“Brasil es el laboratorio de lo que puede ser el segundo gobierno de Michelle Bachelet”, así resume un estrecho colaborador de la candidata de la Nueva Mayoría la atención que ella y su equipo político están poniendo a lo que sucede con la administración de Dilma Rousseff. Tanto en sus aciertos como en sus errores. La abanderada está monitoreando personalmente los problemas que ha enfrentado la mandataria brasilera, el resultado de sus políticas de subsidio a las familias más pobres, así como su fallida idea de convocar a una asamblea constituyente, plan que finalmente desechó al considerar que le generaría líos políticos internos y retrasaría el debate sobre los proyectos de gobierno más urgentes.
Brasil ha enfrentado desde junio de este año una ola de protestas estudiantiles, ciudadanas e indigenistas en demanda de mejor distribución de ingresos, gatilladas por el crecimiento económico que registra ese país y, en particular, los altos gastos en la organización de la Copa Mundial de Fútbol 2014, que ha generado descontento en la población. Las movilizaciones -que se han comparado a las de Chile- complicaron el último año de la mandataria y bajaron sus índices de popularidad.