Por Gonzalo Pavón Octubre 27, 2011

Un cuarenta por ciento de los habitantes de Berlín usa la bicicleta como medio de transporte. Eso es lo que dicen las estadísticas respecto de lo que ocurre en la capital de Alemania en verano. A mediados de octubre, ya caído el otoño, las calles son un testimonio de una elocuencia contundente, y confirmarían las cifras hasta en el más desinteresado y escéptico de los observadores. En promedio, las bicicletas representan el 15 % del tráfico de la ciudad del muro; o, en otro giro numérico, son cerca de 500 mil ciclistas que recorren las 403,89 millas especialmente habilitadas.

El relato que hace el músico David Byrne en su libro Diarios de bicicleta describe un verdadero paraíso para el ciclista urbano. "Todo parece muy civilizado, agradable y avanzado", comenta. "Ningún automóvil se estaciona o circula por los carriles reservados para bicicletas, y los ciclistas tampoco transitan por el centro de la calle ni por las veredas. Hay pequeños semáforos para los ciclistas, incluso señales para girar. No hace falta decir que respetan estos semáforos […] los peatones tampoco caminan por los carriles de bicicleta".

Para el viajero común, ni siquiera es necesario ponerse a pedalear para corroborar el relato del ex líder de los Talking Heads. A simple vista es fácil percibir cómo a toda hora las bicicletas circulan en perfecta armonía con los autos, los autobuses, la gente e incluso con los amenazantes tranvías. Se las ve por todas partes: circulando y estacionadas, sobre todo estacionadas.

Aunque se enmarque dentro del complejo y desarrollado sentido del respeto de los alemanes, y desde la inevitable comparación con la experiencia diaria de las calles de Santiago, es profundamente llamativo constatar cómo la bicicleta es, efectivamente, un medio de transporte confiable en Berlín: en términos de tiempo y en términos de seguridad. Por lo mismo, la geografía juega sus propias piezas en el mapa: la superficie -plana- hace también lo suyo, y por algo en cada cuadra los ciclistas que pasan o están detenidos representan una pequeña porción de las bicicletas que están estacionadas por todos lados.

Parte importante del desarrollo ha estado relacionado con las políticas públicas dispuestas específicamente para fortalecer y potenciar el uso de la bicicleta: la construcción y expansión de la red es un propósito asumido por el Senado de Berlín desde el año 2005. Aunque tenga un sistema de transporte integrado, con un metro combinado con espléndidos autobuses y con los viejos tranvías de la antigua ciudad oriental, cuando ceden la lluvia y el frío las vías se abren a casi la mitad de la población de Berlín. Así, la pregunta de David Byrne es la misma que puede tener un chileno que con toda confianza se anima a pedalear por sus calles, "por qué no puede ser así donde yo vivo?".

Relacionados