Por Paula Namur Y. Marzo 9, 2018

—Cuando estaba en el colegio, Gary Bolles no era un buen estudiante. Él mismo lo reconoce. Tampoco tenía mucho interés en entrar a la universidad. Hasta que su padre, Richard, que era pastor de la Grace Cathedral en San Francisco, Estados Unidos, fue despedido en 1968 por un recorte presupuestario, y el temor por el futuro económico se apoderó de la familia.

Tiempo después, su padre encontró un trabajo que lo llevó a diversos campus universitarios en nueve estados, y descubrió que uno de los principales problemas de los trabajadores era que no tenían idea qué hacer después de un despido. Entonces, en 1970 Richard escribió el libro ¿De qué color es tu paracaídas?, una guía para quienes buscan empleo. Con 10 millones de copias vendidas, hoy es uno de los manuales de carrera más conocidos.

 Cada vez habrá más labores que las máquinas podrán hacer, entonces tendremos que desarrollar estrategias para asegurar que la gente sea capaz de tener empleos significativos; que estén entrenados

Así, antes de cumplir los 18 años, Gary ya conocía las técnicas de su padre para ayudar a la gente a identificar sus habilidades, determinar dónde las pueden usar mejor y el proceso en que encuentran o crean ese empleo.

Hace cinco años, en conjunto con su padre (quien falleció el año pasado) creó la consultora Charrette LLC, desde donde ayuda a sus clientes a identificar y entender las tendencias que afectan a sus organizaciones. Además, es presidente de Future of Work en Singularity University, y la próxima semana estará en Chile para participar de la cumbre Singularity University Summit, un programa de dos días sobre tecnologías exponenciales.

Hoy su foco es ayudar a personas, organizaciones, comunidades y países a transitar hacia una economía de trabajos digitales.

“Cada vez habrá más y más labores que las máquinas podrán hacer, entonces tendremos que desarrollar estrategias para asegurar que la gente sea capaz de tener empleos significativos, que estén entrenados. Además, necesitaremos políticas y acuerdos entre países que ayudarán a todos a navegar en estos cambios de manera más cuidadosa”, asegura al teléfono desde Estados Unidos.

—¿En qué debieran consistir esas estrategias?

—El rango de gente e instituciones que van a verse afectadas es muy extenso, entonces, para cualquier persona el desafío es cómo encuentro un empleo pagado significativo a medida que el mundo cambia. En el pasado había un modelo en el que la gente obtenía un título o era entrenada en un área o industria y ese entrenamiento ofrecería empleo por un tiempo determinado sin cambios sustanciales. Ese modelo está decreciendo. No habrá tantas oportunidades para ese empleo único para una persona. El desafío no es cómo encontrar el próximo empleo, sino cómo puedo ser  suficientemente proactivo para los trabajos que puedo encontrar o crear, y por eso ponemos más foco en esfuerzos de emprendimiento. Lo que Chile ha hecho al impulsar el emprendimiento, a través de Start-Up Chile y al hacer que los emprendedores vayan al país, es exactamente la estrategia que hay que seguir para asegurar que la gente esté entrenada en un pensamiento emprendedor, es decir, cómo encontrar o crear un empleo.

—¿La gente está preparada para tener este pensamiento emprendedor?

—Para lograr un sistema que asegure que la gente sea proactiva y esté orientada a la resolución de problemas de manera rápida, se necesitará una educación que enseñe pensamiento crítico, colaboración, creatividad, y desafortunadamente en muchos países no está eso. En la universidad a muchos se les enseña este tipo de capacidades, a resolver problemas no sólo por sí mismos, sino también con otros, querrás que se te enseñe una serie de otras áreas, porque las oportunidades cada vez vendrán más de la intersección de áreas. Entonces necesitamos transformar la educación y cambiar la mentalidad.

—¿Qué países lo están haciendo bien?

—Ninguno es perfecto, pero hay algunos modelos. Israel, conocida como una nación emprendedora, ha hecho muchas cosas, como por ejemplo contar con un servicio militar muy extendido. Hay muchas actividades que los jóvenes hacen antes de entrar a la educación superior: sirven a su país, aprenden diferentes habilidades, practican la colaboración, y una de las cosas que aprenden es que contribuir a la comunidad es un requisito. Eso sienta una gran base para que los adultos continuamente estén aprendiendo, y con pensamiento emprendedor, porque van a estar siempre buscando problemas que resolver. Nueva Zelandia también tiene grandes prácticas para impulsar a que emprendedores de otros países vayan allá. La buena noticia para Chile es que las economías más pequeñas pueden desarrollar un producto o servicio en un mercado y, si ese mercado tiene características similares a otros, se puede exportar el modelo.

—¿La automatización puede incrementar la brecha de desigualdad?

—La forma particular de capitalismo que se practica en las economías occidentales tiene una serie de resultados inevitables, como el desafío de una economía que premia fuertemente el capital: si tienes dinero, te premia con más dinero. Es una simplificación, pero es básicamente como funciona. El resultado es que tienes casi garantizada una economía que tendrá algunos ganadores y mucha mucha gente que no gana. Y de hecho, mi teoría es que en las industrias lo que la automatización y la globalización (que van de la mano) tienden a hacer es a evaporar lo que está en el medio, es decir, las compañías de tamaño medio y la clase media son los que están más en riesgo. Lo que tenemos que hacer es impulsar a las empresas a tener un propósito, a enfocarse en las oportunidades de negocio que no sólo les permitan tener ganancias, sino también contribuir a las comunidades y al planeta. Hay muchos ejemplos de cómo las empresas que han aplicado su propósito tienen un rango amplio de beneficios, como gente feliz en el trabajo y comunidades felices.

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