Por Paula Molina Julio 15, 2015

© Marcelo Segura

"En ese modelo donde primero hay que crecer para distribuir, el momento de la distribución no llega nunca. Se queda para siempre en el futuro porque los instrumentos para repartir esta torta más grande raramente existen, y nunca hay cómo pagar a los perdedores del crecimiento".

Suresh Naidu, Profesor de Economía y Asuntos Públicos de la Universidad de Columbia, podría ser uno de los principales economistas de los próximos años. Así lo reconoce la beca Sloan que recibió este año en Estados Unidos. Naidu escribió, junto a los nombrados James Robinson y Daron Acemoglu–los autores de Por qué fracasan los países–, un estudio titulado “La democracia causa crecimiento”, un tema polémico si se piensa, por ejemplo, en la pujante economía del régimen chino.

“Quizás China habría funcionado mejor bajo una democracia”, argumenta Naidu. “Taiwán, Corea del Sur, Japón crecieron bajo regímenes no democráticos, pero cuando se transformaron en democracias siguieron creciendo y se industrializaron mejor”, le dice a Qué Pasa en una oficina del Campus San Joaquín.

Naidu es un economista de miradas nuevas. Llegó a Santiago invitado por el EH Clio Lab, el centro de investigación de la UC dedicado a la historia y el desarrollo económico y de las instituciones. Este no es su primer vínculo con Chile: Naidu es uno de los colaboradores de CORE, un proyecto con participantes en cinco continentes, que busca superar la ortodoxia económica, la misma que no vio venir la crisis financiera global del 2008. “Nuestra idea es demostrar que no existe un solo modelo económico”, resume. En CORE, coincide con los chilenos Óscar Landerretche, actual presidente del directorio de Codelco, y el académico Daniel Hojman. 

Además de su prestigio académico, Naidu llamó la atención de la prensa norteamericana el 2011 como uno de los profesores del movimiento “Ocupemos Wall Street”, que instaló el tema de la desigualdad en el corazón del centro financiero de Estados Unidos. “Se estaban diciendo cosas totalmente absurdas sobre la economía, me sumé porque pensé que teníamos que elevar el nivel del debate”, explica.

–Quizás su participación en el movimiento llamó la atención porque se tiende a pensar que quienes saben de economía asumen que la desigualdad es casi inevitable y, por lo tanto, no protestan.

–¡Exacto!

–Pero también hay gente que cree que "Ocupemos" no sirvió de nada, porque Estados Unidos sigue tan desigual como antes...

–Yo creo que que “Ocupemos” fue una de las primeras balas de salva de un movimiento que se va a desarrollar en los próximos años. Creo que sin “Ocupemos” el libro de Thomas Piketty no habría tenido la misma resonancia, y la desigualdad no se hubiera reinstalado como tema. En 15 años vamos a mirar hacia atrás y veremos que todo fue parte de una serie de ideas que empezaron a converger y que no fuimos capaces de ver en su momento. Hoy en Estados Unidos, quienes están peleando y están ganando la lucha por el sueldo mínimo son las mismas personas que se conectaron en “Ocupemos”. No hay fracaso.

UN MUNDO EN TRANSICIÓN

Suresh Naidu tiene dos estudios que tocan a Chile: uno que relaciona el valor bursátil de las empresas estadounidenses con los golpes militares –incluyendo Santiago 1973– y otro que analiza el valor de la tierra en relación al control del voto de los inquilinos y la aprobación del secreto en las urnas.

–Durante mucho tiempo se pensó que la economía tiene una lógica propia, que la política puede afectarla, para bien o para mal, pero que, en último término, lo que necesitamos es dejar que los mercados funcionen.

–Sí. Pero esa mirada no comprende que la economía siempre está incrustada en fuerzas políticas o sociales mayores. Con todo lo que sabemos sobre la complejidad de los mercados, es notable que recién estemos llegando a comprender que los mercados interactúan con las normas sociales, con la política.

–¿Todos los mercados?

–Los que más nos interesan: el hipotecario, el del trabajo, el de la tierra, los capitales. Simplemente, no puedes extraerlos de la política.

–¿Por qué eso, que suena lógico, se plantea como algo nuevo?

–Porque de alguna manera los tecnócratas impulsaron la idea de que la economía era algo que estaba “allá afuera”, algo sobre lo cual los gobiernos sólo podían influir. Ahora tenemos economistas que comprenden que el gobierno está amarrado a la economía. Es interesante también que muchos economistas hayan pasado al sector privado, que estén trabajando con las ONG y otras organizaciones. Eso nos ha dado nuevas perspectivas sobre la economía.

–¿Pasó también que las personas empezaron a pedir nuevas respuestas? Pensando en la popularidad de Piketty o Robinson y Acemoglu, quizás algunos se agotaron de la idea de un solo modelo, donde lo único que hay que hacer es lidiar con las fuerzas del mercado.

–Estoy de acuerdo. Hoy las personas quieren entender de verdad cómo funciona la economía. Ya no basta con modelos abstractos. Yo lo comparo con la biología: la economía es una cosa orgánica, desordenada, que evoluciona en direcciones inesperadas. Lo que sí existe es una serie de principios que puedes usar para ordenar tus ideas. 

–¿De esos principios trata el proyecto CORE? 

–La idea del proyecto es estudiar la economía a través de distintos modelos. Hoy a los estudiantes sólo se les enseña la curva de la oferta y la demanda y luego terminan aplicándole la misma curva a todo. Queremos mostrar que existe este modelo, pero también otros. La economía no es un paquete impecable, es un set de herramientas.

–En Chile hay un intenso debate sobre el crecimiento económico y la desigualdad, y una de las ideas más arraigadas es que el crecimiento es previo a la equidad.

–Lo conozco: la idea de que primero tienes que hacer crecer la torta y luego puedes redistribuirla. La investigación en economía de los últimos 20 años demuestra que, especialmente en países en vías de desarrollo, la desigualdad  afecta el crecimiento de múltiples formas. Pero, además, en ese modelo donde primero hay que crecer para distribuir, el momento de la distribución no llega nunca. Se queda para siempre en el futuro porque los instrumentos para repartir esta torta más grande raramente existen, y nunca hay cómo pagar a los perdedores del crecimiento. Si crees en hacer crecer la torta y luego redistribuirla, mi pregunta es cómo vas a hacer esa redistribución.

–Pero pensemos en India, por ejemplo. Se entiende que el crecimiento económico ha generado una clase media que antes no existía, que al menos algunos han salido de la pobreza.

–India es un buen caso: ha experimentado cifras notables de crecimiento, pero la desigualdad ha aumentado mucho. La pobreza ha disminuido, pero un 50% de la población depende de la agricultura y un 70% vive en el sector rural. ¿La clase media en India? Equivale al 10% más rico de la población. No está en la mitad de nada. Ha crecido, pero es una élite urbana y educada. En India hay una punta del iceberg que brilla y luego una distribución de pobreza muy a la antigua.

–Pensando en Chile, si el crecimiento ha mantenido la desigualdad, pero ha disminuido la pobreza ¿no es mejor mantener el crecimiento y sacrificar la equidad para aliviar la pobreza?

–Habitualmente se plantea eso. Pero míralo así: si quieres un crecimiento sostenido en el largo plazo, necesitas mantener algunas medidas de igualdad. Para lograr un sistema económico realmente dinámico, necesitas que todos puedan participar en él. Especialmente en un país tan dependiente de sus recursos naturales. En Chile, la riqueza minera ha generado históricamente una gran inestabilidad política. En Noruega no ha sido así, porque el gobierno tiene una gran participación en la economía, hay medidas contra la corrupción y puedes incluso pensar en transferencias directas para distribuir.

–¿De qué otra forma afecta el crecimiento la desigualdad?

–Uno de los mecanismos clásicos en los que la desigualdad afecta el crecimiento es a través de la  restricción al crédito. Tienes gente que tiene buenas ideas, pero que no tiene dinero ni acceso al banco y no puede empezar nada.  Cuando reduces la desigualdad, más personas tienen acceso a los recursos para iniciar nuevos emprendimientos. 

–¿Algún otro ejemplo?

–Otra forma clásica de afectar el crecimiento es a través del sistema político. La desigualdad distorsiona el sistema al punto que a veces es imposible distinguir la desigualdad económica de la desigualdad política. Y eso hace más lento el crecimiento, porque se crean monopolios económicos, suben las barreras de entrada a los nuevos emprendimientos y, en general, los intereses de los más ricos quedan sobrerrepresentados.

–Pensando en la economía, en la discusión sobre la desigualdad, en movimientos como “Ocupemos Wall Street” o en la resonancia de Piketty. ¿Hay algo que está cambiando?

–Si piensas en nuestras instituciones globales actuales, piensas que son el resultado de una crisis que empezó en los años 70 y que en unos 10 ó 15 años hizo que los movimientos de derecha se extendieran en el mundo. Así tuvimos la crisis del petróleo, los golpes militares en Latinoamérica, Reagan y Thatcher, la crisis de la deuda. Todo eso pasó y de alguna manera instaló un tipo de régimen económico global que duró décadas. Creo que hoy estamos en un período de transición. No sabemos hacia dónde va, pero en unos 10 años más veremos en qué cambios institucionales se van a traducir las crisis financieras.

–No sabe hacia dónde vamos, pero sí sabe que estamos en un cambio de régimen...

–Creo que estamos en un período de transición entre estos regímenes que empezaron a fines de los 80 y que hoy ya se acabaron. Nos estamos moviendo hacia un nuevo régimen, aunque aún no está claro cuál.

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