José Ramón Valente es economista, director ejecutivo de Econsult, columnista, cercano a la derecha y, desde diciembre, autor de La rebelión del sentido común, libro que a un mes de su publicación ya ha vendido tres mil ejemplares. Todo un récord, considerando el tema que aborda: economía y los fundamentos del modelo de libre mercado.
Valente, en su oficina del piso 12 con vista al barrio El Golf, explica que luego de dos décadas de escribir columnas en casi todos los diarios de Chile y de ser panelista recurrente en programas de radio, decidió que era tiempo de explicar, en más caracteres que los regularmente asignados en el papel periódico, la simpleza de la economía. Hablarle al ciudadano común y explicarle, en poco más de 200 páginas, los beneficios del modelo de libre mercado. En síntesis, una defensa del que resume como el modelo que más riqueza y bienestar ha generado en la historia de la humanidad.
Pero su libro es más que una exaltación al libre mercado. Su veta de columnista no se subyuga ante la condición temporal de escritor: en cada uno de los cuatro capítulos y de manera recurrente, Valente deja entrever críticas a las reformas que ha emprendido el gobierno de Michelle Bachelet y a la conducción económica del mismo. A veces de manera directa y otras, aludiendo a fracasados modelos socialistas que florecieron gracias a la Cortina de Hierro. Para Valente —en esta entrevista y también reflejado en La rebelión del sentido común—, el actual gobierno no es más que una sumatoria de “ofertones socialistas”. Quizás en esas críticas directas radica el éxito en las ventas.
—Parte el libro constatando que la economía de libre mercado tiene mala prensa. ¿Por qué cree que se da eso?
—Si ves la discusión económica que se da en Estados Unidos ves que no hay mayor diferencia. Pareciera que la economía de libre mercado está desconectada de la gente, que fuese muy dura y, sin embargo, cuando lees los fundamentos de esta economía te das cuenta de que tiene un componente muy cercano a la gente y que busca crear sociedades más libres, no sólo en lo económico. Pero todas estas críticas se dan en el corto plazo. Si sales de la coyuntura electoral y tomamos los 250 años de trayectoria, la ganancia que hemos logrado todos los ciudadanos respecto a monarquías, gobiernos absolutistas y dictaduras ha sido muy grande. Han sido ganancias de libertad que han estado asociadas al libre mercado, cuya idea madre es que las personas quieren interactuar unos con otros, pero, históricamente, había existido un poder absoluto que lo ha impedido. Eso hemos ganado y le llamamos democracia liberal, la cual va muy de la mano con nuestras decisiones económicas, como qué comprar, dónde ir de vacaciones, dónde vivir, etc.
—Cita bastante el modelo de Alemania y cómo, con un muro de por medio, se generaron dos realidades con diferencias que subsisten hasta hoy. ¿Este ejemplo es casual o hay una intención de hacer un guiño a lo que está ocurriendo en Chile, de un tránsito desde el libre mercado a un modelo más estatal?
—Intento abrir la discusión sobre las reformas. Muchas de ellas se plantean con muy buenas intenciones, pero al final tienen una letra chica y esa letrita, comúnmente, deriva en que los ciudadanos entregan libertades a cambio de beneficios económicos. Se entrega libertad a cambio de gratuidad o libertad a cambio de un bono. Esa es la referencia que yo quiero hacer en el libro y no sólo aplica para las dos Alemanias, sino también para las dos Coreas o cualquier otro país que haya elegido entre libre mercado y socialismo. Trato de mostrar que estos “ofertones”, que parecen superatractivos, conllevan una trampa, que usualmente es ceder libertad.
—¿No cree que exista la posibilidad de que la gente sepa y aún esté dispuesta a ceder libertad a cambio de, por ejemplo, gratuidad y calidad en la educación de sus hijos?
–Cuando revisas encuestas de opinión, la gente se declara inclinada por tomar su propio camino y sus propias decisiones. Obviamente quieren que se les tienda una mano, pero una vez que entienden el tema y que deben sacrificar libertades, la gente no está dispuesta a hacerlo y retoma el rumbo de una sociedad y una economía más libre. En la cual, por ejemplo, puedan decidir a cuál colegio enviar a sus hijos.
—En uno de los capítulos del libro plantea que los expertos no han sido capaces de convencer a la ciudadanía sobre los beneficios del modelo de libre mercado. ¿No debería ser el modelo en sí mismo el que convenza a la gente?
—A partir de 2009 ha habido un cuestionamiento a la validez del modelo. Pero si uno mira el contexto largo, el modelo de libre mercado ha ganado posiciones en el mundo y sigue sumando adeptos. Con la caída del muro de Berlín este modelo derrotó a su archirrival, el socialismo. Entonces, si es tan bueno, ¿por qué la gente no sale a defenderlo? En períodos largos el modelo se defiende solo, pero en tramos cortos de 5, 10 o 20 años no necesariamente y eso es lo que estamos viviendo.
—Quizás la columna vertebral del libro es la teoría de que la gente sabe más de economía de lo que cree. Pero en el mismo libro señala que la gente se deja engañar por los gobiernos con ideas socialistas. Si la gente sabe de economía, ¿por qué votan a gobiernos con ideas que irían en contra de sus libertades para emprender o elegir?
—Las generaciones recientes, al no haber estado expuestas a ambos modelos y sin poder ver cómo operan en la práctica, se ven tentadas ante el “ofertón socialista”. A esa gente le están ofreciendo algo muy atractivo y, como nos pasa a todos ante un producto, se puede equivocar en su elección. Aunque sea un mal producto, el socialismo se vende con ideas y conceptos seductores y varios enganchan.
—¿El programa de gobierno de Bachelet era un “ofertón socialista”?
—Sí, el programa de gobierno y cómo lo están llevando a cabo es un “ofertón socialista” y la misma gente que lo apoyó de manera mayoritaria está viendo que era eso: una oferta, la venta de un mal producto. Es muy impactante ver que un gobierno que fue elegido con el 62% de los votos comienza a implementar lo prometido y su aprobación cae al 24%. Eso demuestra que a la gente se le entregó el folleto de un producto, lo compró y cuando lo fue a probar, se dio cuenta de que no era lo que le habían vendido.
—Parece interesante que use a Marx para defender al libre mercado, asegurando que si él viviera, no sería marxista.
–La idea base de Karl Marx, quien era un estudioso de la historia, fue mirar todo el ciclo histórico y llegó a la conclusión de que el hombre nunca había creado tanta riqueza como se creó en la generación que a él le tocó vivir. Creo, y es mi suposición, que Marx se imaginó que ese momento era una anomalía, por lo tanto había que repartir esa inusual riqueza entre la población. Si él hubiese visto la inusual fuerza creadora que tenían los hombres viviendo e interactuando en libertad y si hubiese visto toda la fuerza creadora que se intensificó en el futuro, si reviviera para ver eso, probablemente no sería marxista. Creo que él mismo pediría que se queme su libro.
CUANDO PASE EL TEMBLOR
—Partimos 2016 con el peor desempeño bursátil a nivel mundial y los commodities por el suelo. ¿Esto es una nube pasajera o es una tormenta que nadie pronosticó? ¿La economía mundial entrará en recesión?
—Ése es el centro de la discusión: si esto es un período prolongado de caída en los mercados y, por lo tanto, un anuncio de una gran recesión, o es una corrección que está mostrando una gran volatilidad mucho más allá de lo normal. Tiendo a pensar que es lo segundo y que el mundo se está ajustando a una nueva realidad. Y ese nuevo escenario pasa por China creciendo menos de lo que ha demostrado en los últimos 15 años y pasa, además, por un segmento industrial en el mundo que ve cómo, para gran parte de la población, las necesidades están cubiertas y eso impacta en la venta de bienes durables, como electrodomésticos, celulares o automóviles. Todos esos ajustes están siendo digeridos en todas partes y por eso vemos esta inestabilidad. ¿Por qué ha sido tan grande la volatilidad? Creo que tiene que ver con la incertidumbre respecto a si la caída del precio del petróleo es positiva o negativa. Yo tiendo a pensar que es positiva, pero hay un grupo importante de personas que cree que no, que afectará la inversión y que generará conflictos geopolíticos en los países productores. Tomando todo lo anterior, yo soy optimista y no creo que vayamos a una recesión como se veía nítidamente en 2008. Sin embargo, vamos hacia una desaceleración y hay países que lo pasarán mal. Lamentablemente, Chile está en ese grupo. Para graficarlo de mejor manera: el mundo está sufriendo un temblor y nosotros sentiremos un terremoto.
"Yo hubiese esperado que con un dólar alto y tasas de interés relativamente bajas los sectores no tradicionales hubiesen tomado vuelo, tal como lo hicieron a fines de los 80. Pero no ha ocurrido"
—¿Está Chile, comparado a 2008, peor preparado?
—Cuando cambian las condiciones tienes que ser capaz de adaptarte a ellas, y lo que veo en Chile es que nos cambiaron las condiciones y seguimos con el mismo discurso, las mismas estrategias y no nos estamos adaptando. Uno hubiese esperado que, a dos años del desplome de los commodities, la economía hubiese dado paso al emprendimiento en distintos sectores, pero el clima político, la impronta antiempresarial de este gobierno y ese aislamiento de lo que ocurre en el exterior han hecho que la gente, en vez de redirigir sus recursos a emprendimientos, esté optando por guardar la plata. Yo hubiese esperado que con un dólar alto y tasas de interés relativamente bajas los sectores no tradicionales hubiesen tomado vuelo, tal como lo hicieron a fines de los 80. Pero no ha ocurrido.
—Ante ese escenario, ¿qué ocurrirá con el presupuesto 2016?
—Se nota que las autoridades de Hacienda están tremendamente preocupadas. Se ve en sus recientes declaraciones, en las cuales moderan las expectativas y deslizan que no estarán todos los recursos. Cuando nos dicen que Chile crecerá en la parte baja del PIB proyectado, nos están diciendo que, en el mejor de los casos, creceremos un 2% durante 2016. De ser así, se completaría el peor trienio en más de treinta años.
—¿Entonces habrá moderación en el gasto?
—Me asusta que se esté pensando que gastando mucho, como se ha hecho en los primeros dos años de gobierno, se pueda reactivar la economía. En Brasil pensaron lo mismo y ahora tienen un tremendo déficit fiscal y la economía está deteriorada.
—Por primera vez, desde el retorno a la democracia, que no hay claridad en quién será el próximo presidente ni el modelo económico que regirá en Chile. ¿Le preocupa esa incertidumbre?
—A nivel de inversionistas, en particular de los chilenos, esto genera mucha preocupación y freno a las inversiones. ¿Quién será presidente? Es muy distinto pronosticar a Piñera que a ME-O. Por eso que, desde el punto de vista de las expectativas de los inversionistas son muy importantes, y casi una prueba de fuego, las próximas elecciones municipales.