Justo hace una semana el sacerdote John O’Reilly contactó al abogado Luis Hermosilla. Su relación es de larga data: el religioso es amigo de su padre desde hace varios años. Por ello, le reveló en extenso los detalles del complicado momento que atravesaba: una menor del Colegio Cumbres, del cual entonces era capellán, presentaría una denuncia de abuso sexual en su contra. Ambos concluyeron que debían ser transparentes con la información, pues el caso iba a explotar de todas maneras. Su idea, con esto, era diferenciarse del “secretismo” que ha caracterizado a otros escándalos en la Iglesia. En esa línea, decidieron hacer públicos estos hechos a través de una denuncia, la cual fue presentada el martes pasado en el Ministerio Público.
Sin embargo, la arista legal del caso se venía gestando hace meses, cuando en el Colegio Cumbres se enteraron de la acusación. Tras recolectar varios antecedentes, a comienzos de junio, los superiores de los Legionarios de Cristo en conjunto con la plana directiva del plantel educacional se contactaron con el penalista Carlos Cortés. Desde entonces, él, los abogados Fernando Barros y Rafael Gutiérrez, y el periodista Andrés Velasco asesoran al colegio y al movimiento religioso en este tema. La primera determinación del grupo fue separar aguas con el sacerdote y funcionar por líneas paralelas. Además, solicitaron un informe pericial a la psicóloga Ana Eugenia Chevarría. Aunque cercanos al caso aseguran que el escrito no es concluyente respecto de los hechos, apenas lo recibieron -el lunes pasado-, los abogados del Cumbres acudieron a la Fiscalía Oriente y presentaron una denuncia. En paralelo, el miércoles comenzó la investigación canónica.
Pero durante estos complicados días O’Reilly no ha estado solo. Un grupo de laicos compuesto, entre otros, por Patricia Matte, su cuñada Pilar Capdevila, y los empresarios Gonzalo Martino y Andrés Serrano lo ha acompañado de cerca. Además, mantiene comunicación directa con miembros de la congregación.
Por su parte, los padres de la menor han preferido mantener el anonimato. Pero cercanos al proceso comentan que se trata de una familia que vivió varios años en México. Regresaron a Chile el 2008 y desde entonces, la madre -ex alumna de Administración de Empresas y Servicios de la Universidad de los Andes- tiene una empresa que se dedica al aprendizaje y emprendimiento infantil.