En una columna en El Mercurio titulada "Pedir perdón", Tironi alude a las autoridades del ámbito político, empresarial y espiritual, en el contexto de desconfianza en las instituciones y las instancias en que éstas reconocen sus fallas.
Sobre el tema, se pregunta: "¿hay que pedir perdón? Y si es así: ¿quién, cuándo, cómo? Esta es la encrucijada que han enfrentado y seguirán enfrentado líderes y corporaciones de índole empresarial, política y espiritual cuando salen a la luz prácticas que atentan contra la ley y los valores que ellas mismas dicen defender (...) al momento de discernir, algunos se inspirarán en la enseñanza religiosa, pero a otros esto quizás no resulte muy confiable, y preferirían una orientación secular y pragmática".
El sociólogo también cita un artículo aparecido en Harvard Business Review (HBR) "sobre cómo y cuándo las organizaciones deben pedir disculpas".
"Pedir excusas, señala, es siempre difícil e inconfortable. De partida, porque estamos programados psicológicamente para no ver los errores, y luego, cuando estallan, para no reconocerlos como propios.
Preferimos vivir con los ojos bien cerrados, y cuando ya no es posible culpar a otros de los disparates, sean personas o eventos fuera de nuestro control", destaca.
La disculpa es más efectiva si se da en forma oportuna, no cuando se hayan aquietado las aguas —aunque es mejor hacerlo tarde que nunca—; si alguien la ofrece es su autoridad máxima; y si esto lo hace a cara descubierta y en su lenguaje, no a través de comunicados y siguiendo el script de sus asesores, legales o consumidores
A la vez, agrega que "se suma la propensión a encontrar razones o justificaciones para evitar la admisión del error y para postergar las disculpas. Por esto resultan tan cómodos los argumentos legales, que generalmente aconsejan esperar y no 'autoinculparse'. El artículo en cuestión rompe con esta visión. Sostiene que pedir excusas tiene un bajo costo, y en muchos casos crea un valor sustancial".
"Excusarse es imperativo —señala la HBR— cuando se ha producido la violación de una promesa que está en el corazón de la empresa; cuando hay una reacción del público, no importa si se trata de un grupo pequeño o marginal, pues en estos tiempos todo se propaga; y cuando la corporación está decidida a cambiar — si no lo está, disculparse es contraproducente—".
Excusarse es imperativo —señala la HBR— cuando se ha producido la violación de una promesa que está en el corazón de la empresa; cuando hay una reacción del público, no importa si se trata de un grupo pequeño o marginal, pues en estos tiempos todo se propaga
El sociólogo acota que "la disculpa es más efectiva si se da en forma oportuna, no cuando se hayan aquietado las aguas —aunque es mejor hacerlo tarde que nunca—; si alguien la ofrece es su autoridad máxima; y si esto lo hace a cara descubierta y en su lenguaje, no a través de comunicados y siguiendo el script de sus asesores, legales o consumidores".
"Perdir perdón puede ser un buen negocio, pero es ante todo un acto que nos dignifica. Lo mismo vale para el acto de perdonar, para la misericordia. Porque al final, como dice el Papa Francisco, hay mucha más alegría en 'abrazar a ese hijo arrepentido que vuelve a casa y manifestar la alegría en 'abrazar a ese hijo arrepentido que vuelve a casa y manifestar la alegría por haberlo encontrado' que en 'distribuir condenas o anatemas'", finaliza.