“Es cómodo el anonimato, es bueno”. Rodrigo Valdés (49) asumió el 11 de mayo de 2015 la cabeza del Ministerio de Hacienda, dejando años de bajo perfil para embarcarse en una aventura que —de seguro sabía— tendría un alto costo.
Valdés llego a reemplazar a Alberto Arenas, economista que dejó la cartera en medio de duras críticas por parte del sector privado, debido al impacto de la reforma tributaria que lideró. Arenas, cabe destacar, fue el primer ministro de Hacienda en no completar el periodo presidencial desde el retorno a la democracia en 1990.
El mercado, el sector privado y el mundo político recibieron a Valdés con entusiasmo. Vieron en él y en Jorge Burgos —quien dejaría Interior en junio 2016, apenas un año tras ser designado— la dupla que “contendría” las demandas de la Nueva Mayoría y lograría moderar la agenda de reformas del gobierno. La imagen de un arquero de fútbol preocupado de atajar los goles del oficialismo fue recurrente. “También uno puede ser polifuncional acá. A veces toca jugar de 6, a veces de 10”, explica.
—Asumió hace casi un año y medio. ¿Qué evaluación hace de su gestión y qué autocrítica se hace como ministro?
—Me tocó un periodo en que las condiciones objetivas sobre cómo avanzar en el programa de gobierno son muy distintas a las que había cuando se diseñó. Entonces ha sido un periodo de juntar aspiraciones con restricciones, que ha sido duro, pero muy importante para que lo que hagamos en Chile sea sostenible. He tenido apoyo de mucha gente, especialmente de la presidenta, y eso ha sido muy importante para poder avanzar.En cuanto a la autocrítica, partí haciendo una tarea para la cual no tenía una preparación previa muy precisa, porque me tocó asumir de una manera bastante sorpresiva. Y hay algunos temas específicos en los que me habría gustado hacer algo distinto.
—Efectivamente, las condiciones económicas no eran las mismas con las que se diseñó el programa, pero también las condiciones políticas y el ambiente tampoco era el ideal. El ministro anterior se fue con muchas críticas, vino un cambio de gabinete mayor… ¿Cómo logró manejar eso?
—Nos ha tocado un entorno difícil. El mundo está complejo en política y Chile no es la excepción. Las elecciones del fin de semana son un ejemplo muy claro. Pero la verdad es que en el Ministerio de Hacienda tengo la suerte de contar con equipos de mucha experiencia, con profesionales de alto nivel que me han ayudado mucho. Esto no lo hace una persona, lo hacen instituciones.
—Usted habla mucho del apoyo que ha recibido dentro del ministerio, pero también estos cargos tienen costos personales importantes. ¿Cómo ha logrado sostenerse con un ritmo de trabajo más intenso que quizás otra labores que ha desempeñado, y con la exposición que esto acarrea?
—La familia ha sido clave, mi señora en particular. Le agradezco mucho su paciencia. Siempre he sido bastante trabajólico, así que las horas de trabajo no me han producido un estrés adicional. Sin embargo, ahora en las pocas horas que paso en la casa sigo conectado, y eso es nuevo. En el fondo, el espacio mental para cosas fuera del trabajo es muy limitado.
—¿Cuáles son los espacios que se da para tratar de desconectarse?
—Los sábados trato desconectarme, sobre todo después de almuerzo, para tener un día de la semana de no trabajar. El trote ha sido muy importante. Tengo un grupo de amigos que me pasa a buscar a las 5.30 de la mañana y eso me obliga a salir, pero una lesión en la rodilla izquierda me lo está haciendo más difícil. Pero hoy día corrí. Y últimamente, Netflix también ha sido una buena desconexión.
—Me imagino que ya terminó House of Cards.
—Sí. Me ha pasado que estoy más impaciente que antes, así que veo dos o tres series al mismo tiempo, cortando pedazos. A veces ni siquiera alcanzo a ver los capítulos enteros y me cambio a otro programa.
—¿Qué está viendo?
—Terminé Billions, está interesante. Una historia gringa del mercado financiero.
—En términos personales, ya hemos hablado de su familia, de sus vías de desconexión. ¿Qué ha sido lo más difícil? Quizás desde el punto de vista del ego, porque en estos trabajos no todas las cosas resultan como uno quiere.
—Creo que hay que ser flexible. La otra vez leía un reportaje sobre el ministro de Hacienda de Estados Unidos, Jack Lew, y era muy interesante cómo él describía que su trabajo era siempre buscar acuerdos. Pactar, transar. La clave está en que uno transa: eso es lo difícil de la política. Formar acuerdos, entregando cualquier cosa, es fácil; pero ahí uno pierde el ancla de lo que se debe hacer. Tratar de hacer a matacaballo lo que uno piensa que tiene que hacer, sin escuchar a nadie, es una receta para no hacer nada. Vas a chocar de frente, no vas a tener los votos. El arte de esto es justamente compatibilizar lo que se debe hacer con tener apoyos. Eso es lo difícil y a veces es frustrante, porque uno trata de que lo que se debe hacer domine y de ir baipaseando restricciones que aparecen.
—¿Eso es lo más desafiante de su gestión?
—Lo más desafiante es tener una coalición muy amplia, en que la acción colectiva se hace muy difícil. Los incentivos para diferenciarse son muy fuertes. Eso es lo más desafiante hoy día: cómo juntar a gente que no piensa siempre igual y tener una acción colectiva común.
—¿Qué extraña de su vida como no ministro?
—El anonimato. Es cómodo ser anónimo. Extraño no tener que estar preocupado cuando, por ejemplo, vamos de compras o a pasear, porque me ven como autoridad y no como cualquier persona.
—¿Eso lo resiente en temas personales y familiares?
—No me cuesta mucho, pero hay que estar preocupado. Manejando soy mal genio, a veces me peleo con los otros autos, nunca he bajado el vidrio para decir algo, pero ahora tampoco podría si quisiera. Hay que estar más preocupado. Uno nunca deja de ser ministro, no puede dar opiniones personales ni salirse de la fila de las cosas que un ministro tiene que hacer.
—Por lo mismo, ¿se siente cansado?
—Estoy muy animoso, la verdad. Sobre todo en estos tiempos más complejos, de mucho polvo en el ambiente, el rol del Ministerio de Hacienda es muy importante y cobra valor. Estamos empeñados en muchos proyectos e impulsando muchas cosas.
—¿Le preguntan mucho lo mismo?
—No. Cuando Burgos se fue me preguntaban mucho. Creo que algunos me compadecen. Es parte de los momentos económicos que a uno le tocan.
Ministro polifuncional
—En algún momento lo sindicaron como el arquero del gobierno, el que estaba evitando que pasaran los goles y que le iba a dar cierta serenidad a algunas demandas. ¿Cree que eso ha sido así?
—Habitualmente los ministros de Hacienda tienen un rol más de ese tipo, pero también pueden ser polifuncionales. A veces toca jugar de 6, a veces toca jugar de 10. Yo tengo buenos arqueros en el equipo.
—¿Cómo es su relación con la presidenta en ese sentido? ¿Siente que siempre ha sido cordial? ¿Ha ido mejorando? ¿Ha logrado que se aborden temas quizás con una mirada más holística?
—Ella tiene una visión de campo única. Tiene una claridad que es muy impresionante, ve los distintos ángulos y en los temas económicos la verdad es que me siento muy cómodo con ella. Cuando conversamos, ella entiende perfectamente los dilemas que existen y enfrenta decisiones difíciles con una visión muy clara. Tiene una convicción enorme de lo peligroso que es hacer cosas que no sean sostenibles, de embarcarse en aventuras de corto plazo.
—En ese sentido, ¿dentro de las aventuras de corto plazo, cabe el debate previsional? Usted ha sido uno de los ministros más llamados a poner paños fríos.
—Absolutamente. En las reuniones que hemos tenido con distintos representantes de movimientos sociales en La Moneda, ella ha usado el ejemplo de que no costaría nada postergar una obra pública y pagar una mayor pensión en el corto plazo. Pero las pensiones hay que pagarlas para siempre, todos los años, y la obra pública uno la hace una vez. Por lo tanto, tenemos que tener mucho cuidado porque gastos permanentes requieren recursos permanentes.
—En su minuto, Jorge Burgos fue sindicado como su dupla en el gabinete. ¿Hoy a quién considera su dupla?
—Desde el comienzo, siempre he trabajado con Eyzaguirre muy de cerca. Le tengo un aprecio personal especial, somos amigos y le tengo una confianza técnica y política también muy grande. Además, creo que hace un gran trabajo, pese a que por su pega le toca que lo critiquen harto. Se ha entregado por entero para hacer una agenda más ordenada, para movilizar los proyectos, tener mejor gestión. Ha sido muy importante para mi gestión.
—¿Le duele, en términos personales, que lo critiquen tanto? Cada vez que hay un problema político, algunos sectores al primero que sindican es a él.
—Es parte de la pega. Le toca amortiguar la relación Ejecutivo-Parlamento y, por lo tanto, es parte de la descripción del trabajo. Pero algunas de las críticas, en mi opinión personal, han sido bastante injustas. Él le pone toda la energía disponible.
El repunte
— Usted también es cercano al nuevo presidente del Banco Central, trabajaron juntos en Hacienda en el gobierno de Lagos, ¿no?
—Sí, él era director de Presupuestos y yo era coordinador de asesores en Hacienda. Y antes de eso también nos topamos en Cieplan. Ahora, el rol del presidente del Banco Central es muy importante porque hace una coordinación más fina con el gobierno, pero el Banco Central es técnico e independiente, y el consejo al final es el que toma las decisiones.
—Pero siempre es más cómodo tener una contraparte que pueda resultar más cercana.
—La verdad es que con Rodrigo Vergara también nos conocemos hace años y nos llevamos bien. Diría que la coordinación macroeconómica a partir del año 2000 aproximadamente ha funcionado bastante bien. Hemos tenido pocos episodios de fricciones, de descoordinación. No ha sido siempre perfecta, no todos los años, pero en comparación a lo que nos pasó en otros episodios, la coordinación del banco con Hacienda, en lo que a mí me ha tocado, ha sido buena.
—Respecto de esta coordinación, ¿debiera tender a ser más fina el próximo año, pensando que el presupuesto presentado daría espacio para una baja de tasa en 2017?
—Las decisiones de tasa de interés son del banco. La verdad es que las acciones de tasa de interés son una cosa específica, pero más importante es tener una regla fiscal clara y que la mantengamos. Esa es la mejor forma de coordinarse, porque el banco sabe a qué atenerse respecto a la política fiscal. Respecto a la política monetaria, es una decisión de ellos. Es muy importante que la inflación se mantenga lo más cerca posible del 3% todo el tiempo. Eso es imposible dados los shocks que sufre la economía, por lo tanto, hay que hacer cambios de política de cuando en cuando para acercarse a ese objetivo.
—¿Pero cree, como economista, que haya espacio para una baja de tasas, por ejemplo?
— Como ministro puedo decir que voy a defender la autonomía del Banco Central y sus decisiones técnicas siempre.
— ¿Le dolió la crítica que hicieron algunos economistas que decían que el presupuesto se había hecho para las clasificadoras de riesgo?
—Han hecho varias críticas, pero nosotros hicimos un presupuesto que estuviese lo más en línea posible con la regla fiscal que anunciamos. Básicamente, desde el año 2009 la regla fiscal perdió el ancla anual y se empezaron a anunciar anclas para fines de gobierno. Y cuando me tocó a mí, conversamos con la presidenta y estuvo de acuerdo en que teníamos que tener un ancla que fuese suficientemente flexible y al mismo tiempo tuviera un claro compromiso con la disciplina fiscal. Por eso pusimos objetivos claros de balance estructural, en este caso de reducción del déficit estructural en un cuarto de punto al año.
Este presupuesto se diseñó con apego total a eso. Tener un ancla anual y cambiarla todos los años sirve poco. Creemos que es clave cumplir con los objetivos anunciados. Ciertamente uno puede evaluar el presupuesto desde la óptica de las clasificadoras, la coordinación monetaria fiscal, el efecto confianza. Pero al final del día, si uno anuncia una regla, tiene que cumplirla a la primera.
—¿Ve que para el próximo año pueda venir un impulso externo mayor? ¿El escenario externo será mejor para Chile el próximo año?
—Va a ser algo mejor, pero sería un error apostar sólo a lo externo. Creo que lo más importante va a ser la estabilización de Sudamérica, de Brasil y Argentina en particular, y que esos países crezcan y que sean interesantes como focos de inversión. Los inversionistas, cuando vienen a la región, pasan por varios países, y si Argentina y Brasil están muy mal influye. Por lo tanto, su mejora nos va a ayudar.
Pero respecto de una recuperación rápida del precio del cobre, un crecimiento global más alto... Podríamos tener algo más de ayuda, pero no podemos contar con que esa ayuda sea lo que nos produzca crecimiento. Además, sería apostar a algo que no podemos controlar.
—Y desde el punto de vista de lo que se puede controlar, ¿qué debiera darnos el impulso el próximo año?
—Bueno, la política macroeconómica es hoy día bastante más expansiva que lo que se esperaba hace un año. Esa es la idea. Hay un segundo elemento muy importante que es el ajuste de la industria del cobre, tanto en producción como en inversión, que tiene que llegar a su fin en algún momento. No puede durar para siempre. Hay indicios de que podría estar sucediendo porque la inversión minera parece haber ido tomando más fuerza, pero en los próximos trimestres eso debiese concretarse y así ayudar a un mayor crecimiento. Y es más notorio el reacomodo de otros sectores que cobran más dinamismo. En el sur de Chile hay un crecimiento del empleo bastante fuerte, eso muestra que hay más elementos para el optimismo. Con todo esto, el escenario externo parece apuntar hacia un mejor panorama. Y en lo interno se van despejando dudas de distinto tipo que podría tener la gente, lo que también ayuda. En lo fiscal, al menos, creo que hay claridad.
—Cualquier autoridad tiene cierto afán de trascender en el tiempo. ¿Cómo le gustaría ser recordado como ministro de Hacienda?
—Como alguien que, en una época en que la economía no era fácil y se impulsaban transformaciones muy importantes, puso todo su esfuerzo para que se pudiesen compatibilizar ambas cosas. No sacamos nada con tener avances que a poco andar resulta que no son sustentables y se deben deshacer. Yo no estaré nunca disponible para eso.