Por Francisco Sagredo Noviembre 20, 2015

Es un dèjá vu de escándalos, disputas, desgobierno e incertidumbre.
Cambian los nombres, las razones y las circunstancias puntuales, pero el panorama general es el mismo: la cúpula del fútbol chileno vive una crisis de proporciones.

Hace cinco años el protagonista de la caída fue Harold Mayne-Nicholls. Hoy la cara visible del escándalo es Sergio Jadue.

Las circunstancias son muy distintas y las faltas, incomparables. La soberbia y la incapacidad de liderazgo inclusivo parecen falencias prístinas frente a las sospechas de una maquinaria de sobornos y corruptela.

El ex hombre FIFA se fue por la carencia de muñeca política. El calerano, por el efecto dominó de un escándalo internacional que ha salpicado, por ahora, a ocho de los diez presidentes de las federaciones agrupadas en la Conmebol.

¿Cómo es posible que otra vez la ANFP esté en llamas?
¿Acaso sobre el fútbol chileno pesa una maldición de crisis cíclicas refundacionales?
¿No existe una generación de dirigentes que sea capaz de darle estabilidad a una actividad que sólo parece profesional cuando se trata de repartir el botín del CDF?

Culpabilidad hay, y enorme, en aquellos personeros que hace cinco años impulsaron la candidatura de un dirigente con nulo recorrido. Un personaje que estuvo dispuesto a poner la cara cuando aquellos que tenían la mayor responsabilidad decidieron esconderse y dar un paso al costado.

Hoy, cinco años después del lío con Mayne-Nicholls, el escándalo lo protagoniza un dirigente que hasta la semana pasada lideraba, con entusiasmo y vigor, muy lejos de la deprimida imagen de su llegada al aeropuerto del día martes, los destinos del fútbol del campeón de América.

Más allá de las responsabilidades individuales y de la investigación que lleva adelante la Fiscalía estadounidense, el nuevo cisma en la ANFP saca a relucir la incapacidad absoluta de la clase dirigencial chilena a la hora de administrar y fiscalizar profesionalmente, con su participación en el consejo de presidentes a través de los clubes, a una corporación que ha fracasado, si es que alguna vez lo persiguió en realidad, en el intento de construir una institucionalidad transparente, eficiente y con un proyecto a largo plazo.

Jadue deberá saldar con la justicia si es que recibió sobornos, aceptó sobres con “comisiones” y mal utilizó los fondos del fútbol chileno. De eso no hay dudas, y su repentina desaparición del mapa directivo parecen demostrarlo.

Pero acá también hay otros responsables. Decenas de dirigentes de clubes que apoyaron sin cuestionamientos la administración del calerano gracias a la generosa repartición de recursos, cuestionables créditos incluidos, que concretó la ANFP en la era Jadue. Los mismos que hace meses lo reeligieron con abrumadora mayoría, hoy se escandalizan por el actuar de su presidente.

Hay que apuntar también a quienes en la administración anterior, a pesar de los buenos resultados de Marcelo Bielsa y la probidad administrativa, no escucharon a sus mandantes (los clubes) y propiciaron la creación de un clima de conflicto absoluto que terminó con la salida de Mayne-Nicholls.
Culpabilidad hay, y enorme, en aquellos personeros que hace cinco años impulsaron la candidatura de un dirigente con nulo recorrido. Un personaje que estuvo dispuesto a poner la cara cuando aquellos que tenían la mayor responsabilidad decidieron esconderse y dar un paso al costado.

Impresentable es también la negligencia de los integrantes del actual directorio de la ANFP que no se percataron (ineptitud a la máxima potencia) o que dejaron pasar (complicidad pasiva) los supuestamente turbios manejos económicos que hoy provocan unánime rechazo.

Ni hablar de la responsabilidad de los dirigentes de los llamados “equipos grandes”, quienes parecen asumir su liderazgo sólo a la hora de luchar por sus intereses económicos.

En realidad, pedirles diligencia a nuestros dirigentes parece una quimera. Si ni siquiera son capaces de garantizar la seguridad de los hinchas, ni menos organizar profesionalmente los espectáculos deportivos, menos se les puede pedir que fiscalicen eficientemente a la directiva de la ANFP desde sus testeras del Consejo.

Es cierto: cayó Jadue. Vendrán nuevas elecciones, asumirá otra directiva y se pondrán de acuerdo, al menos por un tiempo, para repartirse la plata del CDF. Pero lo más probable es que una nueva crisis esté a la vuelta de la esquina porque, al final, y durante décadas en algunos casos, son los mismos de siempre los que dirigirán esta actividad con ganancias profesionales y organización amateur.

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