Por Ignacio Briones, decano de la Escuela de Gobierno UAI // Fotos: José Miguel Méndez Diciembre 18, 2015

 

Luigi Zingales es un ferviente defensor de la economía de mercado, aunque no el tipo de defensor que a algunos capitalistas les gustaría escuchar. Mal que mal, nos alerta del riesgo que sean los propios capitalistas quienes deslegitimen al capitalismo. El profesor de la Escuela de Negocios de la Universidad de Chicago es uno de los expertos en finanzas y gobiernos corporativos más reconocidos del mundo. Es agudo y provocador, y lo de él es ser promercado en lugar de proempresa. Para el economista de Chicago, el “capitalismo de amigos” (crony capitalism), caracterizado por la captura regulatoria y la restricción de la competencia, destruye al mercado y su legitimidad. Si hay una palabra que resume sus libros Salvando al capitalismo de los capitalistas y Capitalismo para la gente, esta es competencia. Pero no sólo en los mercados económicos. Para Zingales la competencia es también el fundamento del mérito. Invitado a Chile por La Otra Mirada y la UAI, tuvimos ocasión de conversar con él.

—Desde la crisis subprime diversos indicadores muestran un deterioro de la confianza en el capitalismo. ¿A qué se debe esto?
—Es claro que ha habido una caída en la confianza. En EE.UU., la crisis subprime desnudó una serie de falencias y malas prácticas en el sistema financiero sin que haya habido soluciones ni sanciones adecuadas. Básicamente, ningún banco pagó por sus faltas y esto contribuyó a que la gente perdiera fe en el sistema.

"A menudo las empresas crecen no para aprovechar economías de escala, sino que por razones políticas: cuando son muy grandes pueden influenciar a los gobiernos y protegerse de la competencia".

—Usted llama a distinguir entre ser proempresa y promercado…
—Los empresarios tienden a ser muy promercado, muy procompetencia, cuando empiezan un negocio. Pero una vez consolidado, intentan limitarla. Hay formas legítimas de hacer esto. Por ejemplo, creando un producto imbatible o invirtiendo en reputación. El problema son las formas ilegítimas que buscan influir en el proceso regulatorio. Este tipo de capitalismo, que denomino crónico, es proempresas y no promercado.

—¿Qué rol están llamados a jugar los gremios empresariales en este contexto?
—Lo primero es entender cuál es su misión. El año pasado estuve en Suecia y allá la principal asociación de empresarios tiene una definición muy promercado. ¿Por qué? Porque Suecia es una economía pequeña y abierta. Su objetivo es ser competitivos a nivel global y no promover privilegios locales. Chile también es una economía pequeña y abierta y creo que sus gremios debieran inspirarse fuertemente en sus pares suecos, promoviendo la competencia e intereses generales en lugar de sectoriales.

—Según The Economist, el riesgo de capitalismo crónico es mayor en los países en desarrollo que en el mundo desarrollado. ¿Cómo ve a Latinoamérica?
—En general, esto es cierto. Y tiene que ver con la ausencia de instituciones que garanticen un tratamiento parejo y que eviten el riesgo de captura. En Latinoamérica este problema es relevante, aunque con diferencias entre países. Y esto está de alguna manera asociado a su propia historia fundacional, que se configura con una distribución muy desigual de la tierra y una tradición de defensa de los intereses de una pequeña elite que concentraba el poder político y económico.

—Usted releva la importancia de separar poder político y económico. En Chile se plantea prohibir el financiamiento político por parte de empresas. ¿Qué opina?
—Para mí tiene mucho sentido limitar el aporte a las campañas políticas. Definido ese límite, es menos claro que las empresas no puedan aportar. ¿Cuál es la diferencia entre el aporte de un billonario como persona o a través de su empresa? Lo que queremos evitar es que un puñado influencie el resultado de las elecciones. Me gusta la idea de tener matching funds en que el Estado complementa los pequeños aportes de muchas personas. Ello en lugar de depender exclusivamente de un financiamiento público que favorece a los incumbentes y limita la competencia.

—¿Es esta la única dimensión relevante?
—En ningún caso. Ojo con políticos o reguladores que luego terminan en altas posiciones de empresas. Esta es otra forma de captura y la hemos visto en EE.UU. Este riesgo se exacerba en países pequeños como Chile, que además tienen una pequeña elite que hace más difícil la alternancia.

—Adam Smith entendió primero que nadie que sin confianza no hay mercado. ¿Cuál es el rol del Estado en materia regulatoria para proteger la confianza y al mercado?
—El mercado no puede funcionar sin reglas y el Estado tiene un rol central en hacer cumplir los contratos de forma rápida e imparcial. Me inclino por reglas simples y generales que la gente entienda y se puedan hacer cumplir. Esto en oposición a regulaciones complejas que resultan inaplicables y dejan espacios para que unos pocos encuentren fórmulas para saltárselas. Creo que muchas veces las regulaciones se hacen deliberadamente complicadas para proteger a grupos de interés.

—En Chile existe la sensación que las sanciones para atentados graves a la competencia son bajas. ¿Está de acuerdo con sanciones duras, incluyendo la cárcel?
—Viniendo de la tradición de Chicago creo que las sanciones son particularmente importantes en los delitos de cuello y corbata y deben ser lo suficientemente altas para ser disuasivas. Sin embargo agrego una condición: que las leyes efectivamente puedan aplicarse. Una ley grandilocuente pero que es inaplicable es letra muerta.

—¿Qué rol o responsabilidad tienen los gobiernos corporativos en prevenir graves malas prácticas?
—La importancia de los gobiernos corporativos es fundamental. Creo que las empresas y sus directorios pueden hacer muchísimo para limitar este problema, pero no estoy seguro que lo estén haciendo. En la práctica, muchos directorios hacen la vista gorda como diciendo que si se incurre en un ilícito, bueno, la responsabilidad será de los ejecutivos.

—En Capitalismo para la gente usted es partidario de regulaciones que eviten el crecimiento desmedido de las empresas aun a costa de cierta pérdida de eficiencia. ¿No hay una contradicción?
—No. Si lo único que importara fuera la eficiencia por economías de escala, entonces la Unión Soviética hubiera sido el país más eficiente del mundo. Creo que a menudo las empresas crecen no para aprovechar economías de escala, sino que por razones políticas: cuando son muy grandes pueden influenciar a los gobiernos y protegerse de la competencia. Eso limita severamente la eficiencia de largo plazo.

"La competencia genera desigualdad. Pero la desigualdad no es injusta per se. Lo que resulta injusto y genera frustración es que esa desigualdad sea percibida como ajena a razones de mérito. A nadie le molesta que Steve Jobs haya sido muy rico".

—En esa línea, en Chile se discute un proyecto de ley que establece un control preventivo de fusiones. ¿Qué le parece?
—Creo que definitivamente se debe tener un control de fusiones. Ahora, si debe ser preventivo o no, yo diría que lo más importante es asegurarse que el regulador actúe con independencia y en base a criterios objetivos y transparentes. De lo contrario, puede darse algo que he visto en Europa: que se ocupe políticamente el control de fusiones para proteger a ciertas industrias.

—También se propone prohibir el interlocking de directores entre firmas que compiten…
—El interlocking entre empresas competidoras es muy peligroso ya que existe riesgo de colusión. Particularmente de colusión tácita, que es muy difícil de detectar y sancionar. En Chile, con un mercado y una elite pequeña, ese riesgo se amplifica. En consecuencia, permitir este tipo de interlocking me parece una solución equivocada.

—Usted es defensor de las acciones de clase para disuadir atentados a la libre competencia. ¿No hay acaso un riesgo de sobrejudicialización?
—No hay duda que las acciones de clase tienen aspectos negativos, incluyendo riesgos de abuso y la proliferación de abogados. Pero creo que se trata de un mecanismo de mercado muy potente. Conviniendo que no hay diferencia entre una demanda por un millón de dólares y un millón de demandas de un dólar, la acción de clase permite que ambas estén igualmente defendidas. Y esto les da poder a los consumidores y disciplina a las firmas.

—En Salvando al capitalismo de los capitalistas usted señala que un mercado financiero competitivo es clave para la competencia en las otras industrias. ¿A qué se refiere?
—Sin mercados de capitales competitivos, no necesariamente son las mejores ideas las que ganan, sino que las ideas de quienes tienen el capital para financiarlas. Esto afecta la competencia y otorga una ventaja a las empresas incumbentes que son las que tienen capital. Es por eso que a los incumbentes, les conviene que haya mercados de capitales pobremente desarrollados.

—Usted sostiene que competencia y meritocracia están estrechamente relacionadas. ¿A qué se refiere y por qué esto es importante?
—La competencia incentiva que las organizaciones sean eficientes ya que hace que los puestos y recompensas se asignen a la gente más idónea. Si no fuera así, se comprometería la eficiencia y subsistencia de una organización. Cuando no hay competencia, la presión por ser eficientes es baja y las organizaciones pueden darse el lujo de elegir a sus amigos o parientes y no a los más meritorios. Es interesante notar que la palabra nepotismo, que viene de sobrino, surge en la época en que los papas colocaban a sus sobrinos (hijos) en puestos clave. Como la Iglesia tenía un monopolio, simplemente podía nombrar a parientes e idiotas sin temor a perder participación de mercado.

—Usted señala que el éxito de EE.UU. se basa en una cultura de oportunidades. Ello en oposición al igualitarismo de resultados. ¿Es este tipo de igualitarismo contrario a la meritocracia?
—Absolutamente. Sería como competir en un deporte e igualar el resultado luego de finalizada la partida. Ahí no habría ningún incentivo para que los jugadores desplegasen su talento y esfuerzo en pos de ganar. En la sociedad tiende a ocurrir lo mismo. Repartir las recompensas bajo un criterio igualitarista sería un severo freno al esfuerzo y el mérito. Esta es una potente razón por la que es tan importante que haya competencia, para que prime el mérito en lugar de la discrecionalidad y la discriminación arbitraria.

—¿Cuál es el rol del Estado en esto?
—Aparte de promover la competencia, es muy importante que el Estado busque emparejar la cancha en áreas clave,como por ejemplo la educación primaria y secundaria. Pero también es tremendamente importante que pueda brindar una adecuada red de protección social. Si queremos que la gente tome riesgos en sus distintos proyectos y opciones de vida, debemos promover que vuelva a intentarlo cuando fracasa. Y para eso una red de apoyo que actúe como una suerte de seguro es importante.

—¿Qué países tiene en mente al hablar de red de protección?
—Creo que los países escandinavos son un buen ejemplo. Y aquí hay que desvirtuar una gran confusión. En muchos aspectos países como Suecia, Dinamarca o Finlandia son más promercado que el propio EE.UU. Es cierto que el Estado de bienestar y la carga tributaria pueden ser más grandes de lo que uno quisiera, pero son países con mucha competencia, altamente meritocráticos y con elevada movilidad social. El tema es que tienen una red de protección social potente que, en muchos aspectos, promueve la competencia. En el plano laboral, por ejemplo, tienen esquemas de flexiseguridad que resultan en mercados laborales flexibles con buena protección. Esto evita que las empresas vayan a pedirle al Estado que las salve cuando están en dificultades so pretexto de dejar a trabajadores en la calle.

—Chile es un país con altos niveles de desigualdad de ingresos. ¿Qué desigualdades son justas e injustas y cómo se relaciona esto con la meritocracia?
—La competencia genera desigualdad. Pero la desigualdad no es injusta per se. Lo que resulta injusto y genera frustración es que esa desigualdad sea percibida como ajena a razones de mérito. A nadie le molesta que Steve Jobs haya sido muy rico. Pero nos molesta cuando las recompensas están determinadas en base a la discrecionalidad, las conexiones o el amiguismo.

—Los altos salarios de deportistas de elite tampoco parecen molestar. ¿Es porque ahí la competencia aplica y no hay espacio para una selección que se aleje del mérito?
—Exactamente. Se trata de mercados altamente competitivos d0nde el mérito es determinante de la recompensa. Quien quiera nombrar a su pariente en lugar del mejor jugador está condenado a desaparecer.

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