Por Marzo 31, 2011

En los medios escuchamos incesantemente de la necesidad de tener energía barata para poder crecer y así superar la pobreza. En un análisis directo, el carbón es la forma más barata de generar después de la hidroelectricidad. Pero hay una parte de la ecuación que a los economistas no les gusta incorporar o desconocen: las externalidades negativas de las fuentes de energía. En Estados Unidos está la misma discusión, y el doctor Paul Epstein, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard,  hizo un estudio que por primera vez analiza los costos reales  de la generación a carbón. El resultado resonó a lo largo del mundo: estamos dejando fuera entre 9 a 27 centavos por kWh. Considerando que en Chile se genera a carbón a cerca de 9 centavos por kWh, se nos estaba quedando fuera entre una a tres veces el costo directo.

La explicación:  no estamos contabilizando la contaminación generada por la extracción, transporte y quema del carbón, en lo que se llama el "ciclo de vida".  Gran parte del costo viene de la contaminación atmosférica generada por el carbón (en Chile se podría estimar que representa a lo menos 4 centavos/kWh, lo que ya es 50% más que el costo directo). Otros costos son los extensos problemas ambientales de la extracción. Hace poco, tuve la oportunidad de entrevistar al Dr. Epstein y le consulté sobre los beneficios económicos locales de la extracción (por ejemplo en el caso de Isla Riesco).

Respondió con sus propios ejemplos: " La evaluación económica de la minería del carbón es que en forma neta el estado de Kentucky, por citar un caso, pierde 115 millones de dólares al año por esta actividad. Esto no trae desarrollo a las regiones, sino pobreza. Son pocos los empleos generados, y muchos los perdidos", dijo.

¿Cómo se manifiestan estas externalidades? La respuesta va por el lado de quien financia estas investigaciones, las empresas Swiss Re y Munich Re. Éstas son empresas reaseguradoras, es decir, las que aseguran a las aseguradoras (las que pagan la cuenta final de los desastres naturales). O sea, son quienes pagan la cuenta. "Estas empresas vienen estudiando el tema del cambio climático hace más de una década, ya que los eventos extremos han mermado sus utilidades", explica Epstein. "En los años 80, hubo 4 mil millones de dólares de costos por eventos extremos. En los 90 fueron US$40 mil millones, y la década pasada, con Katrina, Wilma y Rita, fue entre 140 a 225 mil millones de dólares. Ellos tienen que asegurar los proyectos de generación, pero no están tan seguros si la inversión es buena".

 El problema es que una economía como la chilena, que no admite subvenciones para no distorsionar el  mercado (a menos que sea bencina, porque eso cuesta votos), tiene que crear mecanismos para reflejar el inconveniente hecho de dejar fuera de la ecuación externalidades que superan los costos directos de la generación a carbón, cosa que no ha hecho ningún país en el mundo. Es un reto importante porque, ante la institucionalidad vigente, proyectos como Castilla e Isla Riesco son legales. El desafío es apoyar proyectos en eficiencia energética, que podrían reducir en gran medida nuestra necesidad de futuras plantas, y en forma más rentable que invertir en generación nueva. El desafío es enfrentar problemas que se avecinan en décadas, cuando los gobiernos piensan en cuatro años.  El desafío es dejar que el mercado haga su trabajo, pero con una cancha nivelada, sin trampas, sin omisiones. Y ahí veremos con claridad que el futuro energético de Chile está en las energías renovables no convencionales, que sí traerán empleos de calidad a las zonas. Y, al final, esos "ecologistas trasnochados"  nos estaban sugiriendo las energías más baratas.

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