Ramiro Mendoza
Asumió este miércoles como director de Clínica
Las Condes
Cecilia Karlezi,
Accionista mayoritaria de Clínica Las Condes
Fernando Cañas,
Presidente del directorio de Clínica Las Condes
Es lunes 23 de enero y la Policía de Investigaciones se deja caer en la casa de uno de los directores de la Clínica Las Condes (CLC). Lo buscan para citarlo a declarar por la investigación a cargo del fiscal Carlos Gajardo por irregularidades en los estados financieros de la clínica. Han pasado cerca de dos semanas desde que uno de los centros médicos más prestigiosos del país informara al mercado la existencia de una diferencia en la contabilidad por $ 12.408 millones, la cual se arrastraba desde hace años, siendo informada de manera errónea desde 2008. Hoy, PwC trabaja en una auditoría externa para dimensionar la problemática y el Ministerio Público va tras los responsables, es que aún no se sabe si esto fue sólo un error administrativo o existe cierta intencionalidad.
En los pasillos de la clínica, los doctores viven una tensa calma, mientras en el piso del equipo gerencial las reuniones no paran. Más de una vez al día, el presidente del directorio, Fernando Cañas, se contacta con los otros miembros de la mesa para entregar el estado de avance y despejar las múltiples dudas que puedan salir en el camino.
El resto de la clínica sigue funcionando de manera normal. Las consultas están atochadas de gente —algunos doctores incluso tienen lista de espera de tres meses— en cada rincón hay vendedoras de seguros de la entidad y los centros de toma de exámenes están en su peak. Todo en esa ala de la clínica opera como de costumbre, excepto porque “sus pacientes les preguntan qué pasa con este tema”.
Para muchos, la crisis contable de la clínica es la demostración manifiesta de una dirección que ha estado al debe, en medio de una propiedad compleja que se distribuye y diluye entre una multiplicidad de médicos, fondos y empresarios.
Hoy, los doctores tienen más del 50% de la propiedad. Es que para trabajar en CLC, los médicos deben comprar al menos 2.500 UF en acciones en un plazo de dos a tres años. Así han ido tomando el control de la clínica.
La principal accionista individual es la socia de Falabella, Cecilia Karlezi, que vía Santa Filomena controla el 17,31%. Tras ella hay bancos, fondos, etc. Un variopinto mix de accionistas con el mismo mix de intereses. Justamente esta multiplicidad de voces es la que tiene un conflicto de interes arraigado en el negocio, el cual es reconocido por todos, rechazado por algunos y defendido por —hasta ahora— la mayoría.
Ardua jornada
El martes 10 de enero fue prácticamente el día D de Clínica Las Condes. En un almuerzo con integrantes del directorio, Fernando Cañas dio cuenta de la contingencia que poco después movilizaría al mercado. A los que no pudieron asistir se les llamó con urgencia, alertando que se trataba de un problema mayúsculo para que se acercaran ese mismo día a la clínica. Esa tarde, cuando ya estaban todos los miembros de la mesa, decidieron citar a reunión extraordinaria para el día siguiente y así darle un carácter más formal. “Aunque sea antes de medianoche, pero esta información tiene que salir hoy”, exclamaban integrantes del directorio.
En la previa, directores y médicos escucharon las exposiciones de Ernest & Young, la auditora encargada de respaldar la información comprendida en los estados financieros de la firma, que en breve planteó “nunca se identificó esta contingencia”, asegura un asistente. Y es que no fue hasta que se implementó el sistema SAP que saltaron las diferencias contables. Hoy PwC es la llamada a resolver el problema.
En la mesa se sentaron nueve directores, todos llegaron a ocupar ese lugar respaldados por alguien. Por los médicos, está la voz Carlos Schnapp, Mauricio Wainer, Marcos Goycoolea, Jorge Larach y Héctor Ducci —el cual también obtuvo el respaldo de Karlezi para su nombramiento—.
Por la socia de Falabella estuvo el abogado Alejandro Quintana y en su calidad de presidente, Fernando Cañas.
En la mesa participaron, además, Luis Hernán Paul, como independiente, y Luis Manuel Rodríguez.
Fuentes cercanas al directorio aseguran que la primera reacción fue de incredulidad. Luis Hernán Paul “entró en shock”, presionando para informar a la brevedad. Es que Paul aún no olvida el escándalo de La Polar, el cual explotó cuando llevaba menos de seis semanas en la compañía.
A las 23:02 se informó al mercado de las diferencias contables. Los directores dieron por terminada la jornada y se prepararon para lo que venía en los próximos días. Una semana después, Alejandro Quintana presentó su renuncia con una fuerte crítica al modelo de negocios de la clínica. En una carta enviada a Cañas puso de manifiesto los “evidentes conflictos de interes que se suscitan en el gobierno corporativo”, generando variadas opiniones. Es que la renuncia fue ampliamente criticada por el directorio y la gerencia, señalando que el momento para hacerlo era a lo menos inoportuno, profundizando la crisis interna.
Más allá de ello, fuentes cercanas indican que la verdadera razón de Quintana para renunciar horas después de la comunicación era empujar a una renovación total del directorio en abril de este año y dar cuenta de un conflicto que se ha ido “estresando” en el último tiempo.
“No hay unidad y falta liderazgo”, asegura una fuente de la clínica. Agrega que en las últimas semanas se ha instalado en la directiva una sensación de sálvese quien pueda. Entre los médicos, en tanto, existe confusión, molestia y miedo por la conducción de esto.
La salida de Quintana no fue fácil de leer al interior del directorio. No fueron pocos quienes vieron en esto una señal de que Karlezi quería aprovechar el momento para aumentar su participación, visión que fue desmentida al interior del círculo de la empresaria. Por el contrario, aseguraron estar optimistas de que esta crisis fortalecerá el modelo de negocios de la clínica.
Desde que ingresó a la propiedad, Karlezi ha tenido momentos de cooperación y desacuerdo con los otros accionistas. Cuando su primo Carlos Heller vendió sus acciones, la empresaria compró el 100% de ella, no sin antes llegar a un acuerdo con los médicos que querían adquirir también parte del paquete. A dos meses de esa operación, Karlezi vendió un 5% de las acciones a un grupo de médicos que en su momento no tenían financiamiento. Es que su relación con los doctores ha sido llevadera en momentos. De hecho, la empresaria apoyó con parte de sus acciones la elección del doctor Héctor Ducci, cardiólogo que atendía personalmente a miembros de la familia, y que según señalan conocedores, le solicitó respaldo al marido de Karlezi, Alejandro Gil, para cumplir su deseo de terminar su carrera en el directorio.
Las diferencias también han sido parte del pack. Polémica fue la relación de Karlezi con los médicos en 2013, cuando la accionista de Falabella impugnó la designación a director independiente Juan Pablo Ureta Prieto, quien era apoyado por los médicos. En ese momento, el quiebra fue evidente, e incluso involucró a la Superintendencia de Valores y Seguros, quien finalmente le dio la razón a Karlezi, mandatando que la mesa se eligiera nuevamente.
Conflictos de interés
“Este directorio y varios directorios pasados han presentado balances con errores groseros. Hay $ 12.500 millones que creían que estaban a nuestro favor pero están en contra (…) y no les quepa duda que van a bajar la clasificación de CLC S.A., con lo que el acceso al crédito se encarecerá”. Este párrafo fue parte del mail que el doctor Herbert Spencer, con el 1,26% de la propiedad, hizo llegar a sus colegas. Su molestia sobre el rumbo que ha tomado la clínica ha sido latente y sus críticas han puesto sobre la mesa conflictos de interéses que hoy amenazan la posición financiera de la entidad. El anestesiólogo y ex director de la clínica acusó, vía mail, mecanismos internos de control “deplorables”. Rechazó, además, de manera tajante la molestia de los médicos: “De qué nos quejamos si somos el grupo que tiene más acciones de CLC y tenemos cinco médicos en el directorio”.
El modelo para trabajar en la clínica exige a sus médicos ser prestadores de servicio y a la vez dueños de acciones. Los médicos que se inicien en la clínica pueden como transitorios y luego deben comprar un paquete valorizado en al menos 2.500 UF. Y aunque no está plasmado en papel, pero sí como un acuerdo entre los doctores, quienes quieran seguir prestando servicio no pueden vender cuando ellos lo requieran. Dicho de otra forma, el doctor que quiere vender y no tener participación, debe dejar de trabajar en CLC.
Consultado un médico de la clínica indica: “Los fundadores eran partidarios de que los médicos que entraban a la clínica compraran acciones y se involucraran en la propiedad. Serían dueños trabajando y cuidando la institución. Un haber a favor de CLC que otras clínicas no tenían”. El problema, sin embargo, habría venido con las nuevas generaciones: “Ya no participaron de este espíritu. Para ellos la prioridad fue rentar su profesión”, dice.
Los padres fundadores de la clínica, como se autodenominan, entendían que si a la clínica le iba bien, los doctores se beneficiaban de eso. CLC estaba primero, nitidez que hoy se ha diluido. “Los doctores hoy se ponen en primer lugar y tienen a la clínica frenada, con pérdida de agilidad y demorando la toma de decisiones mientras el mundo sigue caminando. Hoy los conflictos de interés deben ponerse sobre la mesa, solucionarse y evitarlos”, asegura la misma fuente.
Lo anterior queda de manifiesto a la hora de tomar decisiones. Cerca de ocho meses duró la discusión en el directorio para subir en aproximadamente un 15% el precio del arriendo de las consultas a los médicos, un cambio que, coinciden en la clínica, generó asperezas. A principios de año, en tanto, se lograron bajar los honorarios médicos, los precios de día cama, de pabellón y de medicamentos, con el objeto de acercarse a los aranceles de la competencia.
Además, se aumentó la oferta ambulatoria: más doctores en consultas para atender a más pacientes.
Fuentes del directorio coinciden en que estos cambios no fueron fáciles de aplicar, pero que se logró llegar a un consenso de que eran necesarios. Ahora, no obstante, hay otras discusiones aún más profundas que instalar y que apuntan directamente a los doctores. Uno de los cambios que se baraja es tener distintas categorías de médicos, diferenciándolos, por ejemplo, por trayectoria, ya que hoy un médico que lleva 30 años en la clínica es igual (en términos prácticos y de honorarios) a uno que lleva 10 años o menos.
En el directorio reconocen que no es fácil construir acuerdos y que las decisiones se entrampan debido a que se deben cuajar los distintos intereses de todos los accionistas.
Para algunos esta crisis ha profundizado las diferencias, haciéndola aún más dificil de sobrellevar.
Una cara conocida
Este miércoles Clínica Las Condes volvió a sorprender al mercado anunciando la llegada al directorio —en el cupo que dejó Quintana— del ex contralor Ramiro Mendoza. Si bien la entidad ha intentado minimizar las eventuales irregularidades financieras y catalogarlas como un hecho aislado, la elección de Mendoza puede terminar siendo contraproducente justo en este delicado momento. Es que el ex contralor es reconocido por ingresar a empresas en crisis. Tras dejar la Contraloría en 2015, fue el encargado de auditar las cuentas de la ANFP en medio del fraude financiero de la gestión de Sergio Jadue. Además, se sumó al directorio de CMPC tras reconocer la colusión en el mercado de confort. En ambos casos, la intención tras la contratación de Mendoza fue dar una señal de transparencia en medio de un conflicto. La problemática en Clínica Las Condes parece así estar recién partiendo y a lo mejor la llegada del ex contralor da cuenta de una crisis que aún no toca fondo.