Por Enrique Mujica, Director Abril 23, 2010

Esta semana, la Iglesia Católica chilena pidió perdón y también, a través de su mensaje, dio cuenta de que los abusos sexuales contra menores por parte de sacerdotes no es un delito que sucede allá lejos, a miles de kilómetros de Chile.

La Iglesia ofrece disculpas y llama a los ciudadanos a denunciar los hechos. Con eso se hacen eco de los lineamientos de Benedicto XVI. Eso es señal de alumbramiento y despoja a los afectados -y a quienes saben- del miedo y la indefensión.

Abrir las compuertas, indica, además, que esa Iglesia se prepara para conocer e investigar -ni silenciando ni juzgando a priori- lo que hasta ahora eran rumores o versiones. El caso del sacerdote Fernando Karadima -que tratamos en esta revista- es bien ilustrativo al respecto.

En esta edición, Enrique Correa y Sol Serrano realizan lúcidos análisis de lo que, para ellos, es medular en esta crisis: el encubrimiento y la impunidad. Y elucubran sobre qué iglesia se avizora después de esta crisis.

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