Por Marcela Vélez-Plickert. Frankfurt Octubre 14, 2016

Que los premios Nobel son utilizados para enviar mensajes al mundo político no es un secreto. Ahí está el galardón de este año al presidente colombiano, Juan Manuel Santos, por un acuerdo de paz puesto en vilo por el resultado del plebiscito. No es fácil imaginar un mayor espaldarazo a la gestión de Santos ante la nueva negociación, ahora no sólo con las FARC, sino también con la oposición.

Los mensajes, sin embargo, no se dan sólo en el nivel político. Por tercer año consecutivo, la Real Academia de Ciencias de Suecia otorgó el Premio Nobel de Economía a dos microeconomistas. Tras la elección del inglés Oliver Hart y el finlandés Bengt Holmström, hay algo más que el reconocimiento a dos carreras brillantes. El trabajo de Hart y Holmström, al igual que el del galardonado 2015 Angus Deaton, tiene una aplicación real y cotidiana en el diseño de las políticas públicas más cercanas a los ciudadanos: salud, educación, transporte, administración de hospitales, recolección de basura, etc.

Los ganadores de este año, Hart y Holmström, se han dedicado a desarrollar la Teoría de los Contratos. Suena abstracto, pero lo cierto es que su aplicación abarca casi todas las áreas de la vida cotidiana.

En tiempos en que los procesos legislativos se apuran para aprobar a toda costa proyectos por puro convencimiento ideológico, la Academia sueca manda un mensaje claro: busquen respuestas a los problemas de los ciudadanos en la ciencia.

Jean Tirole, el economista francés galardonado en 2014, ha marcado el diseño de regulaciones para el comercio y los mercados. Angus Deaton, el ganador del año pasado, ha ayudado a entender el comportamiento de la demanda de los consumidores y su importancia en la búsqueda de soluciones a la pobreza.

Los premiados de este año, Hart y Holmström se han dedicado a desarrollar la Teoría de los Contratos. Suena abstracto, pero lo cierto es que su aplicación abarca casi todas las áreas de la vida cotidiana. ¿Debe el Estado construir hospitales o debe entregarles esa tarea a privados? ¿Debe el Estado manejar el transporte público o privatizarlo? ¿Cómo hay que pagarles a los maestros, por los resultados de la prueba Simce de sus alumnos o mejor altos salarios de forma generalizada? ¿Merecen el gerente y el directorio de una empresa onerosos bonos si el precio de la acción sube; o acaso no sería mejor evaluar su gestión respecto a sus competidores?
Hart es el autor de uno de los documentos más importantes en el análisis de las alianzas público-privadas. Esa es la fórmula que el gobierno actual en Chile ha buscado convocar, hasta ahora sin mucho éxito, para impulsar la inversión en el país. En su estudio “Contratos Incompletos, propiedad pública”, Hart diseña un modelo para ayudar en la toma de decisiones de gobierno y empresas sobre la conveniencia de desarrollar una actividad o servicio o entregar su ejecución a terceros. “Las alianzas público-privadas son buenas, si la calidad de los servicios puede ser especificada en el contrato inicial, incluyendo medidas que pueden ser utilizadas para compensar o penalizar al proveedor”, afirma.

Así, tiene sentido dejar en mano de los privados aquellas actividades en las que la calidad del servicio ofrecido es fácilmente medible, por ejemplo, las telecomunicaciones. Como señaló el propio Hart el lunes, tras recibir el premio: “Las ciudades deberían privatizar la recolección de basura… pero los países no pueden entregar a una empresa privada su política exterior, porque sería muy difícil especificar todos los requisitos necesarios en un contrato”.

La clave para toda relación entre el mundo público y el privado, coinciden Hart y Holmström, está en el diseño de los contratos. Lo mismo sucede en el mundo privado. Al trabajo de Holmström se le debe el diseño actual bajo el que operan las aseguradoras, que ofrecen sólo una cobertura parcial en casos de accidentes, por ejemplo, para no causar incentivos errados en sus clientes. El economista finlandés, profesor del MIT, también es responsable de buena parte del modelo mixto de pago de salarios, pues ha dedicado gran parte de su investigación a determinar cuándo es mejor pagar bonos y en base a qué criterios. Su trabajo es parte de la discusión actual en la industria financiera, ante el cuestionamiento a los millonarios bonos de los ejecutivos de bancos y administradoras.

Pero de vuelta al mundo de las políticas públicas, los nobel de este año se abstienen de dar recetas absolutas. Sin embargo, su trabajo ofrece las bases teóricas necesarias para el diseño de proyectos de ley bien estructurados, que no requieran de centenares de indicaciones para enmendar sus vacíos o fallas; para el diseño de reformas, que no requieran luego ser reformadas.

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