Por los aires, en medio de esa masa azul infinita que es el océano Pacífico, se comienza a divisar, a lo lejos, una imponente montaña color verde. El aterrizaje es en cuestión de minutos. La avioneta da un giro como saludando con sus aletas a un puñado de casas del poblado de San Juan Bautista, el único sector habitable de la isla Robinson Crusoe. Luego apunta hacia una diminuta pista de aterrizaje enclavada en la cima de una meseta de la bahía de Cumberland a 433 pies sobre el nivel del mar. Los pilotos se concentran y aceleran el descenso. No hay torre de control ni radar. Sólo la puntería y pericia humana para el éxito de la misión. Hay tensión. Incertidumbre. Algo de miedo.
La avioneta de Aerocardal (una de las tres aerolíneas privadas con vuelos a la zona) toca suelo con un frenazo duro, que hace que nos inclinemos hacia adelante. No hay margen para avanzar por los mil metros de extensión que tiene la pista. No hay aplausos, sólo una leve sonrisa de los ocho pasajeros de la misión, entre los que se cuentan el periodista que escribe y la actriz Leonor Varela. El miedo da paso a la ansiedad por conocer la belleza vista desde el aire. A esa altura ya poco importa el vaivén de la lancha que traslada a los visitantes desde el aeródromo hasta el pueblo. Es la única forma de llegar. La majestuosidad del mar y la montaña atrapa con su silencio. Al embarcar un pescador nos recibe: “Bienvenidos al tercer Chile: la isla Robinson Crusoe”.
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Mientras, el canciller Heraldo Muñoz —quien visitó la Isla el pasado lunes y martes para estampar su compromiso con la comunidad para trabajar en la preservación de la fauna marina en el marco de la política “Nuestro Océano”—juega un partido de fútbol con pescadores, la comunidad juanfernandina comienza a bajar hacia la plaza ubicada en la explanada para recibir a la autoridad y degustar el cocimiento de langostas que preparan en su honor. Todo un evento para los 600 habitantes del poblado. Gente amable que ofrece lo que tiene. Un cigarrillo, una cerveza. Necesitan ser escuchados.
Porque el fantasma del accidente de 2011 asoma de inmediato. El estigma de la isla maldita. Una señora nacida y criada en la isla no quiere hablar del dolor.
—Me baja al tiro la nostalgia, prefiero no hablar de eso que ya pasó—dice.
Pero a la isla le cuesta salir del dolor, pareciera ser ya parte de ella. A fines del año pasado dos pescadores (padre e hijo) fallecieron mar adentro, tras no poder sortear las inclemencias de un mar engañoso que ese día no se portó bien. Fue una nueva tragedia.
—El viento venía amenazante. Ese día los rayos del sol anunciaban el mal estado de la mar. Cuando uno ve el sol así, hay que puro arrancar. Vimos que ellos seguían adentrándose, y les dijimos, pero ellos siguieron no más. Nosotros nos fuimos a ver el partido de Chile —Uruguay—recuerda Pedro Calderón (30), pescador.
Nunca volvieron.
Los isleños transitan y luchan contra las tragedias. Perdiendo seres queridos, en el tsunami de 2010, en el accidente del Casa C 212, donde fallecieron quienes los lugareños llaman sus amigos. Porque eso es la isla Juan Fernández: una gran familia. Hoy todos quieren mirar hacia adelante y aprovechar las bondades únicas que tiene la zona en materia de fauna marina y bosque nativo. Ya quieren disfrutar el futuro y celebrar.
Pescadores, artesanos y gremios turísticos deJuan Fernández le entregaron una carta al canciller Muñoz para que interceda en la elaboración de una nueva ley insular para el archipiélago.
En 2014, la pesca de langosta fue certificada por la Marine Steward Conservation por realizar el proceso de forma sustentable. En la isla la pesca es selectiva: no se extraen especies que tengan huevos o midan menos de 11,5 centímetros de largo. Esto ha permitido que el producto se cotice a un alto precio a nivel internacional. Las cerca de 100 toneladas que se exportan al año (un 90% con destino a China) dejaron a la isla cerca de US$ 4 millones en 2016, el doble que hace dos años, según las cifras del gobierno. Esta pesca única en el mundo es una de las cosas que la Cancillería resalta para levantar la imagen internacional de la isla.
—La trazabilidad y tamaño necesario de la langosta, pescando sólo las de talla mayor y dejando las menores de vuelta al mar, especialmente las langostas hembras con huevos, es un ejemplo para Chile y para el mundo. Esta es la pesca sustentable que debemos promover— destacó el ministro Muñoz en un encuentro con la comunidad local.
Este escenario está impulsando que, paulatinamente, más gente se interese por visitar la isla. Si luego del accidente del 2011 sólo una o dos avionetas al mes aterrizaban en Juan Fernández— tendencia que se mantuvo por lo menos por dos años— , hoy pueden ser cerca de dos o tres al día. Aerocardal ofrece el servicio por $550 mil ida y vuelta, y organiza sus vuelos según demanda, o por grupos de turistas específicos.
Las medidas de seguridad son extremas en cuanto al peso del equipaje, lo que incluye también poner en la balanza a los mismos pasajeros. Todo, para cumplir con las exigencias necesarias para el complejo viaje, lo que incluye también un exhaustivo control del estado del clima.
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—Si pronto no hay una ley insular, esa banderita chilena que está ahí colgando la vamos a cambiar por la de nuestra isla—afirma con convicción un capitán pesquero al momento de despedir el viaje.
El tema fue tratado a fondo luego de una carta que le entregaron en mano al canciller el sindicato STIPA de pescadores, la Agrupación de Gremios y Turismo y la Asociación de Artesanas de la isla. En la misiva solicitan hacer una nueva legislación similar a la que rige a las islas Galápagos en Ecuador y a la gran barrera del coral en Australia.
—Nuestra comunidad quiere crear y posicionar este archipiélago como una de las mayores áreas de conservación y uso sustentable del planeta. Para esto necesitamos de todo el apoyo del Estado de Chile para concretar esta idea y generar un proyecto colectivo que pueda llevarnos a un desarrollo pleno—dice el escrito que recibió Muñoz, y en la cual también se agrega que se dispongan medidas concretas para la recuperación del bosque nativo que sufre el deterioro producto de la invasión de zarzamora y maqui, que está comenzando a destruir y ahogar su flora nativa.
Es un anhelo y un sueño para los isleños contar con mayores recursos y más autonomía de gestión, lo que se concretaría con la nueva regulación que está varada en el Congreso.
Pero otras demandas que afloran de inmediato son para que la presidenta Bachelet cumpla con el compromiso adquirido en 2006 (en su primer mandato) de otorgar de wifi gratis a toda la isla. Hoy las comunicaciones son paupérrimas.
—Le diría a la presidenta que como concejala puedo entender que su labor es difícil, pero que cuando deje su cargo cumpla con lo que prometió. Lo que le está pidiendo Juan Fernández es muy poco comparado con otras exigencias que hay en el país. Considerando el tiempo que ha pasado, le diría que se vaya cumpliendo, al menos, con un Internet como la gente —dice la concejala (PH) Elizabeth Calderón.
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National Geographic, a través de su programa Pristine Seas, que dirige el ecólogo marino Enric Sala, comenzó este lunes una expedición científica al archipiélago, principalmente a la isla Alejandro Selkirk, con el fin de estudiar los ecosistemas marinos. Este trabajo de investigación culminará con un documental que espera su día de estreno en octubre de este año, con avant premier y alfombra roja en la plaza de Juan Fernández.
El director para América Latina de National Geographic Pristine Seas, Alex Muñoz comenta la importancia de esta investigación:
—Juan Fernández es uno de los pocos lugares en el mundo que combina una alta biodiversidad, una abundancia extraordinaria y un pueblo con una tremenda conciencia ambiental que actúa como un verdadero guardián de estos mares. Cuando finalicemos nuestros estudios científicos trabajaremos con la comunidad y el gobierno para que definir la mejor forma de proteger este ecosistema y asegurar la pesca local— explica el abogado y coordinador de la misión.
La actriz Leonor Varela será rostro de esta campaña para resaltar en el mundo las bondades marinas de la isla. En su visita compartió con los lugareños, quienes al enterarse de su estadía no dudaron en estampar el momento con una selfie.
—A los chilenos les hace falta lo que la gente tiene acá en la isla, apreciación. Ellos aprecian lo que tienen— destaca la actriz.
El juanfernandino aprecia la libertad. Esa de vivir en una piscina que es reserva marina, y tener como patio a un bosque nativo único en el mundo. Esa libertad que a veces se complica por las carencias propias del aislamiento. Son isleños, también chilenos, pero demandan más autonomía. Quieren turistas, pero no una avalancha. Que todo sea controlado, para preservar. Y lo hacen a cada momento, incluso en medio de la fiesta por la visita de la autoridad, no dejan que ni una colilla de cigarro caiga al suelo. Te advierten que eso acá no corre.
Que la isla se cuida. Se protege.