Wladimir Muñoz (38) se define como "pionero en la venta de sándwiches". Partió en esto en 1981, cuando tenía 10 años, en medio de un potrero en Avenida Kennedy. Se empezaba a construir allí el Parque Arauco. Llegaba al lugar cada mediodía, cargando una bolsa, donde guardaba los panes y distintas alternativas para rellenarlos. Dice que le iba bien. Hoy hace lo mismo en las afueras del Costanera Center.
Claro que antes de llegar a Avenida Andrés Bello, el negocio de Wladimir había ido creciendo. Ofreció sándwiches en distintas construcciones y, con la entrada de recursos, pasó de la bolsa a un pequeño puesto. Luego se compró un carro. Y, hace cuatro años, adquirió una camioneta, la cual hace funcionar como kiosco: en la parte de atrás organizó el espacio para que sirva de cocina, mesa y caja de venta. Con ella se instala cada día en las puertas del edificio en construcción de Horst Paulmann, lo cual lo convierte en el más equipado de los vendedores de comida ambulantes del lugar. Ofrece salchichas que salen calientes de un cooler, palta que parece recién molida y tomate picado en perfectos cuadrados. Todo eso lo prepara en la madrugada, antes de tomar su camioneta y partir de su casa en Santiago Centro, cerca de las 5 a.m. Wladimir trabaja solo. "Así manejo los tiempos y las cantidades para no desperdiciar productos", dice. El proceso es rápido: ofrece, sirve, recibe las monedas y pasa al siguiente cliente.
Espera con desayuno a los cerca de 1.200 obreros que trabajan en el Costanera Center. Les ofrece aliados, té y café. En las tardes, hot-dogs, sándwiches de pernil o italianos. Cuenta que cada día vende entre 80 y 120 panes a $600, cifra que sube a $900 si se le agrega bebida. El té y el café los vende a $200. Así, se hace una ganancia diaria que bordea los cien mil pesos. Wladimir saca cuentas optimistas, ya que se espera que en septiembre el número de obreros llegue a 3.800. Cifra alentadora, sobre todo cuando cuenta que la construcción no estará lista hasta el 2014.