Por Luis F. Larrondo, director del Núcleo Milenio en Biología Fúngica Integrativa y Sintética Noviembre 20, 2015

Esta semana, las plataformas digitales de Science y Nature, las dos revistas científicas internacionales de mayor prestigio y circulación, abordaron la crisis en la que se encuentra la ciencia en Chile. En sus artículos ponen en evidencia el nulo compromiso de las autoridades con el desarrollo científico del país, las que estallaron con la renuncia de Francisco Brieva a la presidencia de Conicyt y la publicación de una carta abierta de la comunidad científica que tuvo amplio apoyo y una impactante resonancia en la opinión pública chilena.

Así, la cobertura dada por Science y Nature son un reconocimiento internacional a la encrucijada en la que se encuentra el país y que ponen a Chile bajo la mirada de la comunidad internacional, exponiendo las decisiones de nuestros estrategas, dirigentes y de todos aquellos capaces de revertir la modorra que se ha enquistado en la política presupuestaria de la ciencia nacional.

Por más de una década, los gobiernos de turno han citado a la comunidad científica e intelectual de Chile a trazar los derroteros de un próspero desarrollo científico. Fruto ello se han generado al menos siete informes que han contado con amplio consenso de la comunidad científica, intelectual, política y empresarial del país. Sin embargo, por alguna razón, no se ha logrado pasar de estas primeras citas y cada uno de esos informes parece haber sido olvidado.

Cuesta comprender por qué a pesar de existir un consenso en cuanto a un plan de desarrollo científico, este no se logre implementar. ¿Por qué, si estamos todos de acuerdo hace diez años, todo sigue igual?

El Chile de hoy es un país distinto que el de hace diez años: somos miembros de la OCDE, y hemos observado mejoras en el ingreso per cápita medio. Hoy estamos en el momento decisivo en cuanto al proyecto país que queremos edificar, pero no estamos tomando las decisiones apropiadas. ¿Queremos seguir basando nuestra riqueza en la extracción de recursos naturales, que además de estar acabándose contribuyen a la concentración de la riqueza en las manos de quienes son dueños de esos recursos. O, por el contrario, queremos hacer un cambio de rumbo y apostar a convertirse en un país que permita que sus ciudadanos —todos— puedan entender y cambiar el mundo; puedan valorar, apropiarse y utilizar sabiamente la riqueza de sus recursos naturales y la de su cultura; y que puedan enorgullecerse del conocimiento generado y aplicado aquí en Chile.

La reciente carta abierta de los científicos al país ha sido firmada hasta ahora por más de tres mil miembros de la comunidad, generando una impresionante resonancia en medios y discusiones fuera del ámbito científico, revelando una sociedad que comparte esta visión manifestada por los científicos.

Hoy debemos dar señales concretas de que como país estamos comprometidos con un plan de desarrollo científico en el largo plazo, orgánico y generoso. Para ello, necesitamos institucionalidad y recursos. Los recursos adicionales permitirán generar un ambiente donde albergar a las próximas generaciones de científicos: aquellos formados en nuestras fronteras y los que vuelven a través de Becas Chile. Este ambiente permitirá aportar con ciencia, tecnología y cultura a nuestro país, y mantener a los centros de excelencia científicos que hoy, con excelentes resultados pero por falta de una política a largo plazo, están en riesgo de desaparecer. Ello nos permitirá también engrosar la investigación en ciencias sociales y humanidades. La ciencia y el conocimiento cambian el mundo. Depende de nosotros si queremos ser parte de este proceso transformador, y partir por casa construyendo un país donde el conocimiento sea fuente de prosperidad.

Después de tantas citas improductivas entre la comunidad científica y las autoridades de turno es momento de —como alguien dijo— “terminar con la lesera”, y construir un Chile nuevo, el Chile del futuro, comenzando hoy.

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