Por Enrique Mujica, Director Agosto 20, 2010

Necesito dinero. Tengo que vender. No me quieren comprar. Sacrifico costos. El rigor es discrecional, sujeto a los humores de los reguladores. Hay empleo de por medio. Mensajes cruzados respecto de cuándo el Estado debe ser duro y cuándo no a la hora de hacer respetar las leyes. No me autorregulo, no puedo, siento la soga al cuello. Soslayo. Una tragedia no debería pasar. No pues, no debería pasar. Echémosle para adelante. Los costos, de nuevo, agobian, hay que bajarlos. La seguridad es un suntuario cuando los balances están en rojo. No es mi responsabilidad, dice un burócrata. El otro repite. El otro también. Pasan los días y ya no puedo parar. Las deudas. Hay otras preocupaciones en las oficinas fiscales. Ya le dijimos. Ya me dijeron. No hizo lo que le recomendamos. No, no lo hice.

En esta edición, una historia de errores encadenados, que terminó con 33 mineros bajo la tierra. Errores humanos.

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