No hay nada que alegre más a un comerciante mendocino que una buena lluvia. Es señal de que la gente probablemente se quedará en sus casas y no tomará las maletas para viajar a Chile.
Si años atrás el cierre del paso cordillerano entre Argentina y Chile implicaba que los turistas no colmarían las calles de Mendoza y las ventas del comercio bajarían, hoy es todo lo contrario y las nubes son una señal de esperanza de que el dinero de los consumidores no cruzará la frontera.
Es jueves y hay buen clima en la provincia. Cae la tarde y Raúl Bulfón (62) espera pacientemente que alguien entre a la tienda de camisas de la que es vendedor hace 37 años. Detrás de su mostrador blanco ha visto cómo la ciudad ha cambiado a lo largo del tiempo. Dice que cada tanto hay un periodo difícil y que si antes era cada diez años, ahora es más rápido. “Hay coletazos, pero uno tiene que aguantarse y sobrevivir”, sostiene.
La jornada laboral está marcada por una amplia pausa: la siesta, que va desde la una hasta las cinco de la tarde. Una tradición que se ha puesto en duda, pero que los comerciantes no están dispuestos a transar.
Desde principios del año pasado, las ventas han caído en promedio un 5% en el comercio del microcentro de la provincia de Mendoza, según las estimaciones de la Federación Económica de Mendoza (FEM), organización que reúne a las principales empresas de la ciudad. De todas maneras, la caída en el primer semestre de este año se modera a un descenso del 3,5%. Aunque algunos comerciantes de la zona dan cuenta de caídas más drásticas que van en torno al 20% mensual.
Además de los vaivenes de la economía trasandina el factor principal que impulsa la baja es el aumento del turismo de compras hacia Chile, principalmente en busca de ropa y tecnología.
El consumo se ha trasladado a pasos agigantados a ciudades como Los Andes y Santiago, y en las calles céntricas de Mendoza lo resienten. Si bien cientos de personas transitan día a día por la tradicional peatonal, por las calles San Martín, 9 de Julio y Lavalle, son pocos los que cargan bolsas con alguna compra al interior.
“Todos andamos medio tristes. Pero nosotros seguimos en pie”, afirma Raúl, quien desde su ventana ha visto cómo otras tiendas sobrellevan este periodo más complejo, algunas de ellas deben trasladarse a locales con menos metros cuadrados, lejos de las calles principales o simplemente cerrar.
Para dimensionar, el precio promedio de un arriendo en el microcentro de Mendoza tiene un costo mensual de 25.000 pesos argentinos (US$1.454), y puede llegar hasta los 42.000 pesos (US$2.442), dependiendo del tamaño. De hecho un local en medio de la peatonal —de cerca de 150 m2— tiene un costo mensual de 40.000 pesos argentinos (US$2.326).
“Hay una gran rotación de comercios y comerciantes. Los alquileres son muy altos y el precio es muy relativo. Hay establecido un valor para la construcción, pero no para los alquileres”, comenta Daniel Dimartino, gerente general del Instituto de Desarrollo Comercial (IDC), que depende del Ministerio de Economía, Infraestructura y Energía de Mendoza. “Por ejemplo, una franquicia como Starbucks paga por un local comercial de 70 m2 más de 100.000 pesos argentinos (US$5.816), eso es imposible para un comerciante mendocino común. Cuando se instalan estas grandes cadenas, ya sea de electrodomésticos, bancos, etc., hace que todo el movimiento de alquileres aumente. Por eso hay una migración a otras calles con arriendos más baratos”, agrega Dimartino.
Dado este escenario, es común ver en las vitrinas avisos de arriendo, “liquidación por cierre” y “liquidación total”. También se ha vuelto habitual que los locales de las galerías comerciales pasen más de seis meses sin encontrar arrendatario.
De acuerdo a estadísticas elaboradas por el IDC, en el microcentro de la ciudad se han abierto 624 locales en los primeros siete meses del año frente a los 327 que se han cerrado. Desde el organismo explican que estas cifras no necesariamente reflejan el número de locales nuevos, ya que algunas de las aperturas corresponden al comercio que se ha regularizado durante este año. Respecto al gran Mendoza, esta cifra aumenta en aperturas a 1.950, mientras se han cerrado 1.018, lo que deja un neto positivo.
“Hay bastantes locales cerrados, pero hay renovación de nuevos emprendedores. Siempre las altas han sido mayores a las bajas. Independientemente de la crisis, siempre hay un nuevo emprendedor que quiere empezar su negocio”, dice Dimartino.
La ecuación que según el gerente general del ICD mantiene frenadas las ventas es un precio elevado junto con una baja variedad de productos. “El comercio mendocino es muy caro, diría que es uno de los más caros del país. Es una cuestión cultural y creo que en el corto plazo va a existir un cambio muy drástico, porque así como estamos no podemos seguir”.
La jornada laboral está marcada por una amplia pausa: la siesta, que va desde la una hasta las cinco de la tarde. Una tradición que ante la realidad actual se ha puesto en duda, pero que los comerciantes no están dispuestos a transar. “El mendocino se muere a la siesta. Una vez lo intentamos, pero no era conveniente. No venía nadie, todos se quedaban en casa. Para que resultara tendrían que cambiar todos”, dice Raúl.
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Hugo Mancini (36) lee en los diarios que desde todas partes del país viajan a Chile miles de argentinos con maletas casi vacías para copar las tiendas de la capital y zonas aledañas a la frontera que comparten ambos países. Lee, y entre sus cercanos también se comenta que la diferencia de precios es tan grande que conviene viajar, aunque sea por el día, comprar bienes durables y ropa, y pagar los impuestos al regresar. Aun considerando pasajes, estadía, alimentación, traslados e impuestos, no les cabe duda que Chile es más barato.
Los rubros más afectados en la provincia son los de indumentaria y tecnología. Para ejemplificar, un smart TV 4K marca Samsung de 55’ en Argentina vale US$2.210, mientras que en Chile cuesta US$725.
“Desde diciembre del año pasado que estamos tratando de remarla, pero no le encontramos la vuelta o una solución a los precios de Chile. Es mucha la diferencia y las ventas han bajado cerca del 60%. En el verano la caída fue de casi el 80%. Estamos desde hace seis o siete meses en pérdida”, comenta Hugo en su local ubicado en plena peatonal, una de las principales calles del centro de Mendoza. De hecho, asegura que en 20 días se trasladará a un local más pequeño, que le permita bajar los costos de arriendo y así tratar de equilibrar un poco la balanza de sus ganancias.
Aun en plena liquidación de stock, los números no logran repuntar, y el comerciante se pregunta qué hará con el stock. “La poca venta que hay y el poco flujo de clientes inciden en que se trasladen a lugares más chicos, porque los alquileres se han ido a las nubes y no hay relación con las ventas. Y no es que no haya plata, el tema es que por el precio de un par de zapatillas en este local, te compras tres en Chile”, relata Hugo, como parte de su día a día.
Esta es una situación diametralmente opuesta a lo que ocurre entre las cinco y las nueve de la noche en los comercios de Santiago, donde es común ver a los argentinos paseando con sus maletas por las grandes y pequeñas tiendas, principalmente en busca de artículos de tecnología y deportes.
Para ejemplificar, un smart TV 4K marca Samsung de 55’ en Argentina vale US$2.210, mientras que en Chile cuesta US$725.
A principios de agosto, el diario Clarín le dio algo de esperanza a los comerciantes. El proyecto de generar “una zona franca para evitar el éxodo de compras a Chile”, como se titulaba el artículo, provocó de inmediato expectativas entre los mendocinos. El objetivo, como explicaba el periódico es “mitigar el impacto que causa al comercio local las compras de argentinos” en Chile, enfocando las ventas en textiles y calzados.
“Se está estudiando hacer una zona franca en la provincia para reducir los costos en general y evitar que la gente se vaya a Chile constantemente y así sortear la gran fuga. También desde el ministerio estamos trabajando con comerciantes para asesorarlos y que entiendan que esta situación llegó para quedarse”, asegura Dimartino.
Dimartino explica que marzo fue un ejemplo. Si todos los años era un buen periodo por la compra de útiles escolares, esta vez fue la excepción. “Se notó un bajón. No hemos tenido mal tiempo, entonces la gente sigue yendo a Chile. Hay veces que la gente ha estado 12 horas haciendo cola para pasar y espera y cruza a comprar”.
La idea de la zona franca se suma al convenio generado hace cuatro meses con la banca privada que permite comprar en zonas de fronteras a 12 o hasta 18 cuotas a precio contado. Esta medida ha tenido hasta ahora un impacto positivo, ya que si bien no apunta a una reducción del precio, apuesta a facilitar el pago a los consumidores, teniendo en perspectiva que cuando viajan a Chile compran con efectivo o con tarjetas de crédito, que tienen asociados altos intereses.
Además, en Mendoza hay un plan de intervención urbana que tiene las principales plazas aledañas al centro de la provincia con obras simultáneas de infraestructura. Desde la FEM cuentan que esto es parte de un plan que está llevando a cabo el municipio para hacer más atractiva la zona para mendocinos y turistas. “Buscamos tener una ciudad más linda, más agradable al paseo, tener una luminaria baja para poder transitar con seguridad por las calles y por nuestras veredas muy anchas, que permita también el paseo y que se pueda mirar una vidriera y de esa manera estimulamos la compra”, cuenta Verónica Zabek, gerente de Centro Comercial de Cielo Abierto de la FEM.
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Los estacionamientos son ocupados en su mayoría por los trabajadores del centro comercial. No hay guardias en la entrada ni al interior del shopping. Las escaleras mecánicas están vacías. Al igual que las tiendas. Nadie camina por los pasillos. Esta es la realidad de un viernes en la tarde en dos de los centros comerciales que están a las afueras del centro de Mendoza, a una distancia no mayor de ocho kilómetros.
El precio promedio de un arriendo en el microcentro de Mendoza tiene un costo mensual de 25.000 pesos argentinos (US$1.454), y puede llegar hasta los 42.000 pesos (US$2.442), dependiendo del tamaño.
La salida de compradores a Chile no sólo ha afectado al pequeño comercio, sino que también a grandes marcas que se instalaron en centros comerciales apostando a contar con un flujo mayor y constante de gente. Las librerías no han estado ajenas a este proceso tampoco, algunas también han tenido que liquidar sus stocks y otras ir aumentando paulatinamente los precios de los ejemplares.
Gustavo Martínez (42) trabaja en una tienda de ropa de hombre en la calle Lavalle. Él, en su papel de vendedor, debe lidiar con los vaivenes que se han instalado en Mendoza, y para eso explica que los precios lo intentan acercar a lo que se comercia en Chile. Eso, más una atención cercana y de calidad al cliente, dice que lo han ayudado a sobrellevar los contratiempos y a estabilizar el negocio. “Nosotros decimos evaluar el precio de Chile para compararlo. Pero la gente cuando hace viajes de dos o tres días se trae muchas cosas. Yo vivo en un departamento solo y estoy ahorrando y constantemente estoy googleando para ver qué compro”, cuenta Gustavo.
Como consumidor, tiene claro dónde le conviene comprar. La ropa, claro, en su tienda, pero el resto de las cosas, espera hasta viajar a Chile y ahí abastecerse de todo lo necesario. Cortinas y cosas para la casa,Gustavo las buscará en un supermercado y trajes y camisas en una tienda española que está en los principales malls de Santiago y regiones.
Gustavo, ansioso, cuenta los días que le quedan para viajar y participar a principios de octubre en una convención cristiana en San Bernardo. La reunión dura sólo un par de días, pero él se quedará algunos más. Aprovechará ese tiempo para visitar los centros comerciales. Él, como muchos otros mendocinos, partirá con un amplio espacio en su maleta que seguramente volverá con varios kilos extra.
Entre los comerciantes comentan que no le han podido dar la vuelta a esta situación, que ya no basta con sólo “remarla” y que cada día que pasa es más difícil que los mendocinos prefieran comprar en su ciudad. La única esperanza, para ellos, es el mal tiempo.