Por Santiago Rosero, desde París Septiembre 17, 2015

Uno se topa con fotos de archivo, con fotos en sus libros, con afiches que promocionan los eventos que a lo largo de este año celebran el centenario de su nacimiento, y siempre se lo encuentra vestido de pantalón y camisa. Siempre con el peinado impoluto. Siempre con el cigarrillo encendido. Pocas fotos muestran a Roland Barthes en traje corto, o en traje de baño. Quizá no le gustaba compartir su intimidad externa, pero la interior la desgarró con más y menos enfado, con más y menos tormento. O es que quizá, simplemente, en la época del año en que se viste ligero él se desconectaba de todo para escribir.

Una agenda suya, abierta en las páginas de comienzos de junio, lleva una anotación que da ese indicio: “Tiempo para escribir”. Corresponde al periodo en que Barthes escribió Fragmentos de un discurso amoroso (1974-1976) y hace parte de una muy escueta exposición (con acuarelas del autor, manuscritos y libretas de notas sobre la gestación de ese libro) que se presenta actualmente en la Biblioteca Nacional de Francia. La exposición es escueta, pero el resto del homenaje es sustancioso: empezó en enero con la publicación de una biografía escrita por Tiphaine Samoyault y avanzará hasta el final del año con coloquios, jornadas de estudios y más publicaciones en los cinco continentes.

Barthes, profesor durante los años 60 y 70 en l’Ecole Pratique des Hautes Études (EPHE) y en el Collège de France, en París, había adoptado un método de producción intelectual mediante el cual transformaba sus vivencias personales en el sustento de los cursos que impartía. Como en el caso de Michel Foucault, esos cursos se convirtieron, de manera sistemática, en publicaciones, pero a diferencia de él, el saber de Barthes, como recuerda Samoyault, “surgía de ese nudo entre vida, subjetividad y escritura”.

Barthes dedicó su seminario en la EPHE, entre 1974 y 1976, a los estados, los sueños y los fantasmas a los que se somete el alma enamorada. Del seminario nace Fragmentos de un discurso amoroso, que se publica en 1977 y, rápida e inesperadamente, se convierte en un best seller. Mientras en el mundo rondaba la idea de un amor libertino y se luchaba por tumbar los tabúes de la sexualidad, Barthes parió un manifiesto sobre el amor romántico. El primer fragmento es “Abismarse: ataque de anonadamiento que se apodera del sujeto amoroso, por desesperación o plenitud”. De entrada, Barthes muestra el fondo turbio al que se puede caer.

Muchos no lo supieron sino hasta años después. El abismo de Barthes se llamaba Roland Havas, un estudiante suyo que nunca le fue recíproco. Precisamente, de ese tormento surgió Fragmentos de un discurso amoroso: no un tratado sobre el amor sino una declaración amorosa.

A sí fue Barthes, dejándolo todo en el texto, con la amargura de un amor no correspondido. El 25 de marzo de 1980, cuando tenía 65 años, fue atropellado por un auto frente al Collège de France. Iba a impartir un seminario.

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