Por Felipe Hurtado H. Enero 15, 2016

Como viene sucediendo desde mediados de los 80, la cancha del Colegio Mackay recibe este fin de semana una nueva versión del Seven de Viña del Mar, uno de los eventos deportivos más tradicionales e importantes del verano en el país, que ha ido ganando prestigio con la presencia de selecciones y que este año le saca brillo a la participación de los Springboks, el combinado sudafricano actual subcampeón de la World Sevens Series.

La relevancia del certamen también queda representada en los dos cupos que entrega desde 2014 para participar de la fecha en Hong Kong del circuito mundial, que nuevamente se disputarán los conjuntos de Chile, Brasil, Uruguay y Perú.

Si el último Mundial de rugby, en Inglaterra, rompió récords de audiencia y asistencia, la modalidad reducida sigue un derrotero muy similar e, incluso, asoma dispuesta a pelearle la hegemonía a su hermano mayor, por decirlo de una forma, dado que la disciplina de siete por lado también tiene antecedentes de larga data.

Que el deporte de la ovalada retorne a los Juegos Olímpicos después de 92 años de ausencia bajo esta modalidad no es poca cosa, más allá de que su elección se explique, entre otras razones, por las mayores facilidades que presenta para organizar un que encaje en las dos semanas que dura la cita de los anillos.

Un reporte del banco HSBC, aunque parte interesada debido a su condición de sponsor principal de la World Sevens Series, confía en que el futuro del seven es bastante auspicioso, sin hacer a un lado el auge del XV, que durante la última década ha tenido un explosivo salto entre sus cultores, con especial consideración a los casos de Estados Unidos y China.

“La inclusión en los Juegos Olímpicos es una beneficio para todas las formas del deporte en términos de participación, perfil e interés. La participación es alta y muchas federaciones están combinando altos ambientes de desarrollo para el XV y el seven, para construir su competitividad a nivel internacional”, destacaba el informe.

Hace unas semanas, Frankie Horne, el capitán de los Springboks, en una entrevista con El Mercurio, apuntaba en una dirección similar, y hasta iba un poco más allá: “El seven siempre ha ido por detrás del XV, pero ahora la situación está cambiando rápidamente. Creo que el gran salto será en el siguiente ciclo olímpico, donde habrá más equipos y naciones que irán por la medalla de oro”.

Las palabras del sudafricano replican, en parte, un análisis que el medio digital estadounidense Bleacher Report hizo hace un par de años, donde se refería a las ventajas del rugby de siete sobre el más conocido. Tres de ellas eran que los scrums no son tantos ni tan enredados, la mayor cantidad de tries que se anotan y la mayor posibilidad que existe de que las diferencias entre los equipos no sean tan marcadas.

Edmundo Olfos, entrenador de Los Cóndores que este fin de semana intentarán conseguir por segunda vez los boletos a Hong Kong, muestra sentimientos encontrados al respecto. No es de los que cree que la versión reducida desplace a la más tradicional, aunque sí asume que el seven aporta más show, un aspecto siempre a considerar.

“El XV no va a perder su esencia, pero sí el seven ganará más adeptos. A raíz de que se convirtió en deporte olímpico se le ha dado más importancia y acá se hacen más competencias, el Comité Olímpico de Chile apoya más, hay más partidos, más giras. Y nos ha ido bien: le ganamos a Argentina, por ejemplo. Estamos bien parados entre los mejores 20 del mundo, lo que no pasa en el XV. Es cierto que seguimos siendo amateur, hecho importante no solo por los entrenamientos, sino también por el descanso, algo que es clave”, resalta el seleccionador nacional.

Es posible que el debate nunca se cierre y que cada especialidad continúe con su crecimiento paralelamente. Lo parece indudable es que la irrupción del seven ha llegado para quedarse.

 

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