicada recomendación a su jefe: le sugirió vender la participación que mantenía en las clínicas San Carlos de Apoquindo y Las Condes para evitar los eventuales conflictos de interés que podrían existir al tener clínicas e isapres bajo el mismo paraguas, la llamada integración vertical. Heller le hizo caso y en una muestra de confianza y con sólo 11 días de diferencia salió de la propiedad de ambas clínicas. Por su parte, De la Carrera continuó con su trabajo en la comisión hasta septiembre. A fines de ese mes y de forma inesperada él y Ana María Albornoz, gerente de Clínicas de Chile, decidieron renunciar a la instancia presidencial argumentando que la redacción del texto final no acogía las propuestas de la minoría.

“Me motivaba enormemente participar del proceso refundacional de un sistema asegurador privado”, dice en sus primeros párrafos la carta enviada a Camilo Cid, secretario ejecutivo de la comisión. Sin embargo, el final tiene otro tono: “Se me hace imposible avalar la propuesta de la Comisión contenida en el informe, la cual lejos de solucionar los problemas que aquejan a quienes han escogido libremente asegurarse en el sector privado, propicia la desaparición del sistema”.

La respuesta de Cid no se hizo esperar. “Ellos no quieren cambios”, fue una de las frases que dijo el secretario ejecutivo de la comisión sobre las renuncias. Asimismo, aseguró que los cuestionamiento se trataban de “críticas aisladas” y que si bien “De la Carrera ha tenido mucha cobertura mediática, él es uno de los 18 comisionados”.

Pese a los roces con Cid, las propuestas de De la Carrera han ido ganando acogida. A la espera del envío del proyecto de ley por parte del gobierno, previsto para el primer semestre de este año, él ha aprovechado de reunirse con distintas instancias para explicar su postura. Ha acudido al CEP, al Colegio Médico, a los institutos Libertad y Desarrollo y Libertad, a la Fundación Jaime Guzmán, al Senado y a reuniones con la UDI, RN, Evópoli y Amplitud.

Más allá de la acogida que ha logrado en ese contexto, la verdadera evaluación de su campaña se medirá cuando el Ejecutivo envíe su propuesta de reforma al sistema privado de salud. Él mismo les ha confesado a sus cercanos que un mal proyecto sería para él una dura derrota, el fracaso de lo que considera una “cruzada épica”. Sin embargo, él mismo les ha dicho que en la vida ha perdido muchísimo más que un proyecto de ley y que si algo ha aprendido es a reinventarse.

Relacionados