Por Emilio Maldonado Julio 23, 2015

© Marcelo Segura

"Nuestra obligación es ayudar a que haya mejores políticas públicas, que el país progrese y por eso participamos de las reformas. Si los parlamentarios y los ejecutivos no quieren cambiar, son ellos los que deberán asumir los errores y lo que le pase al país".

Cuando Hermann von Mühlenbrock se sienta en su escritorio, en el tercer piso del edificio de la Industria, no dirige su mirada hacia la cordillera o al resto de la ciudad. Frente a su escritorio cuelga un enorme barómetro, más afín a un barco que a una oficina, el cual le muestra el pronóstico del tiempo. Hoy el instrumento indica que la presión atmosférica está baja y sitúa sus flechas en la categoría “tiempo variable”, con tendencia a caer en malo.

La lectura del barómetro resulta una metáfora del clima que ve el presidente de la Sociedad de Fomento Fabril (Sofofa) frente al panorama del país. 

Su semana ha estado marcada por una reunión con la ministra del Trabajo, Ximena Rincón, y por su asistencia a la comisión de Trabajo en el Senado. En ambas instancias el motivo fue el mismo: manifestar la postura de los empresarios ante la reforma laboral.

Tras ambas actividades, Von Mühlenbrock saca sus conclusiones y manifiesta su posición –y la de su gremio– sobre el rol que jugará el empresariado en la discusión de este proyecto de ley, el cual busca fortalecer el rol de los sindicatos. Dice enfático que, a diferencia del acuerdo logrado para la reforma tributaria, hoy no avalarán una reforma mal hecha. Para él, la laboral es la “madre de todas las batallas” y clave para el devenir del país. Por eso es para él tan importante introducir cambios. Con esa idea en mente ha tendido puentes con el Ejecutivo: cree que a través de él los parlamentarios de la Nueva Mayoría podrían abrirse a esas transformaciones, impidiendo que la reforma planteada se convierta en la lápida del crecimiento de Chile.

–Usted ha señalado que la reforma laboral propuesta atenta contra la democracia. ¿Por qué?

–Porque le quita el poder a la asamblea, a las personas, de poner fin a la huelga cuando lo estimen conveniente. Si el 100% de los trabajadores quiere volver a trabajar, cien vale menos que 3, 5 ó 7 personas en desacuerdo con esa idea, lo cual demuestra que no es un proceso democrático. Esta ley es muy especial: habla de los derechos colectivos, pero desconoce los individuales. Mucho más importantes son las personas. Aquí, estoy obligado a renunciar a mi derecho de no ir a huelga. Todo emprendimiento o creatividad que tenga un trabajador se pierde porque no puede ser premiado en sus compensaciones si es que no está en el sindicato. Es la praxis de una ley antidemocrática.

–El propio ministro Rodrigo Valdés es pro sindicalización…

–Yo también soy pro sindicalización.

–El ministro Valdés ha señalado que el hecho de que gente que no es pro sindicato ingrese a ellos haría que los sindicatos sean menos conflictivos.

–Es un juicio de valor del ministro. Los que conocemos y tenemos experiencia de haber llevado negociaciones, sabemos que en general es el mismo grupo el que va a las asambleas, los que votan. Los que piensan que por el hecho de estar obligados a pertenecer a un sindicato van a participar activamente de él, es no conocer cómo operan las asambleas. Los sindicatos ayudan a tener una buena relación dentro de las compañías, porque conectan a los colaboradores con la administración, por eso son buenos. Muy distinto es que sea obligación pertenecer a ellos. Yo me pregunto ¿por qué la gente no pertenece más a los sindicatos?

–¿Cómo se podría fomentar el sindicalismo sin que sea obligatorio?

–Aquí se han levantado temas con muy poca base científica. Esta reforma parte con la premisa que la sindicalización en Chile es muy baja, pero en los países de la OCDE la sindicalización va en descenso, en torno al 16%. Nosotros estamos cercanos al 15%, pero con una curva que va al alza. Los sindicatos deben reencantar a los trabajadores. El tema tiene que centrarse en mejorar la productividad y los sueldos. El gobierno no ha sacado el provecho a esta discusión. En la reforma tributaria el empresariado aceptó la idea de hacer una reforma, porque se colocó a ésta como un medio y no como un fin, que era una educación de excelencia y todos nos compramos ese cuento. Pero terminamos haciendo una lesera de reforma tributaria.

–Como empresariado, ¿hace un mea culpa de haber firmado una reforma tributaria que ustedes mismos tildan de nefasta? 

–Siempre hemos tendido a buscar consensos, porque eso le hace bien al país. En el caso de la reforma tributaria, veníamos de algo horrible y el acuerdo nos hizo pasar de algo muy malo a algo simplemente malo. ¿Si nos hubiésemos negado? No sé, no he hecho esa reflexión, pero imagino que hubiese hecho lo mismo.

–¿Hubiese repetido lo mismo?

–Sí, porque creo en los consensos y algo se ganó. Lo otro hubiese sido incluso más desastroso. 

–¿Hay esperanzas de que haya cambios en la reforma tributaria?

–Acá hay dos hechos claros: el cambio que hace la presidenta al reemplazar a todo su equipo político. Esa es una señal superpotente de la presidenta y que integra a dos connotados personajes, como Burgos y Valdés, y donde hay una demostración clara de que este ritmo, ese ánimo que traían, tenía que cambiar. Y, luego, cuando uno escucha a la presidenta hablando de que el crecimiento es importante y que se debe considerar, hay una señal clara que hay que hacer cambios y que las cosas se han hecho apuradas, y que el país no aguanta tanta prisa. La reforma tributaria, o en general cualquier reforma que no toca derechos de las personas, siempre es modificable. Una reforma como la laboral, al tocar derechos adquiridos, es inamovible y nosotros insistimos en que Chile no aguanta otra reforma mal hecha. Estamos viendo que el país se está paralizando, que no somos capaces de retomar confianzas para el crecimiento. Son los más pobres los que van a pagar una mala reforma laboral. 

SIN TRANSAR

–Al comienzo el tema se planteó como una agenda laboral y no como reforma…

–Está en el lugar 14 dentro del programa de gobierno de la presidenta Bachelet. No sé cómo terminó escalando tan rápido. Como está planteado el proyecto, creemos que es una muy mala reforma, que va en contra de lo que está pasando en el mundo. Tenemos que terminar con la tiranía de los sindicatos, como se ha dicho en Inglaterra, pero nosotros vamos en el sentido contrario.

–Como empresariado, ¿hacen una reflexión que se distanciaron de los trabajadores y que ha habido abusos que terminaron gestando esta reforma?

–La demostración empírica es importante, y a esta reforma le faltan datos. El 76% de los trabajadores están contentos con sus jefes y con su empresa. 

–Más allá de las encuestas, muchos tienen la sensación de que el empresariado rema para su lado y que quieren una reforma a través de la cual obtengan más beneficios.

–Quizás nos ha faltado agitación y propaganda para demostrar lo contrario. Una empresa tiene como objetivo perdurar en el tiempo y para ello tiene que generar valor a sus trabajadores. No es correcto que la empresa moderna sólo mire a sus accionistas, porque una empresa que hace eso está condenada a fracasar. Hay una estigmatización del empresariado, una imagen pública de que el empresario explota a sus trabajadores, lo cual no es así. Hoy la empresa entiende que, pudiendo comprar tecnología que automatice sus procesos, prefiere dar calidad a sus trabajadores para diferenciarse de la competencia.

–En su batalla tiene importantes flancos: la CUT y el Partido Comunista insisten que esta reforma tiene que salir adelante. ¿Cómo van a lidiar con estas fuerzas?

–Seguir convenciendo que una mala reforma laboral va a afectar a las personas. Tenemos la tranquilidad de que hemos trabajado y que hemos levantado la voz diciendo que son malas reformas y, en los últimos días, el mismo gobierno ha reconocido que las cosas se estaban haciendo mal. 

–¿Entonces no están dispuestos a buscar el consenso, como en la tributaria, para que salga una reforma laboral menos mala que la que, a su juicio, actualmente hay?

–Yo esperaría de los parlamentarios mayor apertura para escuchar opiniones distintas. Eso no se está dando. Uno se pregunta para qué te citan si ya tienen definida su postura. Uno echa de menos que los parlamentarios fundamenten sus posturas en estudios y no en juicios de valor, porque eso abre un foco de peligro. 

–¿En el Senado encontró buenos caminos para incluir sus aprensiones? 

–No se dio la oportunidad de discutir. Me sentí al revés de como me sentí con la reforma tributaria, cuando fuimos vergonzosamente maltratados en la Cámara de Diputados, y muy bien tratados en el Senado: la Sofofa pudo exponer, se nos preguntó, hubo intercambio de opiniones. El modelo que hay ahora no me parece correcto, uno llega a las 10 a.m., expusimos en segundo lugar, presionados por los tiempos. No hubo preguntas a la Sofofa. 

–¿Señal de que no los están escuchando?

–Mi sensación es que fue un trámite que fuéramos al Senado. No fuimos escuchados en la comisión de Trabajo. Por eso, lo que estamos haciendo es pedir reuniones con senadores y vamos a presentar nuestros argumentos uno a uno. También con los ministros: a nosotros, Javiera Blanco no nos consideró en nada. Pero con la nueva ministra Rincón tenemos la esperanza de que nos haya escuchado.  

–¿Y si no los escuchan?

–Va a salir una muy mala reforma laboral. Nuestra obligación es ayudar a que haya mejores políticas públicas, que el país progrese y por eso participamos de las reformas. Si los parlamentarios y los ejecutivos no quieren cambiar, son ellos los que deberán asumir los errores y lo que le pase al país. Tengo la esperanza de que en estos dos años que quedan, avance este proceso que se inicia con el cambio de ministros y termine con un gobierno haciendo bien las cosas. La reforma laboral va a marcar si hay una voluntad real de hacer las cosas distintas, lo que significa escuchar y tomar en cuenta a un sector que ha demostrado tener un interés importante por el país. No puede ser que uno escuche a senadores o diputados que digan que llevan 40 años luchando por una reforma laboral. El mundo hace 40 años no tiene nada que ver con el mundo de hoy: eso es no entender el Chile actual.

–¿Hay que postergar la reforma laboral o agregarle componentes, como aumento de productividad y flexibilidad laboral, por ejemplo?

–Sería un error postergarla. Cuando esto partió, yo era de la idea que la corrieran hacia más adelante, pero ahora creo que, aunque no nos gusta, hay que darse el tiempo de analizarla, ver propuestas, y mejorarla. Efectivamente, la flexibilidad laboral es un tema pendiente que no está incluido.

–Para muchos, el problema de la flexibilidad es que repercutiría en la precariedad del trabajo, en la merma de salarios.

–Ese tema viene de siempre: pienso que hay que creer en la gente. Cuando un país crece y tiene gente capacitada y preparada, un operador es capaz de cambiarse de trabajo y tener alternativas o rechazar bajos salarios. Pero cuando un país no crece, está chato y tiene altas tasas de desempleo, claro que aparece el fantasma de los bajos salarios. Es un tema distinto.

–¿Cómo hacer que el empresariado sea creíble?

–Tenemos que predicar más, relacionarnos más, contar más nuestras experiencias buenas. Nos falta eso. Tenemos una falla de comunicación con los trabajadores, porque hay muchos que no tienen contacto con sus colaboradores. Cuando se habla del empresariado, da la impresión de que fuésemos un bloque, pero acá hay realidades distintas.

–¿No hubiese sido bueno para el sector que el propio empresariado hubiese propuesto mejoras al sistema laboral antes? 

–Siempre ha habido propuestas del empresariado para mejorar el sistema laboral. La flexibilidad, por ejemplo, es un tema que hemos venido tocando por años. Ha habido, además, un trabajo de la CPC con la CUT. El empresariado está estigmatizado como el “guatón del puro” que no tiene contacto con la realidad. 

IDEAS TRIBUTARIAS 

–¿Con quién ha conversado la postergación de la entrada en vigencia de la reforma tributaria?

–Con nadie. 

–Pero entre los empresarios se ha hablado la idea de crear una comisión tributaria para postergar el tema para el próximo gobierno.

–Estamos activando un comité que aborde el tema tributario. Tenemos ideas: que la renta atribuida quede para las personas, y que las empresas queden con un sistema integrado. O volver a tener incentivos a la inversión y el ahorro, porque este año la inversión va a caer cerca de un punto, lo que se suma a que el año pasado ya cayó seis. Un país que por tres años se da ese lujo olvida que esa cuenta se pagará pronto.

–Estamos con cifras de inversión en torno al 21% del PIB.

–Sí, muy bajas, y eso no se reactiva tan rápido como el consumo

–¿Es efectivo que la Sofofa tiene cifras que muestran que la inversión se ha ido fuera de Chile?

–No tenemos una cifra específica, pero por conversaciones que he tenido, y por lo que uno escucha la gente está prefiriendo invertir fuera del país. Mi sensación es que la inversión no va a crecer rápidamente y el 2016 será bastante complicado. 

–Con la reforma tributaria siempre dijeron que la inversión iba a caer. Y sucedió. ¿Qué pasaría si la reforma laboral sale como está respecto a inversión y crecimiento? 

–Es difícil cuantificar, pero cuando las empresas empiezan a tener este problema –mayor conflicto en la compañía–, la reacción normal de ellas es sustituir. No hablemos de despedir, porque nos van a acusar de campaña del terror. Pero obviamente los proyectos que vengan para delante van a ser puro capital: si tengo la alternativa de traer una máquina, para reemplazar a dos señores, me ahorro los problemas. Hay un incentivo para cambiar capital por trabajo: automatización. Y eso rigidiza la economía. La empresa va a querer sólo robots, para evitar los problemas con las personas. 

–¿Usted es optimista de lo que va a suceder en el país?

–Por naturaleza soy optimista. Creo que la presidenta ha dado algunas señales que apoyan ese optimismo. Pero creo que faltan signos más claros y potentes del Ejecutivo para demostrar que esa señal que se ha dado realmente se va a implementar: por ejemplo, la voluntad de arreglar la reforma tributaria y conversar una buena reforma laboral.   

–¿Cuál ha sido el mayor error de la presidenta Bachelet?

–Tratar de cambiarlo todo sin un foco claro y con un diagnóstico equivocado. Nos metimos en un cómo, que era la reforma tributaria, para hacer un qué, que era la reforma educacional, y no sabíamos cuál era la reforma educacional que íbamos a hacer. Faltó un buen plan y una discusión consensuada con todo el mundo. La gente tiene rechazo por esta reforma laboral: si hubiera tanta molestia y encono con el empresariado, debería estar el total de los chilenos a favor, pero el 52% rechaza la reforma. 

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