Por María José Tapia //Ilustración:Alfredo Cáceres Agosto 26, 2016

Construirían un megaproyecto clínico de más de US$ 100 millones en Santiago, emitirían un bono y no descartaban abrirse a Bolsa. A comienzos de 2015, las aspiraciones de Empresas Masvida —matriz de la isapre— eran auspiciosas. El presidente de la compañía, Claudio Santander, exponía en cada seminario donde participaba el ejemplo de éxito de la compañía y cómo, sin haber reajustado los planes en varios años, eran no sólo viables, sino que seguían creciendo y aumentando sus utilidades.

El tono cambió radicalmente un año después. A comienzos de abril, Santander se contactó con los socios del holding y el mensaje fue claro: debían concurrir a la junta de accionistas para autorizar las negociaciones que permitirían el ingreso de un socio estratégico a la firma. Se necesitaban recursos urgentes.

La falta de liquidez de la empresa y su posible viabilidad empezaron a ser comentario obligado al interior de la industria. Y hoy no son pocos los que han vuelto a recordar la crisis que se suscitó con la última empresa del sector que quebró: Vida Plena, ligada a Inverlink Capitales, la cual por varios meses negó que estuviera en peligro su continuidad, hasta que a fines de 2003 dejó a más de 100.000 afiliados sin cobertura y gatilló una serie de cambios en la normativa vigente.
Masvida aparece hoy como el emblema de la crisis del sistema, mientras trabaja en su salvataje.

UNA ISAPRE DE MÉDICOS

El término “cooperativa” es el que más resuena a la hora de hablar de Isapre Masvida. Es que la compañía tiene una diferencia radical con el resto de sus competidores, una diferencia que la hace única. Mientras en las otras firmas del sector los dueños son grandes grupos económicos —Colmena con Bethia, Consalud con la Cámara Chilena de la Construcción (CCHC) y Banmédica con Penta—, Masvida está en manos de 84 sociedades médicas que aúnan a 6.500 doctores. Cada uno de ellos aportó entre 27 UF ($707.000 ) y 123 UF ($3,2 millones) para armar la compañía, de ahí el eslogan “Una isapre de médicos”; eslogan que hoy más que una virtud se ha transformado en un inconveniente, ya que la empresa no tiene las espaldas financieras que sí poseen sus competidores, situación que la aproblema.

A marzo, Masvida era la isapre más golpeadas en sus resultados: sus utilidades habían caído un 43% desde $2.709 millones a $1.533 millones. A julio sus ganancias llegan a los $2.821 millones, cifra bastante inferior a los $4.399 millones que acumulaba en 2015. Su caja, en tanto, bordea los $1.000 millones. Hoy —según un estudio de la Superintendencia de Salud— la isapre cumple al límite los niveles de patrimonio, liquidez y garantía que exige la autoridad para no intervenir la compañía. La misma situación tiene Consalud, sin embargo, esta última tiene espaldas financieras suficientes para salir adelante —dicen en el sector—, ya que su dueño es la CCHC.

La película para Masvida no siempre fue así de negra. La isapre de médicos tuvo años de gloria, amparada en una estrategia clara: no reajustar los planes con la finalidad de aumentar el número de afiliados. Durante ocho años los planes se mantuvieron inalterables y se logró el cometido: de tener un 2% de participación pasó a un 16%, transformándose en la cuarta más grande del país con 313.000 cotizantes y más de 570.000 beneficiarios. La aseguradora andaba bien, y habría seguido así si no hubiese sido por un factor adicional que se costeó en gran parte con dineros de la isapre: una amplia red de clínicas que prometían mayor rentabilidad y más trabajo a los médicos.

A marzo, Masvida era la isapre más golpeadas en sus resultados: sus utilidades habían caído un 43% desde $2.709 millones a $1.533 millones. A julio sus ganancias llegan a los $2.821 millones, cifra bastante inferior a los $4.399 millones que acumulaba en 2015.

Hoy Masvida tiene ocho clínicas a lo largo de Chile: El Loa, Las Lilas, Isamédica, Chillán, Universitaria de Concepción en San Pedro de La Paz y en la capital de la VIII Región, Universitaria Puerto Montt y Clínica Magallanes. El presidente del holding, Claudio Santander, reconoce que el 50% de esa inversión “fue plata que le pedimos a la isapre”. El resto fue un mix entre generación propia y los bancos. “El modelo se apoyaba en que la clínica pudiera sustentarse para empezar a pagarle la cuenta a la isapre”, señala. Pero eso no ocurrió. La situación económica del país empeoró, la banca les cerró los financiamientos y la industria de las isapres cayó en una incertidumbre, agravada por la judicialización de las alzas de los planes. Todas las empresas del sector vieron mermados sus resultados, pero en Masvida hubo un factor adicional: la inversión prevista para sus dos últimos proyectos clínicos se disparó, y la isapre empezó a sentir los efectos. Hoy MV Financial (filial de Masvida que gestiona los recursos para desarrollar la red de clínicas) le debe $26.000 millones a la isapre.

El primer exceso vino aparejado a la Clínica Universitaria de Concepción. Dada su alta ocupación, se decidió trasladar el centro médico que contenía a un edificio aledaño en la Plaza de la Independencia en la capital de la VIII Región. Si el proyecto tenía un costo de 200 mil UF, pasó a costar 350 mil UF, porque se terminó desarrollando una pasarela que unía a ambos establecimientos y una completa clínica ambulatoria y un proyecto de rehabilitación.

Luego vino el emblemático proyecto de la Clínica Las Lilas, donde adquirieron el paño donde se ubica la Universidad Gabriela Mistral para levantar un proyecto millonario.

Hoy está todo paralizado. Les faltan $4.900 millones para habilitar el segundo y tercer piso de la Clínica Universitaria de Concepción; $7.900 millones para Las Lilas y $1.200 millones para la Clínica de Chillán. La Compañía de Seguros de Vida que preveían lanzar este año también quedó en stand by: necesitan $3.000 millones que no tienen. A ello se sumaron pasivos adicionales por $31.749 millones de deuda a corto plazo con su propia red y de déficit de capital de trabajo.

A fines del año pasado, la inyección de recursos se transformó en una urgencia. Y la Superintendencia de Salud puso a la isapre en su radar. En marzo citaron por primera vez a Claudio Santander para sincerar la compleja situación, reunión que se repitió hace un mes. La explicación por parte de Masvida fue clara: tenían serios problemas de liquidez y necesitaban incorporar a un socio estratégico que reflotara la firma.

PUGNA GREMIAL

A comienzos de abril, Claudio Santander se comunicó con los presidentes de las sociedades médicas dueñas de la compañía. El mensaje fue claro: en la junta de accionistas se votaría la viabilidad de incorporar a un socio estratégico. El 21 de abril se autorizó al directorio y al presidente ejecutivo del holding para llevar adelante dicho proceso de negociación.

Santander reconoce que la primera opción que se barajó era que los mismos doctores capitalizaran la compañía. Para ello se requería que cada uno pusiera del orden de $20 millones. Sería el primer aporte que harían por su empresa, ya que la única inyección de recursos que habían hecho fue la cuota que pagaron por la acción —de entre $700.000 y $3,2 millones—, de ahí nada más, dice. Este escenario se vio rápidamente como inviable. Santander estima que menos de 1.000 médicos de los 6.500 podrían haber puesto el capital. Ahí comenzaron las tratativas con Southern Cross —fondo ligado a Raúl Sotomayor y Norberto Morita—, quienes mostraron interés en la red de Masvida y en el flujo que generaría la isapre. A comienzos de junio, ejecutivos de Southern Cross partieron a conocer la clínica de Chillán, luego fueron a Concepción y posteriormente a Santiago y al norte. Se definió que el fondo aportaría cerca de US$ 100 millones vía un aumento de capital —con lo que alcanzaría el 50,5% de participación— y se formaría una nueva compañía llamada Masvida Salud S.A. Todo marchaba bien. De hecho, Masvida —que está trabajando con BTG Pactual— preveía que a fines de julio los socios pudieran conocer un avance del pacto de accionistas.

isapre2El proceso, sin embargo, se retrasó por temores derivados de los mismos médicos.

Un grupo de sociedades médicas de Concepción —ciudad donde se formó la isapre en 1988— vieron en esta negociación un peligro serio a que el plan de salud preferencial que poseen se viera alterado. Los 6.500 médicos accionistas ingresaron a la isapre justamente porque se les garantizaba un plan médico socio con características privilegiadas: cobertura a toda la familia, incluidos los hijos hasta los 27 años si es que están estudiando; no tiene costo de administración; se equipara a la jubilación o al montepío; y sólo se reajusta si es que la siniestralidad llega al 97%. Sólo ha habido dos aumentos de precios: el 2005 y la última el 2012, cuando subió un 12%.

Si bien Claudio Santander fue insistente en repetirles a los accionistas que el plan no se alteraría con la llegada del socio, su palabra no fue suficiente. Los médicos llegaron hasta el Colegio Médico a pedir asesoría legal. El 2 de junio pasado, el doctor Aliro Bolados, en representación de diferentes sociedades accionistas, expuso ante la mesa directiva del Colegio la preocupación existente por la situación financiera de la compañía y las inquietudes en torno a que un grupo ajeno a los médicos tomara el control. “Una cosa es lo que pueda decir el presidente de la compañía, pero acá tú estás perdiendo el control. Los médicos necesitamos conocer el pacto de accionistas para saber en qué situación quedan los planes socios, considerando que hay médicos jubilados o con preexistencias que no pueden optar. Tenemos que saber cómo legalmente este plan se puede proteger”, explicó Bolados a Qué Pasa.

El Colegio Médico no tardó en reaccionar. Tras esa reunión, sacó un informativo asegurando que: “la mesa directiva nacional decidió manifestar todo su apoyo legal, gremial y comunicacional ante esta situación y junto a eso buscar las medidas necesarias que permitan proteger los planes de salud de los médicos afiliados”. El 22 de junio, la entidad gremial —liderada por su presidente, Enrique Paris— llegó a las oficinas del superintendente de Salud, Sebastián Pavlovic, para manifestarle la misma inquietud, y el 11 de agosto pasado, el consejo regional Santiago del Colegio Médico realizó una reunión centrada específicamente en la isapre.

El abogado jefe del gremio, Adelio Misseroni, precisó a Qué Pasa que le han pedido información a la isapre, que aún no entrega, como la estructura societaria, qué doctores conforman cada sociedad, etc. Además, puntualiza que Santander se comprometió con ellos a entregarles, el 25 de julio, el grado de avance de las negociaciones y los mecanismos para mantener el plan, situación que no se dio. De hecho, ese mismo día, el gremio publicó en su página web: “Debido el incumplimiento del plazo autoimpuesto por la Isapre Masvida para informar al Colegio Médico la estrategia que utilizaría para conservar los planes de salud de más de 6 mil socios médicos ante el ingreso de un nuevo socio estratégico, el gremio reiteró su preocupación y se declaró en alerta”. En la isapre niegan haberse comprometido a entregar esa información.

Claudio Santander asegura que el ruido generado por el gremio retrasó las negociaciones. “El flaquísimo favor que le hizo el Colegio Médico a Masvida dañó a sus propietarios, porque retrasó las negociaciones creando un clima beligerante que al socio estratégico no le gustó, porque cuando inviertes en un negocio evalúas el riesgo del negocio mismo y no quieres un riesgo en los accionistas”, señala.

La crispación de los ánimos obligó a los ejecutivos de Masvida a recorrer todo Chile para hablar con cada una de las sociedades médicas y aquietar las aguas. Hoy, asegura Santander, de las 84 sociedades, al menos 80 están tranquilas con el proceso y apoyan la negociación; respaldo que fue visualizado por Southern Cross, siguiendo adelanta con las tratativas. Actualmente, están en proceso de due diligence, el cual debiera concluir el 10 de septiembre. “El Colegio Médico ya nos da lo mismo”, señala Santander.

En el intertanto, la continuidad del plan médico socio está claro y ya se definió el marco en el cual se manejará. El pacto de accionistas incluirá inscribir un nuevo plan en la Superintendencia de Salud, que tendrá una duración de 10 años, renovable por cinco más. Los beneficios mejorarán, ya que además de los que poseen actualmente se sumará un plan de medicina preventiva. Se creará una comisión compuesta por cinco médicos que revisarán el plan para mejorar su eficiencia, ya que los reajustes seguirán haciéndose en base al porcentaje de siniestralidad. Hoy el indicador está en 113%, cuando el tope para reajustar es 97%. Si bien se debió haber hecho un aumento en el valor en abril de este año a instancias de la junta de accionistas, se optó por dejar la junta para discutir el ingreso de un socio y postergar por un año el alza. En 2017 el incremento en el precio viene sí o sí.

EL INTENTO POR REVERTIR LA CRISIS

Las mejoras en la compañía no sólo pasan por el ingreso de un socio estratégico. Masvida lleva más de un año trabajando un plan de austeridad que comenzó con quebrantar su tradicional política de no elevar los planes de salud. Tras ocho años, la compañía aumentó un 6% los planes en 2015. Además, hicieron una limpieza de cartera que les implicó sacar a 8.000 cotizantes morosos, junto con frenar los planes de inversión y cambiar gerentes de varias clínicas. Sólo en la Clínica de Concepción despidieron a más de 100 personas, logrando ahorros por $1.382 millones anuales en ese centro.
A lo anterior se sumó el reajuste de la prima universal del GES —precio que cobran las isapres por administrar las patologías AUGE— que en el caso de Masvida pasó de 0,29 UF a 0,45 UF, lo que —señalan en la isapre— se tradujo en $3.000 millones mensuales adicionales.

El presidente de Masvida, Claudio Santander, reconoce que el 50% de la inversión utilizada para desarrollar la red de clínicas “fue plata que le pedimos a la isapre”. El resto fue un mix entre generación propia y los bancos. Hoy, MV Financial (filial de Masvida que gestiona los recursos para desarrollar la red de clínicas) le debe $26.000 millones a la isapre.

Con todo eso, las aspiraciones de Masvida apuntan a revertir los débiles números, llegando a una utilidad de $7.514 millones al cierre de año, un 30% más que los $5.774 millones reportados en 2015.

Desde la autoridad, sin embargo, fiscalizan de cerca la situación. La empresa necesita $74.749 millones para estabilizar sus finanzas y desarrollar su plan de inversión, por lo que la entrada de un socio es una urgencia más allá de los ajustes internos.

“Estamos a la espera de los plazos anunciados por Masvida en torno a la búsqueda de un socio estratégico. Los informes de la Superintendencia son claros en cuanto a que ha habido un paulatino deterioro en el caso de algunas isapres y a partir de eso hemos focalizado la mirada”, señala el superintendente de Salud, Sebastián Pavlovic. Añade que “si la situación se sigue deteriorando vamos a tener que intervenir; las facultades legales existen para evitar que con esa intervención se evite cualquier escenario más complicado que pueda afectar el derecho de los afiliados”.

La normativa señala que si se incumplen los niveles de liquidez, patrimonio y garantía exigidos a las isapres, la autoridad tiene la potestad de intervenir aprobando un plan de ajuste y contingencia que permita ordenar los flujos. Todos los recursos de los afiliados están garantizados, por lo cual no corren peligro. La dificultad está en que si llega a quebrar, los cotizantes podrían quedar en el aire. Si bien en la industria existe inquietud, ven poco probable que se llegue a ese escenario, ya que si la Superintendencia interviene la solución sería simple: cortar el flujo desde la isapre a las clínicas, salvaguardando a la aseguradora que seguiría recibiendo el 7% de los afiliados, subsanando su situación.
Más allá de ello, el sólo hecho de que la autoridad actúe es visto con preocupación en el gobierno. La reforma a las isapres ya no es prioritaria, sobre todo con el incendio que tienen en materia previsional.

Una sola llama que impulse una revuelta en torno a las isapres sería un terremoto al que habría que hacerle frente. Si bien, el proyecto para modificar la industria aseguradora está prácticamente listo, hoy no existen los recursos ni el ánimo político para pelear en un nuevo frente.

Aunque Southern Cross aparece como el salvador de Masvida, en el sector hay quienes miran con escepticismo que las negociaciones lleguen a buen puerto. En la empresa, dice Santander, están tranquilos: “Esta compañía va a salir adelante, tiene fortalezas enormes. Hay un plan B y un plan C. Hay más interesados en entrar a este negocio”.

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