Sin importarle los cuestionamientos de Occidente, ya irritado por el rol que había jugado en el conflicto en Ucrania, Rusia intervino decididamente en la guerra en Siria, una jugada arriesgada, pero que a menos de dos años le rinde frutos. Este mes el Ejército Libre Sirio le arrebató el control de Alepo a los rebeldes, muchos de ellos apoyados por EE.UU., con lo que los rusos dejaron en claro que siguen ocupando un papel fundamental en el tablero de la política global.
Las cosas no eran así hasta hace poco. Recién en marzo de 2014 el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, calificaba al país euroasiático como un mero “poder regional”, palabras que resultaban razonables en un escenario donde la supremacía geopolítica parecía ser disputada por EE.UU., Europa y China.
Las declaraciones del saliente presidente estadounidense bien podrían reflejar cierta ingenuidad. Aunque Rusia no estaba en la primera escena, es un actor que no se puede subestimar, menos teniendo al frente a una figura como Vladimir Putin, el mismo que ha sido elegido como el hombre más poderoso del mundo por cuatro años consecutivos por la revista Forbes.
Haciendo honor al reconocimiento que hace la revista a Putin, los últimos movimientos de la ex Unión Soviética le han permitido extender sus brazos de influencia hasta conseguir numerosos y valiosos aliados.
“Rusia es un país en declive, pero los países en declive son peligrosos. Sigue siendo una amenaza potencial para EE.UU. y otras naciones porque es el único con suficientes misiles y armas nucleares para destruir EE.UU.”, dice Joseph Nye, ex secretario adjunto de defensa de EEUU
Con tropas desplegadas en el Medio Oriente, a sus clásicos amigos iraníes se suma el gobierno de Bashar al-Assad que tras casi seis años de una sangrienta guerra civil está un poco más cerca de retomar el control de Siria. Además, los turcos, que inicialmente no vieron con buenos ojos la intervención del otrora Ejército Rojo en el conflicto bélico que se libraba cerca de sus fronteras, terminaron por valorar su lucha contra el Estado Islámico y decidieron normalizar las relaciones diplomáticas.
“El presidente de Turquía y todos los líderes de Irán en general desempeñaron un papel muy importante en la resolución de la situación en torno a Alepo. Esto implicó intercambios y desbloqueo de varias áreas con una mayoría chiita. Tal vez ello suene poco modesto, pero esto habría sido imposible sin nuestra participación”, señalaba Putin hace una semana en su conferencia de prensa anual que duró cerca de cuatro horas.
En la amistad con el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, no se interpuso ni siquiera el asesinato del embajador ruso en Ankara, Andréi Kárlov. Consultado al respecto, Putin fue claro: “¿Obstruirá el desarrollo de las relaciones ruso-turcas? No, no lo hará, porque comprendemos la importancia y el papel de las relaciones ruso-turcas y haremos lo posible para desarrollarlas teniendo en cuenta los intereses turcos y, no menos importante, los intereses rusos”.
Para Ivan Timofeev, director de programa del think tank ruso Valdai Discussion Club, “la intervención en Siria incrementó la influencia de Moscú y demostró que puede utilizar su poder militar lejos de su territorio para defender sus intereses. Otros países también intervinieron, como EE.UU., pero para final de este año era Rusia junto a sus aliados los que discutían el futuro de la seguridad del país”.
En efecto, la alianza ruso-turco-iraní es ahora la mediadora de la paz en Siria, instancia de la que EE.UU. y sus aliados en el Medio Oriente son los grandes ausentes. Pero las cosas podrían cambiar.
Entre potencias
La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca es la mejor noticia para las relaciones bilaterales entre estos viejos rivales. El listado de los elogios que han intercambiado ambos líderes es extenso, pero no se quedan sólo en palabras. Trump nombró como secretario de Estado a Rex Tillerson, el ejecutivo de Exxon Mobil que recibió de las propias manos de Putin la medalla “orden de amistad”, que se entrega a extranjeros cuyos trabajos se han dirigido a mejorar las relaciones con Rusia y su pueblo. Todo esto en medio de las acusaciones de una supuesta interferencia de Moscú en las elecciones estadounidenses, a través de hackers, para favorecer la elección del republicano.
“La buena noticia es que Trump está en condiciones de mejorar las comunicaciones con Rusia, y Putin está abierto a las negociaciones, ya que nadie se beneficiaría de una nueva Guerra Fría”, señala a Qué Pasa Joseph Nye, ex secretario adjunto de defensa y ex presidente del Consejo de Inteligencia Nacional de EE.UU.
Ese es su único balance positivo, el resto son solo preocupaciones. “Rusia es un país en declive, pero los países en declive son peligrosos. Sigue siendo una amenaza potencial para EE.UU. y otras naciones porque es el único con suficientes misiles y armas nucleares para destruir EEUU”, indica Nye, ahora académico de la U. de Harvard. Su llamado de atención responde al acercamiento entre Vladimir Putin y Shinzo Abe, presidente de Japón. Ambos se reunieron en Tokio, encuentro que tuvo como resultado 60 acuerdos económicos, 23 de los cuales incluían pactos energéticos firmados por la estatal rusa Rosneft y un conglomerado de empresas japonesas.
En el área de negocios, este año Rusia llegó a su primer acuerdo con la OPEP desde 2001, para impulsar los precios del crudo. Arabia Saudita aceptó reducir su producción y retirar la exigencia de que Irán hiciera lo mismo, mientras que los rusos aplicarán una rebaja de hasta 300.000 barriles por día en el primer semestre de 2017.
Ascenso meteórico
Estas acertadas jugadas de Rusia se han dado bajo las directrices de un líder potente. Y es que si bien el país funciona bajo las mismas estructuras de toda república, el poder de Putin en el Kremlin es inigualable.
Nacido en Leningrado, este hijo de un miembro de la Marina Soviética supo hacer carrera. Partió como agente de la KGB, donde llegó hasta el grado de oficial, allí fue donde conoció a Anatoli Sobchak, uno de los coautores de la Constitución de la Federación de Rusia, que lo inició en su carrera política nombrándolo presidente del Comité de Relaciones Exteriores de San Petersburgo.
Desde ese primer cargo le bastaron ocho años para convertirse en el presidente interino en 1999. En 2000 gana las elecciones con el 53% de los votos y en 2004 es reelegido con el 71%. En 2008 lo sucede su candidato, Dmitri Medvédev, pero sigue en el poder como primer ministro, elegido por la Duma Estatal (Cámara Baja rusa) donde sólo votaron en su contra los comunistas. Regresa a la presidencia en 2012, con el 63,6% de las preferencias.
“La Rusia de Putin es un espectáculo de un solo hombre (…). No hay ninguna oligarquía o conjunto separado de intereses económicos, empresariales o políticos que compitan con Putin”, señala Fiona Hill, coautora de Sr. Putin: Operación en el Kremlin. Además, destaca que para el país “los militares todavía pueden hacer las cosas bien y las guerras todavía enmarcan el campo de juego. A juicio de Putin, EE.UU. lo dejó claro con su invasión de Irak en 2003 (…) Las operaciones militares en Georgia, Ucrania y Siria llevaron a Rusia de nuevo al viejo juego”.
Las fuerzas rusas cuentan con 8.000 armas nucleares y los vehículos para movilizarlas a cualquier punto del mundo. Tienen la flota de tanques más grande del mundo, la segunda flota de aviones, detrás de EE.UU. y la tercera flota submarina después de EE.UU. y China. Además se espera que el gasto militar siga su tendencia creciente y se expanda 44% más en los próximos tres años. “Rusia es más fuerte que cualquier agresor potencial”, indicó Putin.
Una piedra en el zapato
Para Kadri Liik, miembro sénior del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, los principales temas que enfrenta Rusia para el 2017 son su posición en Ucrania, un acuerdo en Siria y las sanciones internacionales.
La primera ola de castigos económicos llegó luego de que el gigante eurasiático anexara la península ucraniana de Crimea, en marzo de 2014, y se reforzaron cuando Moscú apoyó una rebelión separatista en el que antaño fue un país de la órbita soviética.
Hace dos semanas, la UE decidió extender las sanciones –que actualmente afectan a los sectores energético, financiero y de defensa del país– hasta mediados del próximo año. Una semana después, EE.UU. siguió el ejemplo, extendiendo sus propios castigos para incluir ocho firmas nuevas relacionadas con proyectos en la polémica península anexada.
Además de encontrarlas inconvenientes e injustificadas, el levantamiento de las sanciones aliviaría las finanzas del país eslavo, que están bajo presión luego de años de caídas en el precio del petróleo, ya que les permitiría pedir préstamos a mayor escala, además del costo que han tenido las medidas punitivas internacionales para la golpeada economía rusa.
Una investigación de Konstantin Kholodilin –investigador del Instituto Alemán de Análisis Económico en Berlín– y su coautor, Aleksei Netsunajev, llegó a la conclusión de que las sanciones tuvieron un alto impacto en el desempeño económico del país, calculando una “pérdida de por lo menos el 5% del PIB”.
Las perspectivas de que las sanciones se levanten no son favorables. Aunque algunos piensan que las medidas impuestas por EE.UU. se puedan levantar con Trump en la presidencia, Timofee considera que “va a ser difícil que todo se resuelva con algún acto político” del sucesor de Obama.
Kholodilin comparte esta opinión, asegurando que los intereses del país norteamericano pesarán más que la “amistad” entre Washington y Moscú, a lo que se suma que “los poderes de los presidentes de EEUU son limitados por los grupos de influencia (como los productores de armas) cuyos intereses pueden contradecir a los de Rusia”.
Aunque las sanciones provenientes de América cedieran, hay serias dudas de que las europeas flaqueen. Por el contrario, Kholodilin destaca que han surgido voces en el Viejo Continente que piden nuevas medidas contra Rusia.
Por otra parte, a pesar de que el acuerdo que alcanzó con la OPEP le dio nuevos aires al precio del crudo, que ahora ronda los US$ 55 el barril, los expertos ven como un punto débil la conexión entre las finanzas del país y la cotización del petróleo.
Kholodilin señala que la dependencia de la economía rusa de los precios del oro negro es “muy grande”, lo que lo deja vulnerable a la volatilidad de su valor. Cuando los precios del petróleo están bajos, explica, el país entra en recesión, lo que puede causar inestabilidad política cuando el gobierno “no cumpla con sus promesas”.
Según Joseph Nye, una década de crecimiento impulsada por precios del petróleo ocultó que las exportaciones de alta tecnología sólo representan el 7% de Rusia, describiendo a la economía del país eslavo como una “economía de monocultivo con instituciones corruptas y graves problemas demográficos y de salud”. Rusia, explica, debe “modernizar su economía”.