¿Es normal que a un pequeño comerciante lo asalten tres veces y que el victimario sea el mismo?
Todo indica que no.
Tampoco que el delincuente que perpetre los robos recién sea detenido después del tercer ataque.
No es normal que existan esquinas en Santiago donde se sepa de antemano que ocurrirán robos. Que esos lugares sean identificables. Que haya policías ahí. Y que, pese a todas las anteriores, igual los delitos ocurran.
No es normal que la gente prefiera no denunciar.
Ni que la justicia sepa las razones por las cuales muchos delincuentes viven en la impunidad.
Cuando un país se acostumbra a lo anormal -que en este caso es inmoral-, algo habla mal de sus instituciones.