Por Sergio Bitar, ex ministro Diciembre 13, 2012

Mi apreciación es que la situación política está  bloqueada y las  fuerzas políticas no cuentan  con la energía y las ideas para destrabarla. La próxima elección de autoridades regionales en enero no parece que modificará este impasse. Y un nuevo Parlamento recién se elegirá el 2015. 

Para razonar, es bueno dibujar algunos escenarios posibles. Analicemos tres.

El primero es la continuación de la situación actual, con Chávez de regreso. Sería un cuadro estático, con polarización y resignación. El gobierno tiene menos impulso que antes. Porque si bien Chávez ganó bien, lo hizo con menos porcentaje que en el pasado. La economía presenta serias debilidades para sostener un crecimiento: la inversión es baja y la gestión de las empresas públicas, especialmente Petróleos de Venezuela S.A., se ha deteriorado y su producción ha disminuido. La inflación supera hoy el 15%, la tasa de cambio oficial (4,3 por dólar) contrasta con el bolívar paralelo (14 por dólar), a pesar del precio del petróleo. La calidad de los servicios es pobre. Por el lado social, los programas “misiones” llevan bienestar a los más pobres, y continuarán, pero a su vez elevan expectativas y exigen cumplimiento. La apelación al “socialismo del siglo XXI” no tiene hoy la misma novedad. Expropiaciones de nuevas empresas, más programas sociales, apertura comercial a China, creación de milicias populares y organizaciones locales no constituyen iniciativas nuevas y  presentan desgaste.  Todas ellas tendrían escaso margen adicional. ¿Cuánto puede influir la oposición? Si bien ahora es más fuerte, está unida y representa al grueso de los sectores medios, aún es frágil, asoman divisiones, carece de un proyecto claro y no logra penetrar en sectores sociales mayoritarios entre los venezolanos de menores ingresos. 

En suma, la oposición no tiene la fuerza para cambiar el rumbo del gobierno y tampoco el gobierno para seguir su propio camino como antes.

El segundo escenario surge si ocurren imprevistos. La fuerza del proyecto de Chávez  depende esencialmente de él, y su reciente debilitamiento físico o el deterioro de su salud comprometerán el curso de los acontecimientos. No hay líderes de su tamaño que lo puedan reemplazar e inevitablemente se suscitarían divisiones y disputas en el oficialismo. Las Fuerzas Armadas encararían una disyuntiva: caer en tentación o respetar la Constitución. La incertidumbre sería alta, la oposición podría mantener su unidad o caer en el camino de gobernar sin ocuparse de cómo y para qué. Los últimos acontecimientos y la operación de Chávez son parte de este escenario.

Un tercer escenario es que se inicien conversaciones entre personeros de gobierno y algunos dirigentes de la oposición y así romper la polarización. Es difícil, pero esencial para convenir pasos que no obstruyan la institucionalidad. Dependerá de Chávez y de la oposición. ¿Tendrán la sabiduría para comenzar ya? El desafío es de los venezolanos y ellos sabrán encontrar las salidas para lograr una mejor convivencia y un mejor desarrollo. Pero también podemos ayudar los demás, facilitando espacios de diálogo entre venezolanos que quieran reunirse y conversar con más serenidad. Universidades, fundaciones, partidos políticos de Chile y de todos los países latinoamericanos podrían ofrecer espacios de encuentro a venezolanos hoy no dialogantes. La política democrática requiere diálogo y el futuro de Venezuela debiera obligar a todos.

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