Por Paula Comandari y María José Tapia // Fotos: Marcelo Segura Julio 1, 2016

Está adportas de terminar los cursos que dicta en la Universidad de Chile, y ya se prepara para una serie de compromisos internacionales: visitas a Asia, Europa y Estados Unidos. En agosto irá una vez más a la prestigiosa conferencia de Jackson Hole, a la que muy pocos académicos son invitados.

Pero esta vez José de Gregorio, democratacristiano, ex presidente del Banco Central —a donde llegó designado por Michelle Bachelet en su primer gobierno—, no hablará de economía. Porque, dice, el foco de lo que ocurre en el país está basado en la situación política. Incluso es el tema central de las conferencias privadas que realiza entre economistas. “La política ha contaminado negativamente el qué hacer y desempeño económico”, explica mientras analiza el gobierno, la labor del ministro de Hacienda y los peligros de las presiones populistas que copan la agenda.

—En agosto del año pasado, con la llegada del ministro Valdés, usted señaló que “la dinámica reformista del gobierno había cambiado, y que eso se llamaba gradualidad, prioridades y buen diseño”. A la luz de los acontecimientos, ¿se equivocó en el diagnóstico?
—El ímpetu reformista ha estado reduciéndose, porque se ha visto que no basta con hacer reformas si no hay buen desempeño económico. Y éste ha sido muy deficiente, por lo que focalizarse en temas de crecimiento me parece razonable. Eso, en cierta dimensión, empezó con la llegada de Burgos y Valdés aunque no ocurrió, como uno hubiese pensado, un cambio más drástico.

—Se esperaba un cambio de rumbo, pero eso no ocurrió...
—Valdés entró en una etapa de reparaciones: se corrigió la reforma tributaria, se le hicieron cambios a la laboral, para tratar de conciliar temas de mayor fortaleza de los sindicatos con mayor ámbito de adaptabilidad que desafortunadamente, por política, no funcionó. Desde Hacienda se ha arreglado la reforma universitaria, porque desde el Ministerio de Educación habían sido incapaces de hacerlo. Hay problemas más generales que no los va a cambiar ni el ministro de Hacienda ni el ministro del Interior.

"A mí no me lo van a ofrecer, pero yo no sería ministro en este gobierno, así de simple. A Valdés lo veo muy comprometido. Es lejos la persona más adecuada en las actuales circunstancias. Si Valdés corriera la misma suerte de Burgos, sería pésimo para el gobierno y el país".

—El mundo empresarial depositó su confianza en la dupla Burgos-Valdés, pero ésta no logró imponerse.
—La salida de Burgos y su cansancio se debieron a que no fue capaz de llevar adelante una agenda más coherente con lo que se esperaba de su llegada. Esto es complejo para él, porque es quien viene después de la presidenta de la República. El gran drama de esta coalición es que hay gente que piensa que lo que hizo la Concertación no valió nada, sin hacer ningún análisis riguroso. Y otro, que fueron los que gobernaron durante ese período, del que soy parte y me siento muy orgulloso de lo que se hizo. Esa diferencia de diagnóstico es muy compleja para llevar adelante la política.

—¿Cuál es su evaluación del gobierno?
—El problema político de fondo en Chile es el estrangulamiento de las posiciones moderadas. En el gobierno, a veces, quienes dominan la agenda son los grupos extremos que quieren cambiarlo todo, y en la derecha dominan los sectores que echan de menos el país de 1989, así es difícil avanzar. Chile es tierra fértil para el populismo y las malas políticas públicas. El país necesita cambios; o sea, pensar que las necesidades que tiene Chile son las mismas que tenía en los 90 es una ceguera, pero hay que entender lo que el país quiere y responder a lo que el país espera.

—¿Y eso está sucediendo?
—Este gobierno representó una necesidad y una demanda por cambio, pero sin pensar cuáles eran las políticas para esos cambios y empujamos reformas que no están bien pensadas.

—¿Qué tanto daño le hacen a Chile los malos diseños de estas reformas?
—No basta con las ideas, cuando el diseño es malo, uno cae en la desconfianza de cuán competentes son las autoridades y eso al país le hace mal, porque se ha demostrado que hay bastante incompetencia. A eso le sumamos el problema de financiamiento de la política, que es realmente gravísimo; recibir mesadas de las empresas mientras se legisla es una cosa que a nadie le cabe en la cabeza. Hay un cuestionamiento general de la competencia de nuestras autoridades, de su honestidad y eso genera que el nivel de peticiones traspase los límites y terminemos haciendo legislaciones mal hechas. Se da la paradoja que el mayor legado de este gobierno será algo que no estaba en el programa: la agenda anticorrupción. Eso es el resultado de los escándalos de financiamiento de la política y,por sobre todo, Caval.

—Usted fue crítico del ADN del proyecto educacional: la gratuidad. Y golpeó la mesa desde el comienzo. ¿Eso le cerró las puertas para ser llamado a participar del gabinete de la presidenta Bachelet?
—No creo, porque iba a nombrar a Alberto Arenas de todas formas. Eso es lo que le habría recomendado, porque era la persona con la cual había trabajado.

—Muchos de sus pares piensan que le jugó en contra tanta sinceridad.
—En ese momento obviamente me costó carísimo y la gente que quería sacarme de circulación lo exacerbó. Pero soy un hombre honesto y nunca voy a defender cosas en las que no creo.

—¿Por qué una persona como usted, con su trayectoria, currículo y reconocimiento mundial no es escuchado en este gobierno?
—Me escuchan…

—¿Cuánto lo escuchan?
—No sé. Yo no me dedico a la política, pero converso normalmente con todos los economistas de gobierno.

—Respecto a la situación económica que vive Chile, ¿cuánto se debe a factores exógenos y cuánto a las reformas?
—La desaceleración económica chilena tiene que ver con la caída de la inversión minera. Ahora, uno esperaría que la economía empiece a invertir en otros sectores. Pero hay un problema de expectativas y de confianza que está frenando la capacidad de recuperación y eso es responsabilidad del gobierno y sus reformas, y también de la incertidumbre política, donde la capacidad de tener gente que no esté envuelta en casos de corrupción o de financiamiento ilegal de la política es escasa. El gobierno debería decir hacia dónde vamos. Por ejemplo, hay incongruencias en decir “gastemos más”, fortalezcamos la inversión pública, pero las concesiones en hospitales, que es donde podríamos tener un impulso reactivador, están frenadas. Esto está dominado por una visión de gran desconfianza hacia la actividad privada.

—¿Cómo se recupera la confianza del empresariado?
—Esto no se recupera con una declaración, sino que con tiempo. Hoy hay una muy buena rentabilidad en el sector exportador por el tipo de cambio, pero no vemos inversiones, porque en el mundo privado hay desconfianza. Se puede pensar ‘yo voy a hacer una inversión, que quiero que dure los próximos diez años’. Algunos dicen ‘me arriesgo’, pero otros pueden decir ‘no sé realmente a dónde vamos a apuntar’. La confianza se empezó a perder en la discusión de la reforma tributaria, siguió con el colapso de la política y su vínculo con el mundo empresarial, después el caso Caval, que daña los principales atributos de la presidenta.

Las presiones sobre Valdés

—En la Sofofa varios sentencian que Alberto Arenas y luego Rodrigo Valdés han sido de los peores ministros de Hacienda desde la vuelta de la democracia. ¿Qué les contesta usted?
—La Sofofa no es el mejor paradigma del mundo empresarial porque ahí hay un poco de diálogo de sordos, posiciones tan dogmáticas que no explican cómo funciona el mundo. Me afectan sus discursos predecibles, nos falta un poco de originalidad, hablan de reforma laboral y todo es malo, todo es caos. Pienso que Rodrigo Valdés es un excelente ministro de Hacienda. No se puede culpar al ministro por lo que se está haciendo en Chile. El ministro de Hacienda no es el que gobierna, quien gobierna es la presidenta.

"La Sofofa no es el mejor paradigma del mundo empresarial porque ahí hay un poco de diálogo de sordos, posiciones tan dogmáticas que no explican cómo funciona el mundo. Me afectan sus discursos predecibles, nos falta un poco de originalidad, hablan de reforma laboral y todo es malo, todo es caos".

—Pero un ministro con mayores atribuciones políticas podría haber influido en la mandataria…
—Creo que no es problema de manejo político. Él es una persona convincente y sabe mucho. Pero hay problemas políticos, de orden y de dirección al interior de la coalición gobernante. Este gobierno ha sido muy complejo.

—Economistas y empresarios culpan a Valdés que, a diferencia de otros ministros de Hacienda —Velasco y Eyzaguirre—, no ha logrado influir en la agenda y que Teatinos 120 ha dejado de estar en la cúspide del poder…
—Hoy la preeminencia de Hacienda es menor de la que había hace años. Valdés entró a un gobierno que tenía lanzada una reforma laboral, que había aprobado una reforma tributaria y dentro de ese margen se ha tenido que mover.

—Se dijo que Valdés incluso pensó en renunciar...
—Ser ministro en este gobierno es muy desgastante. A mí no me lo van a ofrecer, pero yo no sería ministro en este gobierno, así de simple. A Valdés lo veo muy comprometido en sus tareas. Es lejos la persona más adecuada en las actuales circunstancias. Es cierto que quedó debilitado con la salida de Burgos; se fue la mitad de los representantes del realismo sin renuncia, y fue remplazado por alguien para quien el presidencialismo está por sobre todas las cosas. Si Valdés corriera la misma suerte de Burgos sería pésimo para el gobierno y el país.

“Reforma antiempleo”

—¿Qué impacto tendrá en el país la reforma laboral?
—El proyecto del gobierno era inconstitucional, y no se puede presentar un proyecto así. Pero la oposición ha privilegiado su posición visceral contra los sindicatos por sobre un compromiso real con la productividad. En este escenario terminamos lamentablemente con el veto. La modernización del mercado laboral para mirar al siglo XXI y no el XIX quedó como tarea pendiente. Y obviamente esto es parte de los errores del gobierno.

—¿Cuánto va a pesar eso en el futuro del país?
—Esta reforma tiene costos, quedamos al debe en materia laboral, porque la reforma impone rigideces y atenta contra la productividad y la creación de empleos. Es una reforma antiempleo, pese a que puede mejorar los ingresos de la gente.

—Dado este análisis, ¿qué tan factible es para el ministro Valdés reducir el gasto fiscal 25 puntos base al 2018?
—Ese es su compromiso, y su tarea. Es muy factible que lo haga.

—Pero hay demasiados recursos comprometidos en las reformas…
—Hay que discutir el presupuesto completo y confío, que el ministro de Hacienda lo cumpla.

—¿Y dan los números?
—Los números dan. Hay que ver lo que va a hacer con los gastos y ajustes discrecionales. Este país tiene una situación macroeconómica sana y hay que cuidarla. Hay políticos que piden expansión fiscal, pero no dicen nada por el lado monetario (Banco Central). No descarto, si la actividad sigue débil en los próximos meses, que haya un recorte de tasas. Eso es más efectivo que estar pensando que debemos hacer un aumento del gasto en una situación fiscal débil, en el sentido de que podemos empezar a acumular deudas, nos bajen la calificación de riesgo y suba el costo de financiamiento para el país. Eso es malo. La economía chilena no tiene perspectivas de repuntar en el futuro cercano, por la falta de confianza.

—No es muy optimista su visión…
—Estamos en una transición complicada ante la cual soy optimista, vamos a salir bien. Si bien se han hecho avances, como la reforma al Estatuto Docente, vamos a recordar de este gobierno un mal desempeño económico, errores, la creación de falta de confianza. El tema es ver si somos realmente tan buenos como pensamos, si somos capaces de salir de esto.

—Los corresponsables en los proyectos son Segpres y Hacienda ¿Qué está pasando que las voces de Nicolás Eyzaguirre y de Rodrigo Valdés no están siendo escuchadas?
—En un régimen presidencial como el nuestro y con una coalición tan diversa, la última responsable de las decisiones que toma el gobierno es la presidenta y no tenemos muchas pistas de a qué es lo que apunta y cuál es el compromiso con el crecimiento.

—¿Está mal asesorada la mandataria?
—La presidenta no tiene un Segundo Piso destacado intelectualmente, que uno pueda ver un gran lineamiento. Noto que este gobierno es un poco personalista.

El “Brexit” y Chile

José de Gregorio nunca vislumbró la opción de que el brexit pudiera ganar. A una semana del triunfo, piensa que la decisión será costosa para el Reino Unido, porque reducirá su crecimiento en los próximos años, agregará incertidumbre y será un freno para la economía mundial. Asegura que David Cameron pasará a la historia no como el primer ministro que sacó a Reino Unido de la crisis financiera, sino que como la persona que sacó a Gran Bretaña de Europa, provocando un daño de insospechadas consecuencias sobre el futuro de ese continente. Todo, dice, por culpa de una mal calculada estrategia política y por “promesas de campaña mal hechas”, algo que, según él, está ocurriendo, peligrosamente, en Chile. “El programa es la gran camisa de fuerza del gobierno, lleno de ideas sin diseño”.

—¿Cómo debieran reaccionar los bancos centrales al brexit?
—Sólo en la medida que se vean tensiones de liquidez, pero fuera de Europa no va a haber necesidad de actuar. La FED ya estaba retrasando las alzas de tasas y parte importante es por el ambiente económico internacional que está un poco turbulento. Ahora, como Europa está en un momento tan complejo, uno no puede descartar que en algún momento haya una volatibilidad financiera mayor, y los bancos centrales tengan que actuar con mayor vigor. Por eso es muy probable que la FED retrase el alza de tasa hacia finales de este año, principios del próximo.

—¿Cuánto pesan las presiones populistas a la hora de hacer política?
—Yo pensaba que poco, pero cuando uno ve la experiencia se ve que influyen bastante. La mejor manera de reducir la influencia incorrecta de los grupos de interés es con transparencia, que sepamos cómo se financian las campañas, a quiénes reciben las autoridades. Probablemente el mundo de las redes sociales y los mayores flujos de comunicación de hoy les han dado fuerza a distintos grupos, lo cual es bueno, sólo que hay que absorberlo bien.

"En un principio pensé que la discusión constitucional debió ser en el Congreso, pero tenemos que reconocer que éste no goza de la legitimidad para llevar adelante un proceso constituyente, sería inviable cerrar la discusión ahí".

—¿Hay algo de promesa mal diseñada en el proyecto de una nueva Constitución?
—El tema constitucional es supercomplejo. No conozco muchas experiencias comparadas que me puedan decir si vamos por buen o mal camino. Pero más allá de si nos guste o no, se instaló la necesidad de un cambio de Constitución, y la idea de que debemos participar. En un principio pensé que se debió haber hecho a través del Congreso, porque uno vota por sus representantes, pero tenemos que reconocer que el congreso actual no goza de la legitimidad para llevar adelante un proceso constituyente, sería inviable cerrar la discusión ahí.

—¿Y los cabildos son la mejor opción?
—Los cabildos son una manera de recoger la posición ciudadana. El problema del asambleísmo es que podemos terminar con una constitución demasiado pactada: tú me das esto, yo te doy esto otro. El tema es que no se sabe bien lo que queremos cambiar. Preferiría saber hacia dónde vamos.

—¿Existe el riesgo de que la Constitución sea hecha a la brasileña, que tenga un montón de derechos garantizados, cuando debiera ser de grandes lineamientos?
—En eso estoy totalmente de acuerdo. Mi temor es que sea demasiado al detalle y que rigidice el hacer políticas públicas. En Brasil el tema previsional que tienen por haberlo llevado a la Constitución es gravísimo, y tiene implicancias fiscales, y van a tener que cambiarla. Eso sería lamentable.

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