Por María José Tapia // Ilustración:Vicente Martí Septiembre 2, 2016

El pasado 9 de junio, a las 17.00 horas, representantes de la estatal China Railway llegaron a las oficinas del ministro de Obras Públicas, Alberto Undurraga, para manifestar su interés por invertir en el país. Con la misma razón, dos días antes, la Powerchina Northwest Engineering Corporation se había juntado con el subsecretario de la cartera, mientras un mes antes la ministra de Minería, Aurora Williams, había recibido a una delegación de empresas estatales del gigante asiático liderada por Jia Yinsong, director general del Departamento de Materias Primas del Ministerio de Industria e Información Tecnológica de China. Todos estos ejemplos de que el interés chino en Chile dejó de reducirse sólo a un puñado de casos.

En el último año, China se ha acercado a Chile. No hay semana donde la agenda de alguna autoridad no consigne una reunión con compañías de ese país. Y en este momento se realiza, por segundo año consecutivo, la Chile Week —organizada por Direcon— en las ciudades de Beijing y Guangzhou con más de 100 empresarios y 600 reuniones pactadas, una señal de que Chile también mira hacia allá.

Chile fue el primer país del Cono Sur en firmar un Tratado de Libre Comercio con China (en 2005); fue el primero de la región en restablecer relaciones diplomáticas y el primero en reconocerle su calidad de economía de mercado. Todas acciones que potenciaron la relación comercial entre ambas naciones —hoy

China es nuestro principal mercado y para ellos somos el tercer socio de la región—, pero que, paradójicamente, no se tradujeron en inversiones concretas. Chile es el país que tiene menos capitales chinos en toda América Latina: a 2014 sumaban US$ 1.400 millones, mientras en Perú superan los US$ 3.000 millones, y en Ecuador, los US$ 2.000 millones.

La regulación chilena en temas medioambientales y laborales dejó fuera a los capitales asiáticos en un primer momento. El país no estaba dispuesto a dejar entrar a los chinos sin ninguna condición, como sí lo habían hecho varias naciones de la región. Pero hoy las cosas están cambiando. Chile aparece como una plataforma necesaria para expandirse al resto de América Latina y ya hay señales concretas de que los chinos llegaron para quedarse. En julio, abrió el China Construction Bank en Santiago, como el primer banco de Sudamérica en poder compensar operaciones en renminbi (yuanes), y todo apunta a que en los próximos meses llegará el Bank of China, y luego el China Development Bank. “Con frecuencia, este ha sido el camino seguido para una mayor penetración de inversiones chinas en distintos países, en la medida que los bancos se transforman en una plataforma comercial y operativa para las firmas de dicho país que pretenden instalarse en el extranjero”, explica Juan Esteban Musalem, presidente de la Cámara Chileno China de Comercio, Industria y Turismo.
Todas demostraciones de una estrategia afinada al detalle por parte de China; estrategia regional y global que el mundo mira con atención y también con cierta preocupación.

“GO GLOBAL”

El jueves pasado llegó al país una misión comercial de la Trade Commission of Shanghai en busca de inversiones en el área de transporte. Fueron sólo 24 horas en lasque la Fundación Chilena del Pacífico les coordinó una reunión con el presidente de Ultramar, Richard von Appen, y el subsecretario de Obras Públicas, Sergio Galilea. Los delegados venían de Lima y seguían rumbo a Buenos Aires. La meta era regional.

Durante décadas, la relación entre China y América Latina se redujo a comprador y proveedor. Según datos de la Cepal, desde el año 2000 el comercio entre ambos continentes se multiplicó 22 veces. Entre 2001 y 2010, las exportaciones latinoamericanas de productos mineros y combustibles fósiles a China crecieron al imponente ritmo del 16% anual, seguidas por los envíos de productos agrícolas, con un incremento del 12%, consigna la Cepal. China es en la actualidad el mayor socio comercial de Brasil,

Chile y Perú. Sin embargo, esta dinámica encontró sus límites. La caída en el precio de las materias primas empezó a impactar a la región, mientras el crecimiento chino se desaceleraba y los costos de producción se elevaban. Ahora, el compromiso del gigante asiático hacia América Latina debía ser más permanente: ya no sólo comprar materias primas, sino que elaborar los productos directamente, apuntando a un mayor valor agregado, distribuyendo a su personal por diferentes mercados y a un control lo suficientemente poderoso que lo ayudara a potenciar su hegemonía a nivel mundial.

La región caía así dentro de la era “Go Global”, estrategia china lanzada en el 2000, y que alienta a las empresas chinas a invertir en el exterior, en sectores claves para la sobrevivencia y poder del país: minería, energía, infraestructura, alimentos y tecnología. El objetivo es reemplazar el poderío meramente ideológico por el económico. Todo, coordinado por el gobierno. Según estimaciones, el sector público de China es propietario de aproximadamente el 50% del PIB por lo que no existen segundas miradas. Y el soporte financiero está garantizado mediante una red de bancos estatales que han ido abriendo a nivel mundial. De hecho, en noviembre de 2015, el FMI incluyó al yuan como nueva divisa de reserva mundial, sumándose al selecto grupo del euro, dólar, el yen y la libra esterlina.

Así, si en 2006 China invirtió US$ 21,2 mil millones en el exterior, en 2015 desembolsó US$ 139,5 mil millones, transformándose en el segundo inversor más grande del mundo, tras EE.UU.
Mientras su crecimiento económico se desaceleraba —se expandió 6,9% en 2015, su menor nivel 25 años—, el país realizaba las mayores compras de su historia: en febrero ChemChina acordó la adquisición de la biotecnológica Syngenta en US$ 43.000 millones. Meses antes la misma empresa había comprado el 60% de Pirelli en US$ 4.600 millones.

La seguidilla de adquisiciones ha ido aparejada al sueño de Beijing de reabrir una nueva ruta comercial que una Asia, Europa y África por mar y por tierra, una nueva Ruta de la Seda, en respuesta a la estrategia de EE.UU. de aislar al gigante asiático, a través del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP) y de la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (TIPP).
Si bien los expertos ven con cierto escepticismo el desarrollo de la ruta dada su gran escala, China ya partió: sólo en 2015 invirtió US$ 14.800 millones alrededor de esos territorios. Según el reporte Going Out - the global dream of a manufacturing power, elaborado por EY, empresas chinas firmaron 3.987 contratos de ingeniería y construcción en los países a lo largo de la carretera. El valor total de estos acuerdos alcanzó los US$ 92.600 millones.

Y en este desarrollo, Latinoamérica no está al margen. El año pasado, la inversión directa no financiera en la región llegó a los US$ 24.460 millones.

EL ROL DE XI JINPING

negocios 2La llegada al poder de Xi Jinping —en 2013— fue clave en la nueva mirada hacia la región por parte de China. “El ascenso de Xi Jinping impactó en el cambio de enfoque desde la aseguración de materias primas y alimentos, hacia otros proyectos. Con Xi Jinping se dio un impulso a una mayor y más variada interacción”, explica la académica del Centro de Estudios Asiáticos de la UC, María Montt.
En tres años, el mandatario y su premier, Li Keqiang, han visitado once veces algún país de la región. En la década anterior, las visitas llegaron apenas a 13 en 10 años.

El interés tuvo su peak en enero de 2015, cuando se realizó la Primera Reunión Ministerial del foro Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac)–China, en donde se firmó el Plan de Cooperación China-Estados Latinoamericanos y Caribeños (2015-2019). En Beijing, Xi Jinping hizo un anuncio que sorprendió: China invertiría US$ 250.000 millones en la región en los próximos 10 años. A renglón seguido señaló: “Esta reunión logrará resultados fructíferos, dar al mundo una señal positiva sobre la profundización de la cooperación entre China y América Latina”. Las miradas apuntaron rápidamente a Estados Unidos: China penetraría lo que por años fue el patio trasero de Norteamérica.

“En vez de ir abiertamente a confrontar a Estados Unidos en el liderazgo por Latinoamérica, entraron con esta estrategia”, explica la directora ejecutiva de la Fundación Chilena del Pacífico, Loreto Leyton.
La definición de Xi Jinping no era antojadiza. En Latinoamérica podría asegurar industrias estratégicas que sirvieran a China y, además, podría profesionalizar una relación que había empezado años antes, de la mano de los países del ALBA, donde el gigante asiático operaba más como acreedor que como inversor, exportando malas prácticas y abriendo un abanico de cuestionamientos a sus empresas.

MALAS PRÁCTICAS

En Ecuador, los ingenieros y profesionales chinos llevan años. En artículos de la prensa local aseguran que no es raro caminar por cuadras donde los asiáticos predominan más que los latinos. La dependencia de Ecuador a China es cada día más creciente y no menos preocupante. Hoy, el 30,1% de la deuda total de ese país, está en manos de los chinos: les deben más de US$ 6.935 millones, lo que no ha sido gratis. China cede dinero a altas tasas y a cambio de controlar recursos naturales o estratégicos. La principal obra eléctrica del país, la central hidroeléctrica Coca Codo Sinclair, en los límites de las provincias amazónicas de Napo y Sucumbíos, está siendo construida por la firma estatal china Sinohydro Corporation y está financiada en un 70% por el China Exim Bank. Además, tiene en marcha cerca de 19 proyectos entre puentes, minería, fibra óptica, etc.

Por décadas, la relación entre China y A. Latina se redujo a comprador y proveedor.  Según datos de la Cepal, el comercio entre ambos continentes se multiplicó 22 veces desde el 2000. La caída en el valor de las materias primas y la desaceleración china elevaron la interacción hacia una segunda fase.

Los asiáticos entran bajo un régimen especial: sin licitaciones, pudiendo utilizar su tecnología y su gente. Ecuador ha sido el país emblema en la penetración china, y también de los problemas, ya que los chinos han exportado sus peores prácticas: cero preocupación laboral y medioambiental. En la construcción de la central Coca Codo Sinclair ha habido una seguidilla de accidentes, y los empleados ecuatorianos han protestado por las condiciones de trabajo. La misma empresa desarrolladora, Sinohydro Corporation, está levantando la doble vía Ivirgarzama-Ichilo en Bolivia. Ya ha habido tres paros de trabajadores por burlar leyes laborales; incluso la Cámara de la Construcción de Santa Cruz (Cadecocruz) emitió a fines del año pasado una solicitud al Gobierno para que intervenga.

“El problema es que estamos tratando de reemplazar al imperialismo estadounidense con el imperialismo chino”, aseguró, al New York Times, Alberto Acosta, ex ministro de Energía del presidente Rafael Correa durante su primer período. Y agregó: “Los chinos están comprando en todo el mundo, transformando sus recursos financieros en inversiones y recursos minerales. Llegan con financiamiento, tecnología y técnicos, pero también con tasas de interés altas”.

China es también el principal acreedor de Venezuela, le deben cerca de US$ 60.000 millones. Pasivos que el gigante asiático ha tenido que ir repactando por la crisis por la que atraviesa Caracas.
Argentina y Brasil tampoco quedan al margen. China ha impulsado un ambicioso proyecto para desarrollar plantas nucleares en el país transandino, mientras que con Brasil acaban de firmar una alianza económica que involucra más de 35 desarrollos que incluyen el emblemático tren que unirá a Brasil con Perú, para sacar mercadería desde el Atlántico al Pacífico, y de ahí a China. Incluso, el gigantes asiático se comprometió a otorgar más de US$ 6.000 millones a Petrobras, pese a todos los escándalos de corrupción. Esto, explican analistas, responde a que China es el principal comprador de petróleo a nivel mundial, condición que, al parecer, le permite hacer cierta vista gorda.

Pese a ello, Xi Jinping ha desarrollado toda una estrategia en pro de la transparencia, que incluso lo llevó a sacar —en 2015— al encargado de vínculos con América Latina, Zhang Kunsheng, por corrupción.
En ese escenario, Chile tiene más posibilidades.

SIN CONCESIONES

“Chile es una economía de mercado. El gobierno no interviene en las operaciones del sector privado, mientras China es un país que tiene la propiedad pública como pilar. La inversión extranjera la implementan empresas estatales, y el financiamiento al extranjero proviene de los bancos de propiedad estatal”. Así describe el consejero económico y comercial de la Embajada de China en Chile, Liu Rutao, la gran diferencia que existe entre ambas naciones y que tiene mermado el monto de capital asiático en el país.

Chile fue el primer país del Cono Sur en firmar un TLC con China y el primero de la región en restablecer relaciones diplomáticas. Todas acciones que potenciaron el comercio entre ambos países, pero que, paradójicamente, no se tradujeron en inversiones. Chile es el país de A. Latina con menos capitales chinos.

Es que Chile no ha estado dispuesto a hacer concesiones. Mientras los chinos prefieren contratación directa, en el país existen licitaciones; mientras los chinos quieren traer a toda su población a las empresas, en el país existe un piso de 15% para los empleados extranjeros. Y así es. A ello se suman normas medioambientales estrictas y la ausencia de una comunidad china considerable, como sí hay en Perú, donde han desarrollado fuerte la minería. “Nosotros tenemos una manera de organizarnos para efectos de captar inversión extranjera que es coherente con lo que hacemos con la propia inversión nacional. Los inversionistas chinos requieren ir acomodándose a esos esquemas”, explica el director de Direcon, Andrés Rebolledo.

Sin perjuicio de ello, ya hay empresas chinas en el país y amenazan con seguir llegando, atraídas por la visión de plataforma regional que tienen de Chile, y por el hecho de que, más allá de las aprensiones asiáticas, el país sigue siendo el principal productor de cobre del mundo y con un amplio potencial en materia agroalimentaria y energética. “China está invirtiendo de acuerdo a estándares más internacionales y nosotros hemos aprendido a negociar con ellos”, explica el socio de Guerrero y Olivos, Pedro Lyon. Agrega que hoy lo que les interesa asegurar es que sus ciudadanos trabajen en los proyectos, esto —confirman otros analistas— responde a temas de confianza y a una forma de hacerle frente al desempleo en China. Para garantizar esto, han ido sumando técnicos con conocimientos específicos en proyectos, dado que la limitación en el porcentaje de empleados extranjeros no aplica para ellos. Además, les acomoda que exista una garantía estatal y proyectos que cuenten con la mayor cantidad de aprobaciones posible para no tener que pasar demasiado tiempo esperando por ellas. “Les gusta ponerse lo antes posible manos a la obra”, dice Lyon.

Los principales exponentes asiáticos hoy, según datos de InvestChile, son Cofco y Joyvio en la industria alimentaria; Sky Solar y State Power Investment Corporation (controladora de Pacific Hydro) en energía; HeBei Wenfeng Industrial Group junto a Sinotech en minería.

A ellos se sumarían prontamente nuevas inversiones. InvestChile, de hecho, ha atendido, en el año, a 33 empresas chinas interesadas en llegar a Chile. Y desde el Ministerio de Obras Públicas reconocen que en los proyectos de construcción del túnel Agua Negra y Américo Vespucio Oriente II existen firmas chinas interesadas. La empresa que ha manifestado un interés concreto es China Harbour Engineering Company (CHEC), que se encuentra precalificada para la licitación de Américo Vespucio Oriente II. Y también está en carrera la empresa China Road & Bridge Corporation (CRBC).
Además, están analizando la realidad económica China Railway en infraestructura; Nuctech Company, en seguridad logística, y Huawei, en telecomunicaciones. A ellas se suma el interés que han mostrado firmas como Tianqi por adquirir un porcentaje de SQM.

Es que la carpeta de proyectos no es menor. En el área de generación eléctrica hay licitaciones por más de 10.000 GWh al 2018; en infraestructura existe una cartera de concesiones por más de US$ 3.500 millones a marzo del mismo año, mientras que en el sector turístico existen US$ 31 millones en concesiones de terrenos fiscales cercanos a parques nacionales.

Todas, iniciativas que han sido presentadas a inversionistas chinos en el marco de la Chile Week. Las cartas están echadas e incluso ya hay quienes prevén que el trabajo realizado alcance su peak en noviembre, cuando después de la reunión de la APEC, en Lima, el presidente chino, Xi Jinping, cruce la frontera y visite por primera vez nuestro país.

Relacionados