Por María José Tapia // Ilustración: Hernán Kirsten Agosto 5, 2016

No fueron pocos los empresarios que le recomendaron a Hermann Von Mühlenbrock moderar su discurso en la primera cena que Sofofa sostendría con la presidenta Michelle Bachelet. Que sus palabras fueran dirigidas a los propios industriales, que planteara ideas y que las críticas al primer año de gobierno fueran mensajes constructivos y no leídos como ataques directos a su administración. Pero eso es precisamente lo que no ocurrió esa noche, hace ya dos años: los dardos del dirigente apuntaron directamente a la mandataria, cuestionando duramente sus reformas e insistiendo en que las cosas no se estaban haciendo bien. Ese mensaje no cayó bien en Palacio y marcó un hito en la relación entre el gobierno y los hombres de negocios, representados por el ente gremial.

La fluidez en el diálogo que había marcado el vínculo con la cúpula empresarial quedaba resentida, algo crucial a la hora de elaborar políticas públicas. Bien lo supo, por ejemplo, la administración de Ricardo Lagos, en la cual era usual que los proyectos más importantes fueran conversados entre el presidente y el fallecido secretario general y luego presidente de la Sofofa, Andrés Concha. Un alto ejecutivo, de hecho, confidencia que no era raro que Lagos preguntara a sus asesores si el proyecto “lo había revisado Conchita”. Algo que había salido de una especie de pacto que el ex mandatario había acordado con el entonces presidente de la Sofofa, Juan Claro: que cada uno se hFacía cargo de su parcela para ayudar a destrabar todo tipo de iniciativas y siempre apuntando al desarrollo del país.

Un escenario completamente distinto es el que se vive hoy. Dicen que lo que hay entre el gobierno y la cúpula empresarial es un vínculo lejano, frío y tenso que se ha intensificado en el contexto de un gobierno empecinado en concretar su programa de gobierno a como dé lugar.

Poder fáctico

Alberto SalasDe ser el gremio empresarial por excelencia, hoy la Sofofa ha dejado de ser lo atractiva que era antes. Muchos empresarios, de hecho, dicen que no se sienten representados por la asociación. Básicamente porque quienes mueven los hilos ahí ya no son los grandes empresarios, sino que sobre todo gerentes. Algo muy distinto de cuando los interlocutores eran hombres de negocios de la talla de Felipe Lamarca, Bruno Philippi, Hernán Briones y Juan Claro. Esta misma situación se replica en otro de los importantes gremios: la CPC, liderada por Alberto Salas. En ese contexto, frente a cualquier inconveniente, varios empresarios admiten que prefieren tocar la puerta de algún ministerio directamente antes que hacerlo por medio de los gremios.

Un consejero de Sofofa asegura que a la hora de discutir temas estratégicos, en las reuniones siempre llegan los principales ejecutivos y se ven pocos dueños, algo que no ocurría antes.

Sin embargo, en la dirigencia de la Sofofa niegan que ocurra algo así. Explican que empresarios como Andrónico Luksic o Juan Eduardo Errázuriz van permanentemente. Y que si hace tres años la asistencia a los consejos bordeaba el 35%, hoy alcanza el 70%. Además, insisten en que las sesiones que años atrás se hacían trimestralmente por bajo quórum, ahora se realizan todos los meses por la alta audiencia.

Pese a ello, varios empresarios aseguran que el gremio ha perdido relevancia. Explican que está administrada por unos pocos: hombres mayores de 60 años, que llevan años en la actividad gremial, “estancados en el poder” y que se han transformado en el “poder fáctico” de la institución. La encuentran “anticuada”, dice un importante empresario que, como los demás que deslizan críticas, pide no ser identificado.

Un consejero lo resume así: “En la Sofofa sigue primando la idea de que lo valioso es la experiencia, el llevar 30 o 40 años en una empresa. Y eso ya no es así. Con la agilidad que se mueve todo, se requiere gente joven, que piense distinto”.

En la CPC pasa lo mismo. Al interior de la confederación aseguran que se necesita un nuevo aire de la mano de líderes jóvenes: la generación de los 40, entre los que mencionan a Salvador Said, Bernardo Matte y Alfonso Swett.

Otro empresario agrega que en Sofofa se ven mayoritariamente abogados e ingenieros, cuando hoy se requieren sociólogos, sicólogos, porque la ciudadanía cambió.

Se quiebra la mesa

Algunos al interior de Sofofa afirman que varios miembros de la institución están cansados del estilo confrontacional que impera en la dirigencia. Opinan que la manera de relacionarse con el gobierno debiera ser más propositiva, porque sería una mejor vía para influir en la agenda. Un consejero, en off, ratifica esa visión. Pero representantes de Sofofa replican que tales críticas nunca se han expuesto en los consejos, y aunque sí reconocen que existe una cierta disidencia, aseguran que es una parte menor al interior del grupo. De hecho, puntualizan que todas las decisiones en los consejos han sido apoyadas unánimemente, sin necesidad de votarse.

Hermann Von MuhlenbrockLas reformas han sido un tema clave en el distanciamiento con el gobierno. Si bien varios empresarios insisten en que no podían apoyar cambios que iban a hacerle mal a Chile, en Palacio dicen que la postura del gremio fue siempre resistirse a cualquiera modificación. Esa postura reactiva intensificó la falta de diálogo. En Hacienda, por ejemplo, no tienen recuerdo de la última vez que se reunieron con Von Mühlenbrock. En el portal de la Ley del Lobby tampoco hay registros de meetings entre las cúpulas empresariales y los principales ministros durante este año, sólo encuentros con subsecretarios o jefes de servicio. Más allá de ello, en julio pasado, el ministro Valdés sí participó en el seminario “Exportando servicios: talento, creatividad y conocimiento para el mundo”, organizado por la cartera, Sofofa y la Cámara de Comercio de Santiago; y a mediados del año pasado, el gremio firmó con Economía un acuerdo para avanzar en productividad, en lo que han estado trabajando fuertemente.

Pero no son pocos los que aseguran que su capacidad de plantear ideas y levantar proyectos —y que éstas sean acogidas por el gobierno— ha sido escasa. De hecho, a nadie se le olvida que la reforma tributaria fue fraguada en la casa del economista Juan Andrés Fontaine con parlamentarios. La principal repercusión de la disconformidad con el proyecto vino aparejada a un video del entonces presidente de la Asociación de Emprendedores, Juan Pablo Swett —y no de las cúpulas empresariales—, donde en cosa de minutos explicó el impacto que tendrían los cambios sobre las pymes. “El constante ‘no’ de los gremios empresariales los dejó fuera del debate”, asegura un empresario.

En la reforma laboral, las pymes lograron inicialmente un acuerdo con senadores, avalado por el gobierno, bajándose de un frente común que habían armado con los grandes gremios para protestar contra las indicaciones del Ejecutivo. Las pequeñas empresas habían tendido puentes, restándose de los grandes. Al interior de Sofofa contestan a estas críticas apuntando a que no existe ningún gremio que se haya esforzado más por mejorar la reforma laboral que ellos. Presentaron 14 propuestas, logrando matizar la iniciativa a través de los parlamentarios de oposición. “Logramos extender la discusión un año para perfeccionar el tema”, destacan.

En La Moneda, no obstante, son pocas las propuestas del gremio que han tenido llegada. Esta situación era impensada años atrás. En el primer gobierno de Bachelet, Sofofa trabajó codo a codo con el gobierno para impulsar una agenda educativa. En la administración de Lagos, todos los proyectos se trabajaron en conjunto. En el mundo empresarial destacan que se echa de menos la figura de Andrés Concha. Fue, de hecho, el propio ex presidente Lagos quien tras su fallecimiento aseguró que “él entendía que su rol era compatibilizar su tarea con los intereses superiores del país, en ese sentido, durante mi administración, fue un colaborador importante de la Agenda Pro Crecimiento que se trabajó con Juan Claro, en ese entonces presidente de la Sofofa”.

Pese a ello, cercanos a Claro señalan que en el contexto actual acuerdos como los alcanzados entonces serían imposibles de cerrar hoy. “Porque se hacían a puertas cerradas, algo que en estos tiempos está muy cuestionado”, dice un ejecutivo.

Varios empresarios dicen que Sofofa ha perdido relevancia. Explican que está administrada por unos pocos: hombres mayores de 60 años, que llevan años en la actividad gremial, “estancados en el poder”. La encuentran “anticuada”. Y eso tiene que ver con la escasa renovación.

Otro importante empresario resalta que, independiente del interlocutor del mundo empresarial, el problema radica en la vereda de enfrente: “En el gobierno hay una incapacidad total para escuchar y las posiciones de la presidenta se han vuelto cada vez más rígidas, muchas de ellas sin mayor análisis, lo que dificulta el diálogo”. De hecho, la presidenta Bachelet no fue a la cena de Sofofa a fines de 2015, lo que fue leído como una señal de “desprecio” hacia el mundo empresarial. Al interior del gremio reconocen que la ideologización de La Moneda no ha permitido estrechar lazos. Ni siquiera tras el nombramiento de Rodrigo Valdés en Hacienda, quien tampoco ha logrado tender puentes. De hecho, su invitación a trabajar más y llorar menos cayó como una bomba al interior del empresariado. Y los más críticos señalan que derechamente “no hay ninguna relación entre los dos mundos”.

En ese escenario, otro punto que ha hecho mermar el poder de Sofofa es el empoderamiento de los propios ciudadanos que han encontrado otras plataformas para plantear sus ideas, además de la desconfianza generalizada a todas las instituciones, incluida la cúpula empresarial. Por lo mismo, han surgido nuevas asociaciones, como la Multigremial de Emprendedores, liderada por Juan Pablo Swett, que ha ido captando a los gremios de regiones, y la Asociación de Emprendedores de Chile, presidida por Alejandra Mustakis, que ha ido canalizando a un nuevo grupo de empresarios que no tienen a la Sofofa en su radar.

TIEMPOS DE CAMBIO

Entre los empresarios se conversa sin tapujos la pérdida de influencia de los gremios empresariales. Y algunos aún recuerdan el mensaje que una vez entregó un líder gremial. “Que la forma de ser reconocido por tus representados es que tu discurso sea entendido y respetado por tu público. De esa forma, el gobierno te respetará”.

Varios altos ejecutivos coinciden en que los gremios perdieron credibilidad ante la gente, afectados por los escándalos de colusión. Si bien hubo una sanción pública al actuar de CMPC —ligada al grupo Matte— por la coordinación en el caso del papel tissue, en la colusión de los pollos o de las farmacias eso no se vio. “Los gremios se convirtieron en voceros de los grandes grupos económicos, los cuales tuvieron actuaciones cuestionadas que Sofofa no condenó”, se queja un ex consejero.

Por eso las cúpulas están haciendo ajustes para volver a atraer a los desencantados. En abril, la CPC dejó de discutir sobre temáticas donde La Moneda ya tenía una postura clara, como en temas laborales y tributarios, donde vieron poco espacio para influir. Dado ello se abrieron hacia un concepto que por sí aunaría consensos: la productividad. A mediados de abril, presentaron 109 medidas para mejorarla. La determinación sacó aplausos. Incluso más: abrieron con Hacienda una mesa de trabajo para avanzar en la materia. Al interior del gremio aseguran que la idea de estos planteamientos fue justamente salir del debate reactivo, planteando ideas. “Había que adaptarse, representando los intereses de los asociados, teniendo como foco el bien común y no defensas particulares”, señalan.

Consejeros de Sofofa afirman estar cansados del estilo confrontacional que impera en la dirigencia. En el gremio subrayan que tales críticas nunca se han expuesto en los consejos, y aunque reconocen que existe una cierta disidencia, es una parte menor al interior del grupo, ya que —dicen—la mayoría de los socios respalda la gestión.

Desde Hacienda destacan ese trabajo. Aseguran que el principal contacto que han tenido con el mundo empresarial se relaciona con ese esfuerzo. Al menos una vez al mes se reúnen con los técnicos de la CPC para sacar adelante esas propuestas.

En Sofofa también han ido concretando cambios: en mayo pasado realizaron su consejo ejecutivo en Antofagasta. Fue la primera vez que lo hicieron fuera de Santiago. La segunda vez ocurrió, el viernes pasado, en Temuco. Varios empresarios leen en esos acontecimientos una fórmula que han diseñado en el gremio para ampliar su base de apoyo, yendo más allá de los grandes grupos empresariales, la mayoría con base en la capital. “Nos dimos cuenta de que había que acercar a Sofofa a la gente, a la calle, con participación de todo tipo de empresas, dejando de ser relacionado sólo con los grandes grupos”, explican. Si a comienzos de año tenían ocho asociaciones regionales, hoy han captado a 23.

Además, al interior del gobierno admiten que ha habido un cambio de actitud, matizando el discurso confrontacional. Porque si bien muchos concuerdan que el camino que ha tomado el Ejecutivo es equivocado, también coinciden en que hay que buscar la vía para relacionarse de mejor forma.

Un nuevo aire podría venir de la mano de la renovación de consejeros que tendrá Sofofa el próximo año, donde por primera vez se llevará a la práctica la limitación a la reelección que se aprobó en la modificación de estatutos de 2013. Ahora sólo podrán ser reelegidos dos veces, y ya no por cinco períodos como era antes. Dado ello, en abril de 2017 saldrán figuras históricas como Juan Claro, Félix Bacigalupo, Rafael Guilisasti y Cirilo Córdova, entre otros. El próximo año termina, además, el período de Hermann von Mühlenbrock a la cabeza del gremio. Es la oportunidad, concuerdan varios empresarios, para concretar una nueva etapa del gremio, donde los jóvenes tomen la palabra.

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