Por Camilo Escalona Octubre 20, 2015

La intervención presidencial, del pasado martes 13 de octubre, en que se da a conocer el itinerario del proceso constituyente ideado e impulsado desde el gobierno, motiva el análisis y un intenso intercambio de opiniones, de modo especial, en los liderazgos políticos y sociales y en las elites empresariales, es decir, en los sectores más inquietos por la marcha del país.

Es bueno que así sea; lo que se va a decidir es fundamental para el futuro de Chile. De hecho ya se han expresado dos grandes visiones que determinan el debate: quienes ven imperioso el cambio constitucional y, por cierto, aquellos que estiman que, por ningún motivo, hay que reemplazar la actual Constitución.

Se puede observar desde ya que habrá intensidad en el debate y que las polémicas serán apasionadas; será un buen momento en el ejercicio de la diversidad de opiniones en el seno de una sociedad democrática, o que quiere consolidarse como tal, pero hay que tener cuidado en un aspecto que no se debe subvalorar, en el curso de este esfuerzo el país no debe polarizarse. No hay que inducir una fractura artificial en la comunidad nacional.

En tal sentido, la vía institucional es la viga maestra para lograr las mayorías nacionales que se requieren. Cualquier insinuación en una perspectiva distinta rehace miedos y recelos que anularan los esfuerzos para contar con la amplitud necesaria para lograr el objetivo.

No hay que alimentar resistencias innecesarias. El temor que provocan consignas maximalistas forzando la vía institucional en otra dirección alienta el conservadurismo y paraliza las capacidades de evolucionar y perfeccionarse que existen en la institucionalidad del país.

De las fuerzas en el gobierno depende principalmente crear un buen clima, ya que en este periodo se juega la propia suerte de las reformas estructurales que ha comprometido y en relación a las cuales ha manifestado una firme voluntad de realizarlas, por lo demás, estas reformas también comprometen el futuro del bloque de gobierno. La marcha del país, a lo largo del último año y medio, indica claramente que la crispación del clima interno afecta de inmediato el curso de las reformas, los focos de conflicto les quita vigor e incluso conlleva que avancen, por momentos, muy lentamente.

"En tal sentido, la vía institucional es la viga maestra para lograr las mayorías nacionales que se requieren. Cualquier insinuación en una perspectiva distinta rehace miedos y recelos que anularan los esfuerzos para contar con la amplitud necesaria para lograr el objetivo".

Luego, los objetivos sociales del gobierno reclaman mayor dinamismo económico ante las expectativas de la población y la ampliación de las demandas reivindicativas, en el contexto, de lo que se ha llamado empoderamiento de la ciudadanía. Si no se atienden tales requerimientos el populismo se tomará el escenario, distorsionando decisivamente la agenda nacional.

Asimismo, los crecientes temores ciudadanos ante la delincuencia, la presión de una creciente migración hacia Chile del entorno latinoamericano, más extenso que lo meramente vecinal, y las estrecheces que traerá la baja del precio de nuestras exportaciones, pueden ser factores que cambien por completo las prioridades de muy diversos sectores del país.

De manera que el horizonte exige más y, si en medio de esta situación compleja y tensa, se ingresa a un periodo de agudas pugnas y descalificaciones inconducentes a propósito del debate constitucional, lejos estaremos de avanzar y en lugar de ello, se puede retroceder a una etapa de enervamiento político que sea muy delicada y difícil.

Ahora bien, ante el desafío planteado se requiere lucidez y que las fuerzas más responsables actúen con mirada de futuro y altura de miras para resolver el impasse constitucional que, en esta ocasión, el país si está en condiciones de solucionar. Un diálogo nacional debiese crear las condiciones que lo permitan.

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