Todos los días, hasta fines de 2014, el gerente general de Enersis en Chile, Ignacio Antoñanzas, subía hasta el piso 17 del edificio de Santa Rosa 76. El ascensor era exclusivo, destinado sólo a él y a los pocos altísimos ejecutivos del holding eléctrico.
De pelo crespo y grandes ojos azules, Antoñanzas ejercía liderazgo sobre sus dirigidos, pero era un hombre con reglas: no permitía olores a comida en el piso 17, ni menos que se aproximara a esas alturas alguien sin cita previa.
Antoñanzas fue el último gerente general español de Enersis. En 2014, la compañía propietaria de Endesa España, la italiana Enel, hizo efectivo su control sobre la administración del holding. Tras 8 años, Ignacio Antoñanzas entonces salió del piso 17 y llegaron otros, ahora desde la península itálica. Fueron designados por la transnacional Enel en Roma, controladores del 60% de la matriz. Los nuevos prescindieron del ascensor exclusivo. Los olores a comida recalentada tampoco los inquietaron. Una camada diferente se hacía cargo del negocio energético chileno.
Aunque los capitales italianos habían comenzado a adquirir Endesa España —controladora del conglomerado chileno— en 2009, sólo en 2016 se apropiaron de la administración. El ingeniero civil chileno Daniel Fernández, entonces country manager, abandonó el cargo. El nuevo estilo no le acomodó. En su lugar, Nicola Cotugno, un ingeniero que trabajaba en Eslovaquia a cargo de una planta de generación de energía, aterrizó en Chile.
Cotugno es chief executive officer (CEO) de Enel Chile desde agosto de 2016. Y fue quien personalmente se encargó de dinamitar, con un logo y un nombre, las tres marcas ícono de la historia eléctrica chilena: Enersis, Endesa y Chilectra. Enel Chile sería ahora la matriz y, bajo esta, quedaron Enel Generación y Enel Distribución (ex Chilectra).
Fue Nicola Cotugno quien dio la cara el 20 de julio pasado. Tuvo que ir a La Moneda a dar explicaciones por el corte de electricidad que afectó a más de 310 mil santiaguinos. Una empresa regulada (y que es un servicio público básico) no puede fallar sin pagar las consecuencias. Después de la histórica nevazón del sábado 15 de julio, los capitalinos soportaron hasta 6 días sin servicio. Enel Distribución no respondió bien. Las cuadrillas de técnicos no dieron abasto y el sindicato de trabajadores se excusó por las deficiencias de la firma ante la emergencia y acusó “una reducción indiscriminada de costos”, que habría llevado a un deterioro en la calidad del servicio.
Cotugno, en un italiano poco castellanizado, anunció que Enel compensará a los usuarios con hasta $25 mil por noche. Pero esos días circularon demasiadas historias en torno a “los Enel”. Varios estaban en Nueva York viendo la Fórmula E (carreras de autos eléctricos) y llegaron a Chile un día después del frente polar. Apenas aterrizaron, se refugiaron en hoteles para no llegar a sus hogares sin luz, cosa que molestó a los que enfrentaban la oscuridad. Para colmo, el chileno y ex embajador en Londres Pablo Cabrera, que es director de Enel, alegó en twitter porque esa mañana no recibió el diario por la nevazón.
Un incidente climático que ocurre una vez cada 50 años, como fue la tempestad, sumado a la ineficiente respuesta de la empresa, puso a los Enel en la mira.
¿Cómo es la cultura corporativa del grupo que maneja gran parte de la energía que mueve a Chile?
Peninsulares noventeros
Hace dos décadas, en 1997, la prensa chilena describió a otros nuevos “avecindados” en Chile. Se les llamó la “armada española”, y su punta de lanza fue la compra por Endesa España de las acciones chilenas Chispas en una cuestionada Oferta Pública de Acciones (OPA). El rostro que tuvo este desembarco fue el de un político conocido, el entonces presidente de Endesa España: Rodolfo Martín Villa, un ex funcionario franquista que había trabajado en la transición con Felipe Suárez, el primer ministro. A los españoles de Endesa se unió el resto de los capitales peninsulares que ya estaban en el país: Telefónica, Aguas Andinas, Huarte Andina (construcción e ingeniería), Sacyr (infraestructura), Banco Santander y BBVA.
Los hispanos fueron retratados como ejecutivos acostumbrados a las jerarquías monárquicas posfranquistas y que sabían moverse excelentemente en el mundo de la política y del poder. Rodolfo Martín Villa y los ejecutivos de las otras compañías en Chile pasaron a ser cercanos a presidentes, ministros y empresarios. La pompa, el boato, el extremo cuidado de las formas; también describieron al grupo.
El caso español fue masivo, un verdadero desembarco de capitales y ejecutivos. Enel, sin embargo, es el caso puntual de una empresa, de un controlador que tiene su estilo. No son “los italianos”, es Enel.
La matriz
Un gran “pero” ante la estrategia gerencial de la matriz de Enel es algo que, incluso un ejecutivo que trabaja allí reconoce: “Todos los caminos conducen a Roma. En Europa uno siempre tiene un alterno que está al tanto de lo que uno hace en Chile. Es una constante, estamos siempre en línea. Todo el día en el Whatsapp”.
La empresa Enel es la más grande en su género a nivel mundial. Está en 31 países y concentra generación, distribución, transmisión, energía nuclear, gestión de energía, energía verde y otros.
Enel es controlada por el accionista mayoritario, el Estado italiano, con más del 30% de la propiedad. El presidente mundial, que hoy es el ingeniero (nuclear) Francesco Starace, es un nombramiento político, del ministerio de Economía de turno. Recién en marzo, cuando dejó el poder Matteo Renzi, se pensó que Starace saldría, pero lo confirmaron.
“Es una cultura del micromanagement. Reporting (reportar), compliance (cumplimiento), auditorías, decisiones de inversión, relación con las comunidades, dotaciones de personal o compensaciones. Todo se decide en Roma. La unidad más grande e importante del grupo es Planning and Control (Planeamiento y control)”, relata un ejecutivo del sector.
El chileno y presidente del directorio de Enel Chile, Herman Chadwick, quiere despejar el manto de dudas sobre esta identidad. “A pesar de que muchos quieren decir lo contrario, ésta es un empresa chilena, controlada por Enel en un 60%, pero en que el 40% es de las AFP, fondos mutuos y de otros accionistas minoritarios”.
“En el fondo, con Enel el management pasó de estar en Santiago a Roma, y eso fue muy frustrante”, explica un chileno ex gerente de área.
Y agrega: “Es lógico que los controladores extranjeros tengan sus códigos de ética, forma de hacer las cosas y cuenten con mucha experiencia que los respalda. Ellos se preocupan como cualquier accionista, pero el “no” está permitido en esta empresa. De eso soy testigo”.
Intentando hacer un punto de diferencia con los españoles, anteriores controladores del holding, el presidente de Enel Chile defiende: “Los italianos son sobrios, aquí nada sobra, no hay ostentación. No hay boato, tampoco funciona el estilo vaticanista”.
A los extranjeros que gerentean Enel —dice un alto ejecutivo de la multinacional— “no les interesa mucho la política. No hacen reverencias a los políticos. No son cortesanos. Y eso puede llegar a ser visto como arrogancia”.
En Enel Chile y sus empresas existen altos ejecutivos italianos y chilenos. Los italianos suelen ser hipercalificados. En general son ingenieros que han estudiado en las mejores universidades italianas y que ganaron experiencia en otros países (donde está Enel) , dice un analista que integró la empresa: “Los managers italianos son muy sofisticados, pero duros y pragmáticos. Es como el Calcio, la liga del fútbol italiano. Se va por resultados y, a veces, no les importa si el partido no es bonito”.
De Primera a los potreros
“Chile dejó de ser el hub. Los españoles de Endesa administraban el negocio del holding energético por regiones. Chile era entonces cabeza de playa en Latinoamérica. Ahora Enel se organiza por líneas de negocios (generación, distribución, gestión de energía, etc.) y Chile es parte de un todo, pero no figura como líder”, explica un ex gerente de área que dejó Enel.
Varios chilenos sintieron el peso de Roma y la burocracia que implicaba conseguir los recursos que fácilmente se lograban antes, cuando el control lo tenían los hispanos. “En el fondo, con Enel el management pasó de estar en Santiago a Roma y eso fue muy frustrante”, explica el mismo ejecutivo.
“Enersis era una empresa chilena 100%, aunque controlada por españoles. Con Enel, eso ya no es así”.
(José Antonio Guzmán, ex presidente de AFP Hábitat y de Enersis )
En Enel Brasil el control romano pegó más duro por la mentalidad de los brasileños: “Allá las duplicaciones, superposiciones y falta de autonomía, los desesperaron”, asegura un ejecutivo que conoció la experiencia Enel en el gigante sudamericano, acostumbrado a controles más laxos.
Los Enel saben en qué cancha se mueven. Como la energía es un sector regulado, lo manejan y a la perfección. “No les dejan la regulación sólo a los abogados externos, como podrían hacerlo los chilenos o los españoles. Entienden muy bien el marco jurídico de cada país al que llegan”, asegura.
“Tienes que inspirar miedo para cambiar una organización”, dijo hace un año el CEO global de Enel, Francesco Starace, conocido como un duro: “Es importante localizar los ganglios, los puntos de poder en una organización que están en contra del plan, para luego golpearlos, creando miedo y malestar”, habló ante cientos de estudiantes en una universidad romana.
Enel Chile desmintió que, tal como acusó el sindicato de la empresa, hayan reducido costos en Enel Distribución cuando ocurrió la emergencia de la nevazón que oscureció Santiago. La lenta respuesta para restablecer el servicio a miles de usuarios sin electricidad hizo encender alarmas. El ex presidente de Enersis José Antonio Guzmán es perspicaz al preguntar: “¿Y si, finalmente, fue Italia la que definió el ahorro, la baja de costos en contratistas y subcontratistas de Enel Distribución? (tras el día de la nevazón)”. La duda quedó en el aire.
