El Mundial de Fútbol es un evento de obvio atractivo ya que los mejores jugadores del mundo compiten al más alto nivel por un torneo de alto prestigio, generando así entretención garantizada. Si a esto se le suma la presencia de Chile, se entiende el alto interés de la opinión pública en la competición. No obstante, existen algunos pequeños placeres culpables que añaden diversión a la justa. Un ejemplo de esto son las definiciones a penales que comenzarán a ocurrir a partir de la segunda fase del torneo. La tan mentada “lotería de los penales” es emoción pura que disfraza un juego de intensa estrategia: al ser tan cercana la distancia entre ejecutante y arquero, resulta prácticamente imposible para este último reaccionar luego del disparo. Por lo tanto, el arquero debe anticipar lo que ocurrirá y elegir lanzarse a uno de los lados de la portería o quedarse parado al centro del arco. Una amplia gama de estudios económicos han utilizado la información histórica sobre penales lanzados en distintas competencias para validar empíricamente teorías del comportamiento humano, y su conclusión general ha sido que, en promedio, los arqueros se lanzan excesivamente hacia un lado del arco. La estrategia de quedarse al centro y no hacer nada les aseguraría una mejor chance de atajar el tiro, y sin embargo, siguen cometiendo el mismo error. La estrategia de no hacer nada es la mejor, pero los arqueros se niegan a seguirla. En cualquier caso, este no es un comportamiento tan difícil de entender ya que un golero no quiere ser acusado del “pecado” de la inacción. No moverse y que la pelota pase suavemente por el costado parece más de amateur que de un consumado profesional.
En economía también existen casos en que la mejor estrategia también es no hacer nada. Una compañía que no encuentra un candidato con las habilidades necesarias para llenar una vacante de trabajo preferirá no contratar a nadie. Por otra parte, la incertidumbre sobre el futuro posterga planes de inversión y de consumo futuro por parte de personas y empresas que preferirán entonces mantener las cosas tal como están.
A pesar de que a nivel de las decisiones económicas muchas veces lo más eficiente parece ser la inacción, este nunca parece ser el caso en el ámbito de la política. De alguna forma, parece ser cierto que a los políticos siempre se les demanda hacer algo. No hacerlo resulta en un pecado mortal frente a los pares y los votantes, y de ahí que se entienda la manía continua de la clase política de andar prometiendo hacer cosas.
Que no se malentienda, esto no es una apología a la pasividad política. Por el contrario, al igual que un buen arquero que decide lanzarse a un lado luego de estudiar en profundidad a su contrincante, es también buena idea promover reformas basadas en amplios consensos y acabados estudios. Sin embargo, cuando se sigue el estado actual del debate en Chile sobre las reformas tributaria, educacional o electoral, existe un elemento común que subyace a todas: la falta de estudios detallados de los costos y beneficios de tales reformas en los que se plasme la verdadera opinión de los expertos técnicos. Dada la coyuntura actual del debate, quizás la mejor política es el inmovilismo, pero eso está hoy completamente fuera de la mesa de discusión ya que nadie quiere ser etiquetado como apático y perder popularidad frente a un electorado ávido de escuchar promesas. Tengo un gran temor con eso y es que, al impulsar reformas sin grandes consensos técnicos, esto nos lleve a seguir el ejemplo del arquero que se lanza en un penal solo para quedar bien con la galería y que finalmente Chile termine perdiendo la clasificación a la próxima fase del desarrollo… por penales.