Sofofa 41,6%
CPC 34,4%
Cerca del mediodía del pasado miércoles, el líder de la Sofofa, Bernardo Larraín, entró a la casona de la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC) con aire triunfal. Hace menos de 24 horas había encabezado el encuentro anual del gremio, al que asistió la presidenta Michelle Bachelet, y eso lo tenía de buen ánimo. Alfredo Moreno, líder de la CPC, lo esperaba en el segundo piso y lo recibió con afecto. Primero lo felicitó, y luego conversaron unos minutos. Moreno quiso estar a tono con su par y se quitó la corbata. De pronto, quedaron vestidos prácticamente iguales.
Entonces se sentaron, y se dispusieron a responder esta entrevista juntos. La complicidad entre ambos líderes gremiales fue evidente en cada respuesta. Es claro que coinciden en las batallas, que enfrentarán codo a codo, para validar al empresariado frente a la sociedad y recuperar la confianza mermada en los últimos años. Sólo en el plano político los timoneles no juegan de memoria. Larraín, más atrevido, piensa que el empresariado debe involucrarse en política, mientras que Moreno aún con su impronta de canciller, levanta de inmediato una muralla entre los gremios y la política partidaria.
—Uds. llegaron a dirigir los dos gremios más importantes del país, planteando, a su modo, que los empresarios tienen que cambiar de actitud. Cuando las cosas funcionan bien, no hay ánimo de cambiar. Pero acá ¿cuál fue el punto de quiebre?
—Alfredo Moreno (A.M.): Hay una claridad absoluta de que hoy todas las instituciones están cuestionadas. La confianza en lo que se hace es mucho menor de la que teníamos. Los temas que han sucedido en materia de corrupción, de financiamiento de la política o lo que sea, han afectado. La sociedad hoy es mucho más compleja y tiene una posición más crítica de todas las cosas que suceden.
—Bernardo Larraín (B.L.): Todas las instituciones han sido emplazadas a cambiar por la sociedad y, por supuesto que hay periodos en que se parte con una cierta perplejidad. Eso nos pasó a todos. Yo tengo una confianza muy grande en la empresa porque creo que, en comparación con el Estado y con otras dimensiones de la sociedad, cambiar está en su ADN.
—Los dos han planteado que los empresarios deben tender puentes, salir de los nichos tradicionales. ¿Tienen que salir a la arena pública?
—A.M.: De todas maneras. Tenemos que explicarle a la gente qué aporta el empresario y las empresas, qué rol jugamos en la sociedad. Parece una pregunta sencilla, pero estamos acostumbrados a hablar con balances, números, utilidades y ese lenguaje no resuelve ese problema. Tenemos que estar en la batalla de las ideas. Si tenemos una nueva idea de política pública, proponerla con la mejor intención y el interés de discutirla con otros sectores.
—B.L.: La confianza moderna se basa en la transparencia, responsabilidad y empatía, mucho más que en la trayectoria. Muchas veces uno piensa que por la trayectoria de los últimos 20 años, que puede ser extraordinaria, me compré la confianza ciudadana. Pero mucho más relevante es mi comportamiento en el día a día. La confianza se puede romper en 30 segundos.
—Los casos de colusión y financiamiento irregular de las empresas reflejan eso.
—B.L.: Por supuesto. Por eso lo relevante es la actitud con la cual se enfrentan los casos. Si los enfrentas con disposición a corregir, con colaboración, con apertura y transparencia, eso es más relevante que presumir perfección.
—¿La invitación a los empresarios a salir a la arena pública se puede entender como que tienen que hacer política?
—B.L.: Los empresarios tenemos el legítimo derecho de participar en el debate de políticas públicas y eso implica interactuar con el mundo político, con los gobiernos, con la opinión pública y con otros mundos.
—A.M.: Estar en la política partidista nada tienen que hacer los gremios. Pero en la política con mayúscula, de lo que tenemos que hacer como país, es imprescindible que sí estemos. Hoy vemos que el Estado es completamente incapaz de responder a la magnitud de los desafíos que tenemos como país. En muchos problemas públicos, el sector privado, las universidades, la sociedad civil, podemos resolver problemas que a veces el Estado no tiene la fuerza para hacerlo ni con la urgencia que se requiere.
—¿Qué cambios son los que pretenden impulsar?
—A.M.: Estamos llevando a las organizaciones empresariales a una nueva realidad, más cercana a la gente, cambiando al empresario que siempre trabajaba hacia dentro por alguien que está en contacto con sus trabajadores y las comunidades. Eso requiere cambios en el lenguaje, ser más cuidadoso con comportamientos de la empresa, y relevar que lo que hacemos los empresarios es vital en la sociedad.
—B.L.: El rol de los gremios es ser una plataforma donde se visibiliza lo que hacen las empresas y también pueden ser articuladores de esfuerzos privados de empresas. El gremio tiene que ir mostrando el camino de ampliar las fronteras de la actividad empresarial, que unida con la sociedad civil puede enfrentar desafíos sociales. El gremio tiene que asumir un rol público colectivo y romper la inercia de que sólo se deben hacer cosas individuales.
—¿Se han encontrado con críticas sustanciales o barreras al intentar instalar estos cambios?
—B.L.: Por supuesto que hay barreras, hay distintas impresiones. Algunos interpretaban que el rol del gremio era sólo reaccionar a lo que proponía tal o cual gobierno, y que era malo si era propositivo. Hay que perder ese complejo y proponer política pública.
—A.M.: Déjame agregar un punto. Las personas están acostumbradas a una cierta forma, pero veo una disposición excelente en las empresas a cambiar. Es evidente que hay que hacer las cosas de una manera distinta, pero no es 100% claro cómo hay que hacerlas. Hoy hay un momento propicio y una disposición a encontrar el camino más adecuado.
—Pero en los empresarios “históricos” hay una resistencia a cambiar, no salir a la arena pública y un anhelo de mantenerse en el nicho de los negocios. ¿Se trabaja con ese mundo o se le ignora pensando que en algún momento se van a sumar?
—B.L.: Por supuesto que es difícil salir del área de confort a la cual uno está acostumbrado, pero por razones exógenas se evoluciona y cambia. Nos pasa a todos, no quiero apuntar con el dedo. Finalmente, las distintas generaciones empresariales han enfrentado desafíos complejos y los han sorteado con mucho éxito.
—Cuando tú, Bernardo, llegaste a la Sofofa, se instaló esta idea de que un grupo de jóvenes llegaba a cambiarlo todo. ¿Esa idea persiste?
—B.L.: Las instituciones son fuertes desde su historia. No hay duda de que no fue fácil para quien le tocó liderar este gremio cuando se produjo un quiebre de la cadena que formamos entre la política, empresa y sociedad civil. Ahora son tiempos distintos y hoy nos toca a nosotros liderar estos cuatro, dos años que vienen.
—A.M.: La disposición a colaborar y ser parte de este cambio es grande y de todas las generaciones.
—¿Los gremios han perdido poder en el último tiempo?
—B.L.: Todas las instituciones, frente a una sociedad que evolucionó y se empoderó, tuvimos una pérdida de legitimidad y al tener menos confianza, somos menos incidentes.
—A.M.: Pero hoy día el poder es tan relativo... Antes uno hubiera dicho que un Presidente de la República, un ministro, tenían un poder inmenso. Hoy día esos poderes están más limitados.
—B.L.: Hoy el poder está más fragmentado
Los casos
—Bernardo, parece que el paso por la Sofofa y el ánimo de cambio te hace hablar del caso de colusión de CMPC de forma más natural...
—B.L.: Mira, yo creo que... Estoy claro que la colusión es la peor práctica que se puede cometer por parte de una empresa, porque nuestra principal responsabilidad es que los mercados funcionen bien y que sean espacios de confianza. Cualquier persona que está vinculada con una crisis de esa naturaleza tendría que ser muy ciega si no hace una autocrítica, si no piensa qué cosas podríamos haber hecho mejor para evitar esa mala práctica. Suponíamos que la empresa tenía valores porque estaban escritos en un código de ética y en esta organización, que se complejizaba y crecía de mil a 20 mil personas, no bastaba con eso.
—A.M.: Eso es algo que sirve para todos los casos que han sucedido y que pueden suceder, que esperemos sean los menos posibles. Hay que prepararse y por eso estamos trabajando. Todos cometemos errores, imagínese cuántos errores comete el Estado, las empresas grandes, las personas, y no hay otra solución más que reconocer el error, ver cómo se compensa y soluciona.
“Todas las instituciones han sido emplazadas a cambiar y por supuesto que hay periodos de cierta perplejidad. Eso nos pasó a todos”, confiesa Bernardo Larraín, presidente de la Sofofa.
—Fue algo que también sucedió, Alfredo, cuando ingresaste al grupo Penta y se destaparon los casos de financiamiento irregular de la política.
—A.M.: Me ha tocado ver cuál es el costo de situaciones como esta. Es un costo enorme para las personas, las empresas, para las familias. Por eso es muy importante que las empresas dediquen recursos y tiempo, que los principales ejecutivos se involucren porque esto, cuando sucede, tiene un costo muy alto.
Relación con la política
—¿Bajo qué códigos se define la relación del empresariado con el mundo político?
—B.L.: Se define en el código que tanto el mundo político como el empresarial podemos legítimamente participar del debate de políticas públicas y eventualmente expresar diferencias con el gobierno, y eso no puede inhibirnos para trabajar en conjunto. Tenemos que generar una cultura en Chile de expresar diferencias con respeto y que eso no sea una piedra en el camino. Es sano que convivan distintas tendencias políticas y la alternancia en el poder es extremadamente positiva para la madurez democrática.
—Hoy los empresarios no quieren verse involucrados con la política ni las campañas. ¿Están los puentes cortados?
—A.M.: No, para nada. Creo que la política en Chile está teniendo un problema igual al de las empresas, pero mucho más agudo. Quienes hacen política tienen un respaldo ciudadano que es más débil que el que tiene la empresa pública o privada. Nosotros también tenemos que ayudar, más allá de las posiciones políticas, a revalorizar la tarea de los políticos. Si la política no funciona en un país, es imposible que funcione la economía. Y si no tenemos buenas personas que se dediquen a la política —sean de izquierda, derecha o de centro—, no hay manera de que el país salga adelante. Alguien tiene que hacer la tarea de dirigir al país porque, si no, queda en manos de oportunistas, de personas no preparadas, de personas que buscan el beneficio personal y no el beneficio de la colectividad.
—B.L.: No podemos estigmatizar el tránsito desde otras dimensiones a la política, desde el académico, desde el empresarial. Esa estigmatización de que sólo se pueden dedicar a la política personas con un pasado exento de eventuales conflictos de interés. Los conflictos hay que resolverlos y transparentarlos, pero no se puede pretender que una persona que aspira a tener un cargo público esté carente de conflictos de interés. Es importante que la política tenga procesos de recambio y hay ciertas reglas que están inhibiendo eso, por ejemplo, el financiamiento estatal de la política. La ley restringió el financiamiento de la política por parte de las empresas, perfecto. Pero lo importante es también mantener el incentivo para que nuevas personas entren a la política y tener una chance de ganarles a los incumbentes.
Elección presidencial
—¿Qué se juega Chile en esta elección?
—A.M.: Yo creo que esta elección es importante. En Chile, tuvimos 30, 40 años de un crecimiento como no se conoce en la historia, ni tampoco en nuestro continente, y después sólo se ha mirado la parte medio vacía de ese progreso. Si no tenemos buenas reglas, el resultado va a ser que, en vez de seguir avanzando, vamos a empezar a crecer lentamente como estamos ahora o podemos empezar a retroceder.
—¿Qué candidato refleja ese retroceso?
—A.M.: Los gremios no tienen candidatos. Lo que sí, espero que la gente se involucre y vote. Y busque aquellas opciones que le parezcan que van a producir realmente el progreso.
—B.L.: Los gremios no se pueden pronunciar políticamente. Pero sí uno puede decir que la elección es importante. Es innegable que hay que poner nuevamente en el centro al crecimiento. Ya estamos viendo cómo cuando este se debilita, se frustran las expectativas. El crecimiento es fundamental y afortunadamente volvió a estar en el centro de la discusión.
“Nunca da lo mismo (quien gobierne). Otra cosa es que uno trabaje con cualquiera que la gente escoja”, acota Alfredo Moreno, presidente de la CPC.
—Ahora, dado que los gremios van a trabajar con la persona que salga elegida, ¿da lo mismo quién gobierne?
—A.M.: Nunca da lo mismo. Otra cosa es que uno trabaje con cualquiera que la gente escoja. Pero obviamente, distintas personas, como representan distintas ideas, el resultado...
—B.L.: No da lo mismo. Es importante que los chilenos vayamos a votar, para que seamos la mayor cantidad los que elijamos quién va a ser el próximo gobierno.