Pocos saben quién es Mario Figueroa (42), el arquitecto del Museo de la Memoria. De hecho, nadie reparó en él durante la inauguración del lunes.
La historia de este chileno -que vive desde los 7 años en São Paulo- con el museo emblemático de la presidenta Bachelet partió el 2007. Figueroa navegaba en internet cuando se encontró con un llamado a concurso en el sitio Plataforma Arquitectura: el gobierno de Chile quería construir un Museo de la Memoria, centrado en el período 1973-1990. Y él decidió participar.
El tema era sensible para él, ya que en 1974 su familia se autoexilió en la ciudad carioca. A los 17 años se matriculó en Arquitectura en la Universidad Católica de Campinas y decidió que algún día iba a construir algo en Santiago. Y aunque su oficina -EstudioAmerica- participaba en otro concurso para construir un complejo habitacional en Valencia, cuando supo que la presidenta buscaba arquitectos, Figueroa convenció a sus socios de darle prioridad al proyecto chileno. "Más allá de impactar en términos arquitectónicos, buscamos que el chileno pueda desplazarse por la historia y tenga espacio para reconciliarse con el pasado", dice. El equipo a cargo -Lucas Fehr, Carlos Dias, Roberto Ibieta y Figueroa- siempre tuvo en mente edificar el museo hacia arriba y construir una especie de cubo de cristal que muestre hacia afuera los documentos y objetos que alberga en su interior. Figueroa asegura que los cambios que el MOP y la Comisión de Derechos Humanos -encargados del proyecto- hicieron al plano original fueron mínimos. Y aunque considera que hubiese sido bueno que en el museo se incluyeran también muestras anteriores a 1973 -"toda evidencia de represión debe caber", dice-, reconoce que está orgulloso de su trabajo. Junto al resto del equipo espera participar de la segunda parte del plan, que contempla la construcción de un conjunto de oficinas públicas y privadas.