"Los científicos serán al siglo XXI lo que los economistas fueron al siglo XX", sentenciaba una revista inglesa hace un par de semanas. A Richard Dawkins -intelectual, darwinista, proselitista del ateísmo- lo entrevistan en Europa casi con el mismo entusiasmo que lo hacen con Mick Jagger. Ian McEwan, uno de los escritores más visibles del planeta, emprende un viaje imprevisto de miles de kilómetros a Chile no para hablar de su novela Expiación sino de Charles Darwin. Los medios del mundo se llenan de biólogos, matemáticos, neurólogos. Explican el planeta. O tratan, por lo menos.
Alberto Fuguet se sumergió en el seminario que la Fundación Ciencia y Evolución realizó esta semana en CasaPiedra. Iba dispuesto a comerse un ladrillazo teórico con olor a naftalina y se encontró con un desfile transversal de ciudadanos curiosos, que querían saber más sobre Darwin. Cosa rara. Muchos de los mayores de 35 que estaban ahí apenas escucharon hablar del padre de la evolución durante su vida escolar. "Reduccionismo social. Así me lo enseñaron", decía uno de los asistentes.
Dice Fuguet que lo de CasaPiedra es estimulante en un país donde siempre se habla mal de lo mismo. Darwin superstar es nuestro título de portada. No es un texto introductorio científico, sino más bien la constatación de algo que parece estar creciendo: los cerebros inquietos. Enhorabuena.