Por Andrea Slachevsky Noviembre 3, 2011

En la permanente invitación a descansar viendo televisión hay un gran problema.  En los niños, las horas pasadas frente a ella alteran su imaginación y desarrollo intelectual. En los adultos, aumenta el riesgo de desarrollar la enfermedad  de Alzheimer.

La lectura, probablemente, es la cara opuesta: facilita el desarrollo intelectual de los niños y previene el Alzheimer en los adultos.

¿Qué hace a la televisión diferente de la lectura? Una de las primeras respuestas la aportó Friedrich Hayek, premio Nobel de Economía y fanático de las neurociencias, en The Sensory Order: An Inquiry into the Foundations of Theoretical Psychology, al proponer que en el cerebro existe una fragmentación de las áreas que procesan las diferentes características de un objeto. Ciertas áreas cerebrales codifican su forma, otras su color, otras su nombre, etcétera. Al evocar al objeto, estas diferentes áreas se activan sincrónicamente. Una rara enfermedad, la demencia semántica, ha aportado evidencia empírica a favor de la hipótesis de Hayek. En esta patología neurodegenerativa existe una pérdida progresiva de la capacidad de reconocer objetos, asociada a una atrofia del polo temporal, región cerebral que coordina la activación de estas áreas. Al contrario, pacientes con lesiones aisladas de ciertas áreas cerebrales pierden sólo una parcela del conocimiento de los objetos, por ejemplo los colores, sin alterar los otros componentes. La magia de la lectura probablemente reside en que una palabra activa múltiples regiones cerebrales, convirtiéndose en una vivencia de diversas modalidades sensoriales. A diferencia de la lectura, la televisión nos entrega una experiencia ya construida que se plasma en nuestro espacio neuronal.

Otra posibilidad es que la televisión da cabida insuficiente a la mirada alternativa. Jean-Paul Sartre escribía en ¿Qué es la literatura? que "es el esfuerzo conjunto del autor y del lector lo que hace surgir este objeto concreto e imaginario que es la obra del espíritu". Para él, la actividad del lector es creadora, y para crear se requiere mirar de otra manera, dejar espacio al asombro. Si bien es poco lo que se sabe sobre los mecanismos neuronales de la creación, el neurobiólogo Jean-Pierre Changeux propone que los procesos creativos se explicarían por mecanismos de tipo darwiniano de ensayo y error en el dominio neurobiológico, seleccionándose o eliminándose conexiones entre neuronas. No existiría creación sin plasticidad neuronal. Quizás la diferencia entre lectura y televisión reside en que la televisión nos entrega un producto terminado sin espacio para la creación.

Todo lo anterior son sólo hipótesis. En el futuro la neuroestética, la  neurociencia de la actividad artística,  validará estas hipótesis o las descartará en favor de otras aún impensadas, pero la lectura seguirá siendo una fuente de asombro al transformar lo escrito en una vivencia.

Relacionados