En junio, Human Rights Watch denunció a la FIFA por incumplir su compromiso de supervisar las condiciones laborales de los trabajadores a cargo de la construcción de los estadios de la Copa Confederaciones de este año y de la Copa Mundial de Rusia 2018. Los 17 trabajadores muertos en la construcción de estos recintos encendían la luz de alerta del observatorio mundial que vela por los derechos humanos.
Como si el escándalo de corrupción más grande en la historia de la FIFA —en que está sumida hace dos años—fuera poco, esto volvía a opacar la reputación del organismo global de fútbol.
Respondiendo a este tipo de episodios, precisamente este año la FIFA adoptó una política de derechos humanos que busca evitar que los países que los violen se adjudiquen la realización de campeonatos de fútbol globales. Quien estuvo detrás de la creación de esa política fue el estadounidense John Ruggie. El experto tenía experiencia en la elaboración de este tipo de protocolos: en su rol de representante especial del secretario general de la ONU para los DD.HH. y empresas, hace seis años elaboró las normas rectoras de la ONU sobre la materia, un conjunto de 31 principios aprobados en 2011 por la comunidad internacional para orientar a los estados y a las empresas.
Ruggie hoy es académico de Harvard, y su visita a Chile la próxima semana —si bien no es la primera— marcará un hito: participará del lanzamiento del Plan de Acción Nacional en Derechos Humanos y Empresas, junto con la presidenta Michelle Bachelet. Además, será el orador principal del XVII Encuentro de Desarrollo Sostenible de Acción Empresas donde hablará de la creciente importancia que les dan los inversionistas a los factores medioambiental, social y gubernamental (ESG, según su sigla en inglés). “Los derechos humanos cubren toda la dimensión social de ESG, y quien quiera competir en este entorno nuevo, más sensible a la sustentabilidad, va a tener que tomarse estos temas muy en serio. De otra manera, van a pagar un precio por entender mal las cosas y no van a ser premiados por las preferencias de inversión”, dice el académico al teléfono desde Boston.
—En Chile, al hablar de derechos humanos, usualmente la gente lo asocia a temas políticos. ¿Cómo hacer que eso deje de ocurrir? ¿Cuál es la importancia del vínculo entre derechos humanos y empresas?
—Es una exageración, pero te voy a dar un ejemplo. Durante mi mandato en la ONU [2005-2011], miembros de mi equipo produjeron un documento en el delta del Níger y así la industria petrolera. Entrevistamos a miembros de la comunidad, así como a trabajadores de una gran petrolera que trabajaba en la zona (Chevron). Un miembro de la comunidad nos dijo: “Chevron es el único gobierno que vemos”. En otras palabras, no había un gobierno local al cual hablarle. Cuando tenían un problema, recurrían a Chevron. En una zona al norte de Zambia, hasta hace 18 meses no había gobierno local, no había un solo policía. Entonces la interacción de las empresas y los derechos de las personas, particularmente en la industria minera y de petróleo y gas, es la más íntima que se pueda imaginar. Si las empresas no lo entienden bien, pagan un precio. Si lo entienden bien, se ven recompensadas. Hay un desafío cuando la gente tiene en la mente que los derechos humanos se refieren al Ejército torturando a gente o lanzándola desde aviones al océano. Pero el hecho es que las empresas a veces tienen un impacto mucho más directo en la calidad de vida de la gente que el que tiene el gobierno. Las empresas tendrán que darse cuenta de eso o enfrentar las consecuencias.
“Para las empresas que entienden bien los factores social, medioambiental y de gobierno (ESG), el costo de capital es menor, tienen acceso más fácil al crédito, tienen menor rotación de personal y pierden menos tiempo peleando con las comunidades”.
—¿Cuáles son las ventajas para las empresas?
—Son muchas. Para las empresas que entienden bien los factores ESG, y en particular la parte social, incluyendo derechos humanos, el costo de capital es menor, el costo de seguro es menor, tienen acceso más fácil al crédito, tienen menor rotación de personal, invierten menos tiempo luchando con las comunidades y más tiempo extrayendo minerales de la tierra, que es la razón para lo cual están ahí.
—Seis años después de la aprobación de los principios rectores de DD.HH. y empresas de la ONU. ¿Dónde está el mundo?
—La adopción e implementación de los principios rectores ha avanzado bastante rápido en algunas áreas, incluyendo algunas que nunca habría anticipado. Por ejemplo, la FIFA ha adoptado los principios rectores. Con la ayuda de ex miembros del comité de la ONU, nos pidieron un reporte estratégico, se lo entregamos con una veintena de recomendaciones, adoptaron una provisión de respetar los derechos humanos, y esto es muy importante: están finalizando criterios de derechos humanos para adjudicar la realización de la próxima Copa Mundial. Un gobierno debe asegurar que, en el contexto de la copa, se respetarán los DD.HH. reconocidos internacionalmente. Y si no entrega esa seguridad en el proceso de adjudicación, no obtendrá la realización del Mundial.
—¿Cómo evalúa el desempeño de Chile en materia de derechos humanos y empresas?
—El Plan de Acción es un primer paso realmente importante. Todo el proceso fue excelente: realizar un estudio base con grandes consultas para poder desarrollar el plan, que se describe como un documento viviente, es decir, es parte de un proceso continuo de evolución y mejora. Comprende bastante bien el rol de los derechos humanos en el contexto de las empresas. Integra dentro del plan los principios rectores de la ONU, los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) de la ONU, un plan sistemático bastante específico, también reconoce que el Estado, como un actor económico, debe hacer más. Y también se enfoca en la necesidad de que las empresas tengan estrategias de compromiso robustas con los individuos y comunidades potencialmente afectados. Es un mapa bastante completo acerca de dónde empezar este proceso sistemático.
—En términos de derechos humanos y empresas, ¿dónde está Chile? Usted tiene experiencia con la industria extractiva en la región…
—En la región entera hay un desafío común que tiene que ver, por ejemplo, con las personas indígenas. En algunos países se ha administrado mejor, e incluso en algunas regiones de países se ha manejado mejor que en otras. Pero es un desafío que todos los países en la región deben enfrentar, en particular con la industria extractiva. En el plan chileno, se reconoce el desafío y veremos cuáles son las prácticas que se pueden desarrollar para lidiar con este tema de manera más eficaz y más justa.
—Fuera de la industria extractiva, ¿cuáles son los desafíos?
—Para cada industria son diferentes. Chile es fuertemente dependiente de la extracción de minerales, de manera que está en el primer lugar de la lista para Chile, pero depende del sector. La industria manufacturera, de consumo, por la cadena de abastecimiento tiene sus propios desafíos. Es difícil decir que un sector es categóricamente peor que otro, aunque, por supuesto, la minería y la industria del petróleo y gas impactan a las comunidades directamente.
—A nivel global, ¿qué hace falta en términos de derechos humanos y empresas?
—Las compañías más grandes son las que están anticipándose, mientras las empresas medianas y pequeñas son más lentas, a menos que sean proveedores directos de una empresa más grande. Incluso hay algo fascinante en Perú, donde el superintendente de banca y seguros emitió una regulación que dice que las compañías locales que trabajan para mineras más grandes deben realizar su propio due diligence en términos de su impacto en derechos humanos. Hay un efecto de segunda vuelta de las empresas grandes en las medianas y pequeñas. Las multinacionales tienden a moverse primero, y tienen varias razones para hacerlo: muchas están comprometidas con la idea de que tienen una responsabilidad especial dado su tamaño y su influencia económica, porque si la sociedad no está funcionando bien o si el planeta se deteriora más, eso no es bueno para su negocio.
—¿Qué países o empresas están liderando el camino?
—Es difícil decirlo, porque algunos países o empresas son extremadamente buenas en algunas cosas y quizás no tanto en otras, pero, por ejemplo, Reino Unido ya ha emitido dos planes de acción. Entre las empresas, no creo que haya muchas dudas de que Unilever es uno de los líderes en ESG, también demostrando que prestar atención a esos asuntos se premia desde el punto de vista financiero: sus acciones han subido de manera fenomenal en los últimos meses.
—¿Cree que los ciudadanos, en su rol de consumidores, están al tanto o les interesa realmente cuando compran productos saber cómo se produjeron? ¿Le asignan un rol relevante?
—Lo asumo, pero eso también es diferente en los distintos países. Y digo que lo asumo porque de lo contrario, ¿por qué las marcas pondrían etiquetas en los productos que venden si no pensaran que los consumidores están interesados en saber si hubo trabajo infantil, etc.? También creo que hay un asunto generacional. Pero aparte de los consumidores, donde veo un creciente interés es entre los inversionistas. La proliferación de activos en fondos de inversión sostenibles es realmente impresionante.
XVII Encuentro de Desarrollo Sostenible de Acción Empresas